Thread by @NatGeoEsp

La profundidad del océano es uno de los ecosistemas más despiadados del planeta. Sin embargo, aunque parezca mentira, incluso allí la vida consigue abrirse paso. En nuestro #HiloNatGeo de hoy nos sumergimos en la oscuridad de los implacables fondos abisales. Dentro hilo. 🧵👇

Antes de empezar, una pregunta: ¿A qué profundidad dirías que se encuentra el punto más profundo del planeta?

El Abismo Challenger, situado a casi 11.000 metros de profundidad, es el punto más profundo conocido de todo el fondo marino. Se encuentra en el océano Pacífico, en la llamada Fosa de las Marianas, entre Japón e Indonesia.

El Explorador de National Geographic James Cameron descendió hasta allí a bordo de un vehículo sumergible diseñado por él mismo. Te lo explicamos aquí: nationalgeographic.com.es/aventura/grand…

Como podréis imaginar, las grandes profundidades no son el mejor lugar para vivir. Por eso, casi todas las especies que allí habitan han desarrollado habilidades únicas para sobrevivir en estos ecosistemas implacables.

Por ejemplo, casi todos son unos cazadores implacables, pero también pueden caer presas de los depredadores con mucha facilidad. Por todo ello, han desarrollado avanzadas técnicas de supervivencia y han adaptado sus organismos a las profundidades.

Una de esas técnicas es hacerse prácticamente invisibles. Es lo que han conseguido los peces ‘ultranegros’, capaces de absorber más de un 99% de la luz solar.
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Seguramente os habréis preguntado: si en el fondo del mar no hay luz, ¿de qué sirve tener ojos? Ello explicaría, por ejemplo, que algunas especies sean ciegas. Pero, ¿por qué hay algunas que no lo son?

Resulta que en las profundidades oceánicas son los propios organismos los encargados de emitir luz. Este proceso se llama ‘bioluminiscencia’, y se consigue cuando el oxígeno reacciona con una molécula llamada luciferasa.

Algunas criaturas generan la bioluminiscencia ellas mismas, mezclando oxígeno y luciferasa cuando lo ven necesario, mientras que otras almacenan bacterias capaces de brillar por el mismo proceso, y tienen cuerpos transparentes que dejan pasar esa luz. nationalgeographic.com.es/naturaleza/hal…

Pero la bioluminiscencia no solo sirve para ver o ser visto en las profundidades, sino también para pasar desapercibido. Es el caso, por ejemplo, del calamar vampiro (Vampyroteuthis infernalis), que escapa de sus depredadores lanzando, literalmente, chorros de luz.

Otras criaturas, sin embargo, utilizan la luz precisamente para lo contrario: para atacar en plena oscuridad. Así lo hace el pez de la especie "Lasiagnathus dinema", que posee sobre su cabeza un largo apéndice en cuyo extremo cuelga un fotóforo luminiscente.

Este pez abisal utiliza este órgano para atraer a sus presas. ¿Cómo? Sacudiéndolo, como si fuese una caña de pescar, hasta que la víctima cae en el anzuelo. Una táctica que comparte con muchas otras especies de las profundidades.

Pero si alimentarse en esos fondos marinos es difícil, mucho peor es reproducirse en un entorno con tan pocos habitantes.

Una de las tácticas reproductivas es la propia bioluminiscencia, que no solo se emplea para cazar o huir, sino también para encontrar pareja.

En muchos casos, se trata de un canal de comunicación privado con los congéneres, pues en las profundidades del océano no todas las especies pueden ver el mismo tipo de luz.

Otro medio para aparearse son las señales químicas específicas, o sonidos de onda corta. Pero no hay una solución más drástica que la de los peces Lophiiformes.

Los peces de esta clase optan por el dimorfismo sexual y el parasitismo extremo. Entre ellos, "Melanocetus johnsonii". El macho es hasta unas 10 veces más pequeño que la hembra, y dependen de ellas para sobrevivir. Foto: Museo de Historia Natural de Londres.

La hembra lo alimentará de por vida, desprovisto de todos sus órganos, excepto los sexuales. Pero estos lograrán sobrevivir a cambio de producir esperma cuando detectan que la hembra produce un óvulo maduro.

Seguramente los peces Lophiiformes os parecen llegados de otro planeta, pero tenemos que deciros que se trata de especies muy comunes, entre la que se encuentra, por ejemplo, el rape.

Los peces, sin embargo, no son las criaturas más habituales en las profundidades del océano. En un lugar tan inhóspito es más común encontrar especies dotadas de metabolismo menos exigentes.

Entre ellos los xenofóforos, unos organismos unicelulares que son cruciales para la biodiversidad de los ecosistemas marinos.
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Las aguas más profundas son también hogar habitual de ciertas especies: pulpos, medusas, gusanos o anémonas de mar. En muchos casos son especies diminutas. En otros casos son enormes monstruos marinos.

Es el caso del calamar gigante o del gusano de tubo gigante (Riftia pachyptila), un habitante de los fondos oceánicos, a más de 4.000 metros de profundidad. Foto: Biología y Sociedad/ UANL.

Recordad, uno nunca sabe qué clase de criatura se encontrará allá donde no llega la luz solar. Por ello, el estudio de la fauna abisal nos ofrece una oportunidad única para comprender cómo se abre paso la vida en un entorno con presiones muy altas y sin oxígeno ni alimento.

Y hasta aquí nuestro hilo de hoy sobre estos enigmáticos habitantes de las profundidades.

Si eres un amante de la fauna, recuerda que tienes a tu disposición la Enciclopedia de los Animales de National Geographic. rbalibros.com/national-geogr…

Si os gustan nuestros hilos, recordad que cada semana tenéis uno nuevo de fauna y arte, solo tenéis que estar atentos al hashtag #HiloNatgeoesp. Y si os habéis perdido alguno de animales, aquí los tenéis todos:
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