Thread by @evangeperez20

En este hilo de los viernes de #AdoptenNiñesGrandes nos toca compartirles con @DamianLobos12 algo de nuestra historia con B y R. De cómo nos encontramos, de las cosas que pasaron y de cómo estamos hoy.

En mayo de 2022 nos cruzamos con las primeras pistas de B y R. Una convocatoria pública de adopción. Provincia de Buenos Aires. Dos hermanitxs. Edades (10 y 7). Grados de la escuela. “Curiosa”. “Cariñoso”. “Pintar”. “Jugar con masa”. Miguitas de pan…

Veníamos preparándonos desde hacía 2 años, leyendo, preguntando, conociendo. Un camino recorrido, no sin dificultades y desencuentros. En julio de 2021 habíamos presentado los papeles al Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (RUAGA) de Córdoba.

Asimismo, cada tanto revisábamos las convocatorias públicas, último recurso de los juzgados de familia para llamar a personas que se ofrecen para ahijar a niños, niñas o adolescentes. En estos documentos se exponen pequeñas líneas con alguna información sobre estxs niñxs.

Pasaron algunas semanas y nos surgió el buscar nuevamente aquella convocatoria. Allí seguían R y su hermana B. En otro momento las edades y la cantidad de hijxs fue un tema de discusión. En este momento, por alguna razón, no lo fue. Llenamos el formulario esa misma noche.

A los 2 días recibimos respuesta del juzgado. Un e-mail donde nos proponían reconsiderar nuestra decisión y se nos exponía una situación de trastorno específico del lenguaje (TEL) y la existencia de un vínculo con la madre biológica. La pelota de nuestro lado.

Abrazar la discapacidad en la búsqueda por adopción parece ser un gran tabú. Para nosotrxs requirió investigación en la web, consultas a amigxs profesionales y sentipensar desde lo que sabíamos de R (“avidez de aprender cosas nuevas”).

El día de mi cumpleaños, en medio de visita familiar, llegó un llamado con prefijo 011. Ni equipo técnico, ni secretaria… LA JUEZA QUERÍA CONOCERNOS! A puro nervio, y entremedio de miradas de confusión, nos encerramos lxs dos en una habitación.

Una semana atrás un juez de la CSJ ponía en cuestión la relación entre necesidades sociales y derechos. Y allí nosotrxs, en una charla amena con una jueza de familia, que nos contaba de su actividad, nos hablaba con cariño sobre B y R y nos explicaba como seguía el proceso.

3 meses duró la evaluación psico-social por parte de equipo técnico del juzgado. Video-llamadas cada 15 días y una feria judicial entera de insomnio. El 26 de agosto nos notificaron la resolución de apertura del proceso de vinculación.

Ese mismo día, volviendo ambos de nuestros trabajos, nos escribió la directora del hogar donde estaban lxs hermanitxs. Y, de forma natural y casi sin pensarlo… NOS MOSTRÓ LAS PRIMERAS FOTOS DE B Y R. Nos encontramos en casa desplomados entre lágrimas de emoción y felicidad.

La primera video-llamada con B y R estaba pactada para el sábado “cuando volvieran del festejo del día del niño”. Corazón palpitando sin respiro. El mate frente a la computadora. Hubo que esperarlos. Y de pronto: “ahí parece que llegaron los chicos; están subiendo la escalera”.

Dos cabecitas se asomaron a la pantalla. Ternura total. Hubo preguntas, juegos, dibujos, chistes malos. Y mucho nervio. A partir de ese momento, las video-llamadas se volvieron diarias y religiosas, desde las 19 hasta “que los llamaran a comer”.

El 11 de septiembre nos encontramos tomando un tren y caminando por una ciudad que no conocíamos. Frente al hogar no se sentían las piernas. Llegamos y nos recibió la directora del hogar, llamó a lxs chicxs.

Nos recibió B con una sonrisa grande y un dibujo de regalo. R se había escondido debajo de la frazada en su cama, saliendo solo luego de una lluvia de cosquillas de su hermana. También tenía dibujo, mientras que nosotros había llevado media lunas para compartir.

Durante 3 meses el hogar fue parte de nuestra vida. Nos integramos a esa comunidad de niñxs que se hermanan, de mujeres que cuidan y de amigxs/vecinxs que acompañan y sostienen. Ese refugio que salva de las peores tempestades.

Cada 2 semanas viajábamos a BsAs. Compartíamos sus rutinas en el hogar, en la escuela, en el club. Allí descubrimos que el vínculo originario de nuestro proyecto de familia era ese compañerismo y amor incondicional de hermanes de B y R.

Luego de algunas semanas fueron los pernotes en CABA. Películas, juegos, dibujos, paseos en subte, partidos del mundial y hasta un cumpleaños.

La vinculación a la distancia fue un proceso agotador, costoso y difícil. De tensiones en lo emocional, económico y laboral. Que no hubiera sido posible sin familia, amigxs y compañerxs de trabajo que contuvieran y ayudaran.

El 4 de diciembre cumplimos con la promesa de comer en McDonalds, luego de pasar por el juzgado. Con la guarda firmada en la guantera, y sentados sobre una montaña de bolsas de consorcio con ropa, juguetes y recuerdos, emprendimos lxs 4 el viaje a Córdoba al ritmo de L-Gante.

Ninguna palabra buscada, leída o escuchada fue suficiente para amortiguar el golpe. Encontrarnos lxs 4 en la construcción de una familia fue todo menos armónico y feliz. Los miedos a flor de piel, el estado de alerta constante, las inseguridades y la tristeza.

La violencia como manifestación extrema de todo lo vivido y todo lo deseado. Hacer doler para expresar dolor. Heridas que supuraban. Y en todo eso, una demanda gigante de comprensión y cariño. Seguir a pesar de todo. Aprender a perdonar. Pedir ayuda. Confiar. “Hay que seguir”.

Mudarnos a una casa más grande, colegio público, (mucho) acompañamiento profesional. El abrazo ante todo. Juegos de mesa y música para tranquilizar. Apoyarnos en la familia ampliada, la red de amigxs, lxs vecinxs, los gatos y el perro.

“Lo cotidiano se vuelve mágico”. Una felicidad nunca antes vivida. En lo chiquito y diario. La charla libre y sencilla. Compartir con los gatos y el perro. Abrazar los logros del otrx y estar en los momentos de caída.

Y en eso andamos hoy. Siendo raros y riéndonos mucho, como nos describió B una vez. Enfrentando nuestros dolores y construyendo nuestro refugio.

PD: Mirándolos dormir pensamos en esas personas que vieron de verdad a nuestrxs hijxs. Esa escuela, ese juzgado, aquél hogar, esas cuidadoras. En su mayoría mujeres que actuaron con amor y compromiso. Ellas les señalaron el camino que lxs trajo hasta acá… con miguitas de pan.