Después de contemplar cómo se ahogaba mi mujer por culpa de una neumonía bilateral, no he podido evitar pensar en los ancianos que murieron de covid en las residencias de la Comunidad de Madrid, abandonados por el gobierno de Ayuso, que prohibió su traslado a hospitales mediante un infame protocolo. Sin atención hospitalaria, mi mujer podría haber muerto y su agonía habría sido horrible. Que Ayuso ganara las elecciones con mayoría absoluta después de un comportamiento tan miserable, solo revela que vivimos en una sociedad embrutecida y manipulada. Una población desinformada y con un bajo nivel cultural propicia el ascenso de demagogos sin escrúpulos. Ayuso solo es el monigote de Aznar y Florentino Pérez, una mujer hueca que apenas disimula su desprecio por los más vulnerables y que concibe la política como un servicio a las elites financieras. Astuta y sin cortapisas morales, sedujo a los votantes con una banal exaltación de la libertad, abriendo los bares en plena epidemia. Que un personaje así haya llegado a la cima del poder, sugiere que hay algo muy podrido en Madrid, la ciudad de las cañitas y las macetas.
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1. Ahora que se habla de la presunta santidad de Joseph Ratzinger, no está de más recordar su actitud nada caritativa como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Las sanciones que impuso ofenden a cualquier conciencia democrática.
2. Hans Küng, sacerdote y teólogo, perdió su licencia para enseñar teología católica por cuestionar la infalibilidad papal, un dogma político impuesto por Pío IX para contrarrestar la pérdida de poder político del Vaticano.
3. Leonardo Boff, sacerdote franciscano y teólogo, fue condenado a guardar silencio por sus tesis a favor de la teología de la liberación, una corriente que defendió la opción preferencial por los pobres y que luchó contra la desigualdad en América Latina.