«Los amigos de Adolf Hitler tienen mala memoria, pero la aventura nazi no hubiera sido posible sin la ayuda que de ellos recibió.
Como sus colegas Mussolini y Franco, Hitler contó con el temprano beneplácito de la Iglesia Católica.
Hugo Boss vistió su ejército. Bertelsmann publicó las obras que instruyeron a sus oficiales.
Sus aviones volaban gracias al combustible de la Standard Oil [hoy Exxon y Chevron] sus soldados viajaban en camiones y jeeps marca Ford. Henry Ford, autor de esos vehículos y del libro El judío internacional, fue su musa inspiradora. Hitler se lo agradeció condecorándolo. También condecoró al presidente de la IBM, la empresa que hizo posible la identificación de los judíos.
La Rockefeller Foundation financió investigaciones raciales y racistas de la medicina nazi. Joe Kennedy, padre del presidente, era embajador de los Estados Unidos en Londres, pero más parecía embajador de Alemania. Y Prescott Bush, padre y abuelo de presidentes, fue colaborador de Fritz Thyssen, quien puso su fortuna al servicio de Hitler.
El Deutsche Bank financió la construcción del campo de concentración de Auschwitz.
El consorcio IGFarben, el gigante de la industria química alemana, que después pasó a llamarse Bayer, Basf o Hoechst, usaba como conejillos de Indias a los prisioneros de los campos, y además los usaba de mano de obra. Estos obreros esclavos producían de todo, incluyendo el gas que iba a matarlos.
Los prisioneros trabajaban también para otras empresas, como Krupp, Thyssen, Siemens, Varta, Bosch, Daimler Benz, Volkswagen y BMW, que eran la base económica de los delirios nazis.
Los bancos suizos ganaron dinerales comprando a Hitler el oro de sus víctimas: sus alhajas y sus dientes. El oro entraba en Suiza con asombrosa facilidad, mientras la frontera estaba cerrada a cal y canto para los fugitivos de carne y hueso.
Coca-Cola inventó la Fanta para el mercado alemán en plena guerra. En ese período, también Unilever, Westinghouse y General Electric multiplicaron allí sus inversiones y sus ganancias. Cuando la guerra terminó, la empresa ITT recibió una millonaria indemnización porque los bombardeos aliados habían dañado sus fábricas en Alemania.»
(Fragmento de Espejos: una historia casi universal, obra de Eduardo Galeano)
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Hilo sobre la heroína y su relación con la guerra sucia social
La particularidad del uso de las drogas como armas de guerra por parte de los poderes fáticos; sobre todo los poderes militares, policiales y de seguridad nacional, “la inteligencia”.
Si una sustancia pudiera tener -sobre todas las demás- y pudiera obtener el título de “droga de control de la sociedad con fines políticos o de guerra sucia”, esa ha podido ser la heroína. Sea leyenda, escrupulosa verdad u otro de los mitos que sobre las drogas se dan, queda a la opinión de los lectores.
El opio como acumulación de capital:
Por remontarnos a su antecesor y padre químico, ya hay un pasaje llamativo del libro de Marx y Engels “Sobre el colonialismo” en torno al opio.
“El comercio de opio determinó una de las formas de acumulación originaria de capital del Imperio Británico, ufano de espíritu cristiano y civilizador, mientras predica el libre comercio de veneno”. Tras analizarlo, llaman “asesino inglés” “frente al suicida chino”.
¿Fue por el enorme beneficio económico?. Sí, también se dio, pues a principios del siglo XX, por ejemplo en Egipto, varios patronos y contratistas pagaban con heroína a los peones. El pago en opio es histórico.
La heroína de Bayer:
Pero centrándonos ya en la heroína, es la Bayer quien registra y saca al mercado la heroína en 1898 y aunque durante su etapa legal, apenas ocasiona ningún problema asociado, -bien es cierto que con un uso por vena muy minoritario-, se sabe sin embargo que desde primerísimos del siglo XX, los servicios secretos de varios países imperialistas investigan sus posibles usos y efectos, aún a falta de alarma alguna que la sustancia en sí no ocasionaba. O sea, no había urgencia social o sanitaria alguna, pero los militares y sus científicos la investigaban, así que queda la posibilidad que fuera para desarrollar un uso militar, vamos a llamarle desde ahora de “guerra sucia social”. Lo han intentado hacer con casi todas las drogas, así que no nos debería de extrañar que lo hiciesen con los opiáceos, y más en concreto con la heroína.
Además del análisis de su uso como sustancia en sí -puesta a prueba sobre todo por los servicios médicos militares de varias potencias imperialistas- al mismo tiempo fueron muchos los moralistas religiosos, sectores ultra conservadores y políticos que presionaron para que se ilegalizara ya desde un primer momento, cosa que proclamó la Acta Harrison en 1914 en EE.UU., solo 16 años después de su comercialización. Así que no es de extrañar que con su nefasta política fiscalizadora, ya en 1916 habría 650 personas ingresadas en clínicas con el pronóstico de “por adicción a la heroína”. Más en pocos meses que en los 16 años anteriores. Y eran médicos militares quienes también tenían acceso a estas historias clínicas.
La particularidad del uso de las drogas como armas de guerra por parte de los poderes fácticos; sobre todo los poderes militares, policiales y de seguridad nacional, “la inteligencia”.
Si una sustancia pudiera tener -sobre todas las demás- y pudiera obtener el título de “droga de control de la sociedad con fines políticos o de guerra sucia”, esa ha podido ser la heroína. Sea leyenda, escrupulosa verdad u otro de los mitos que sobre las drogas se dan, queda a la opinión de los lectores.
El opio como acumulación de capital:
Por remontarnos a su antecesor y padre químico, ya hay un pasaje llamativo del libro de Marx y Engels “Sobre el colonialismo” en torno al opio.
“El comercio de opio determinó una de las formas de acumulación originaria de capital del Imperio Británico, ufano de espíritu cristiano y civilizador, mientras predica el libre comercio de veneno”. Tras analizarlo, llaman “asesino inglés” “frente al suicida chino”.
¿Fue por el enorme beneficio económico?. Sí, también se dio, pues a principios del siglo XX, por ejemplo en Egipto, varios patronos y contratistas pagaban con heroína a los peones. El pago en opio es histórico.
La heroína de Bayer:
Pero centrándonos ya en la heroína, es la Bayer quien registra y saca al mercado la heroína en 1898 y aunque durante su etapa legal, apenas ocasiona ningún problema asociado, -bien es cierto que con un uso por vena muy minoritario-, se sabe sin embargo que desde primerísimos del siglo XX, los servicios secretos de varios países imperialistas investigan sus posibles usos y efectos, aún a falta de alarma alguna que la sustancia en sí no ocasionaba. O sea, no había urgencia social o sanitaria alguna, pero los militares y sus científicos la investigaban, así que queda la posibilidad que fuera para desarrollar un uso militar, vamos a llamarle desde ahora de “guerra sucia social”. Lo han intentado hacer con casi todas las drogas, así que no nos debería de extrañar que lo hiciesen con los opiáceos, y más en concreto con la heroína.
Además del análisis de su uso como sustancia en sí -puesta a prueba sobre todo por los servicios médicos militares de varias potencias imperialistas- al mismo tiempo fueron muchos los moralistas religiosos, sectores ultra conservadores y políticos que presionaron para que se ilegalizara ya desde un primer momento, cosa que proclamó la Acta Harrison en 1914 en EE.UU., solo 16 años después de su comercialización. Así que no es de extrañar que con su nefasta política fiscalizadora, ya en 1916 habría 650 personas ingresadas en clínicas con el pronóstico de “por adicción a la heroína”. Más en pocos meses que en los 16 años anteriores. Y eran médicos militares quienes también tenían acceso a estas historias clínicas.