Durante siglos, los zares se enriquecieron a costa de la salud de sus súbditos vendiéndoles vodka, con horribles secuelas para la Rusia actual
Todo empezó con un soberano descubriendo la popularidad de un licor transparente en su reino…👇
El vodka no tiene nada de especial: es una simple mezcla de agua y etanol sin color, olor o sabor distintivos.
Y fue precisamente esta falta de particularidades la que convirtió al vodka en algo tan especial: en la edad media, cualquier campesino de Europa Oriental podía fabricarlo con trigo o centeno (las patatas llegaron a Rusia hasta la década de 1850) y venderlo en su comunidad...
… hasta que un buen día Iván III de Rusia (abuelo del primer zar, Iván el Terrible) declaró la producción y venta de alcohol un privilegio real.
A partir de ese momento, todo el alcohol de Rusia se convirtió en propiedad del zar.
El bueno de Iván acababa de crear el monopolio perfecto: el vodka era un producto que podía fabricarse de forma fácil y barata que todo el mundo quería comprar en grandes cantidades y que nadie más podía vender.
Todo un lince de los negocios
Y así, los zares rusos empezaron a abrir destilerías de vodka por todo el reino, haciéndose asquerosamente ricos en el proceso.
Los palacios de San Petersburgo, las campañas militares de Catalina la Grande o los huevos de Fabergé: todos se pagaron con el dinero del vodka 💰💰💰
El sistema era tan rentable que, cuando los zares tenían que recompensar a la nobleza por sus servicios, no les daban tierras como en el resto de monarquías europeas, sino derechos de producción o venta de vodka.
Pero claro, no puedes venderles inmensas cantidades de vodka a tus súbditos eternamente sin crear lo que hoy denominaríamos un “problema de salud publica” que no te interesa atajar porque entre el 30 y el 40 % de los ingresos de tu reino dependen de ello.
Los rusos se convirtieron en adictos al vodka mientras la tesorería real se convertía en adicta a los beneficios derivados de su producción y distribución, creando un círculo vicioso con terribles consecuencias.
Y es que la adicción al alcohol es una enfermedad horrible: las lesiones en el hígado provocan un aumento de la presión arterial, ictericia (coloración amarillenta de la piel), hemorragias gastrointestinales, deformaciones abdominales y, en última instancia, la muerte.
Eso sin olvidar una faceta más siniestra: un campesino que pasaba sus días ebrio tras pulirse su sueldo en vodka no podía reflexionar sobre el origen de su miseria y maltrataba a su mujer e hijos creando una nueva generación de alcohólicos que llenaban las arcas del zar.
Así, a través de los siglos, el consumo excesivo de alcohol se toleró o incluso promovió desde el Kremlin.
El propio zar Pedro el Grande decretó que las mujeres que acudieran a las tabernas a llevarse a sus maridos debían ser azotadas.
Por eso, en Rusia cada vez más voces se alzaban contra el fomento del consumo de alcohol por parte de los zares y la nobleza.
El mismísimo Tolstoi redactó un texto de advertencia para las botellas de vodka pero Nicolás II se negó a incluirlo en las etiquetas.
El último zar cambió de opinión en 1914 y decidió dejar de usar la ruina espiritual y económica de sus súbditos para financiar su lujoso estilo de vida.
Es una decisión que lo honra, pero que fue tomada en el peor momento posible.
Y es que nadie en su sano juicio renuncia a un tercio de los ingresos del estado cuando está a punto de movilizar a 10 millones de hombres, el mayor ejército que había visto la historia, para luchar en la I Guerra Mundial.
El resultado ya lo conocemos todos: derrotas en la I Guerra Mundial, Revolución, Lenin y una cruenta guerra civil de la que surgió la Unión Soviética y en la que el vodka desempeñó, como casi siempre en la historia de Rusia, su pequeño papel.
El partido bolchevique de Lenin era abolicionista en cuanto al alcohol se refiere: consideraban que era una de las cadenas con las que la burguesía esclavizaba al proletariado.
Y, por lo tanto, cerraron las destilerías de los zares y lanzaron campañas de concienciación.
Pero Stalin vino a joderlo todo otra vez: en un cínico gesto marca de la casa, volvió a abrir las destilerías, llamó al producto “vodka del pueblo” y se quedó tan ancho, perpetuando un sistema que tendría graves consecuencias sociales y económicas para la URSS.
De hecho, en los años 80 uno de los motivos del estancamiento económico de la URSS fue este enorme problema del alcoholismo.
Un dato: en 1985, la familia soviética promedio dedicaba a la compra de alcohol entre un 25 y un 50 % de su presupuesto mensual de alimentación.
Las botellas de vodka de la marca más famosa de la URSS, Stolichnaya, tenían un cierre desechable que impedía cerrar las botellas una vez abiertas.
La empresa asumía que el ruso promedio se la terminaría de una sentada y no habría motivo para volver a cerrar la botella.
Solo Gorbachov se atrevió a intentar atajar el problema de los rusos con el alcohol, con erótico resultado: creó un agujero presupuestario, redujo la popularidad de Gorbachov y ocasionó un importante aumento de las muertes relacionadas con el consumo de alcohol casero.
En los años 90, la industria del vodka fue privatizada y quedó en manos de unos pocos oligarcas que se hicieron fabulosamente ricos, mientras aumentaban las muertes por consumo de alcohol casero ilegal y otras sustancias como el anticongelante o el perfume.
Una de las primeras medidas que tomó tras su ascenso al poder Vladimir Putin, consciente de la importancia del vodka para el control social y político del país, fue la creación de un consorcio estatal de bebidas alcohólicas, RosSpirtProm, que controlase el mercado.
Controla un 50 % de la producción de alcohol en la Federación Rusia y sigue llenando las arcas del Kremlin y los bolsillos del propio Putin (aunque estos ingresos no son tan altos porcentualmente como solían ser antaño, hoy el Kremlin ingresa más vendiendo gas y petróleo).
Hasta comercializa una marca de vodka que lleva su nombre, Putinka.
¿Quién ha dicho "culto a la personalidad"?
Hoy, como en tiempos de los zares, el Kremlin sigue proporcionando a sus ciudadanos licor de alta graduación a precios asequibles, perpetuando un círculo vicioso de adicción, dependencia, miseria, enfermedad y desesperación que lleva en marcha desde hace más de 500 años.
Igual este hilo te está dejando mal cuerpo.
¡Eso se soluciona tomándote una copita de vodka con el tito Vladimir!
Ahora con menos polonio.
Este hilo está dedicado a @traduvision. Hoy es su cumpleaños. ¡Felicidades!
En el próximo hilo, veremos los secretos de esta obra, que marcó el punto álgido de la pintura histórica española.
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Con los ejércitos alemanes a 30 km de París, el teniente Watteau se subió a su aeroplano Bleriot para hacer un vuelo de reconocimiento
Le bastaron un par de pasadas para ver algo que estaba a punto de cambiar el curso de la historia 👇
El 4 de enero de 1913, un anciano exhalaba su último aliento en Berlín.
Su últimas palabras, según cuenta la leyenda, fueron: “Que el ala derecha se mantenga firme”.
Era el general von Schlieffen.
Cuando ostentaba el cargo de jefe de estado mayor en el ejército alemán, fue el encargado de elaborar un plan en caso de que Alemania se viera envuelta en una guerra en 2 frentes contra Rusia al este y Francia al oeste.
1946: un condenado a muerte llama al psicólogo de la prisión para quitarse un peso de encima antes de morir. Su confesión es sensacional: el abuelo de Hitler era judío. Es Hans Frank, abogado personal del Führer durante más de 10 años.
Pero hay un problema... 👇
Según el testimonio de Hans Frank, en 1930 (cuando ya era un personaje muy conocido en Alemania) Hitler recibió una carta de su sobrino, William Patrick Hitler, chantajeándolo con revelar “el oscuro secreto familiar” si no recibía dinero a cambio de su silencio.
Preocupado, Hitler encargó investigar los rumores a alguien de su total confianza: Hans Frank, su abogado personal (y tristemente famoso por sus crímenes como gobernador de Polonia más de 10 años después, por los que sería ahorcado en Núremberg en 1946).
En un pilar de una catedral hay tallada una figura que, encorvada, parece sostener trabajosamente todo el peso de la bóveda.
Pero no la esculpió un escultor medieval con sentido del humor: es un homenaje (moderno) al hombre que salvó el templo del derrumbe 👇
Podría daros muchos motivos para demostraros que la Catedral de Estrasburgo es uno de los tesoros artísticos más importantes de Francia.
Como la forma magistral en la que combina las influencias del gótico francés y el gótico alemán (además del románico)
O el hecho de que tenemos muy bien documentados a sus maestros de obras, algo muy poco habitual.
Erwin von Steinbach pasó el testigo en 1318 a su hijo, Johannes von Steinbach, que a su vez fue sucedido por su propio hijo, Johannes Gerlach von Steinbach en 1341...
¿Recuerdas la inquietante Sala de los Rostros en Juego de Tronos?
¿Y si te digo que existe un lugar muy similar en el que los creadores de la serie se inspiraron para su representación cinematográfica y tiene más de 3000 cabezas (y está en una catedral española)? 👇
Su interior se divide en cuatro tramos, de planta rectangular. Su bóveda es encañonada.
Y es precisamente en estas 4 bóvedas de cañón (y en las paredes que las sostienen) donde encontramos un conjunto iconográfico y ornamental único en España y el mundo.
A grandes rasgos se trata de un grandioso artesonado de piedra formado por casetones circulares, unidos por cruceros y adornados con cabezas que se alternan con florones.
Fíjate en la foto de abajo. ¿Solo ves una animada calle comercial? En ese caso, aleja el móvil de los ojos todo lo que puedas. ¿Lo ves ahora?
Es propaganda nazi oculta con IA para evitar los controles automatizados de contenido inapropiado. Pero, ¿para qué? 👇
Desde sus inicios, los sistemas de moderación de las redes sociales (humanos y automáticos) han jugado al gato y al ratón con los usuarios que buscan subir contenido ilícito (violencia, ideologías extremistas).
📷 ¿Tres chicas jóvenes? Mira la foto más de lejos.
La aparición de las IA solo es el último episodio de esta guerra en las sombras entre las redes sociales y los que quieren usarlas como plataformas propagandísticas para propagar su mensaje a un público más amplio.