Siempre que el azar o una mala decisión me pone en contacto con los Cayetanos, esa burguesía intolerante, inculta y mediocre que apenas disimula su admiración por los gobiernos autoritarios de derechas, escucho las mismas falacias: Franco creó la Seguridad Social (en realidad, su embrión se remonta a 1883 por una iniciativa el gobierno liberal presidido por José Posada Herrera), el imperio español no cometió un genocidio en América Latina (es cierto que el 90% de los nativos murieron por culpa de virus, pero el 10% restante, unos seis millones, fueron aniquilados mediante torturas, batallas, ejecuciones y esclavitud en las encomiendas), los países nórdicos son muy infelices pese al Estado del Bienestar, pues hay muchos suicidios (la mayor tasa de suicidios corresponde a Groenlandia, Rusia, Kazajistán, los países báticos y Corea del Norte; Suecia ocupa la posición 29).
Los Cayetanos no leen mucho y su ídolo es Díaz Ayuso, una iletrada que practica el liberal matonismo, como su adorado Milei. La mayor preocupación de los Cayetanos es conservar sus privilegios y mantener a la chusma a raya, impidiendo que se acerquen a sus barrios, salvo para realizar trabajos duros y mal pagados, como limpiar casas, barrer calles, servir mesas en las terrazas o poner ladrillos. Lo último que he tenido que escuchar de un Cayetano es que el ejército lucha por nosotros, defendiendo nuestros hogares. No discuto que hoy en día el ejército no es golpista, pero sí profundamente conservador y su historia no se ha caracterizado por la defensa de los ciudadanos, sino por la represión de sus derechos y libertades. Cuando Napoleón invadió España, fue el pueblo el que se echó a la calle a luchar en condiciones muy precarias, sufriendo feroces represalias.
"En España lo mejor es el pueblo. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva", escribió Antonio Machado. Desgraciadamente, los señoritos siguen vendiendo la patria, como hizo Aznar con su campaña de privatizaciones o Ayuso, enriqueciendo a su familia durante la pandemia con obscenas comisiones. Ojalá pudiéramos librarnos de los Cayetanos, pero no lo lograremos, pues la ambición de algunos trabajadores es ganar dinero y convertirse en Cayetanos, lo cual garantiza que esa lacra nunca dejará de acompañarnos, como un parásito que muta para sobrevivir a los cambios de su entorno.
Rafael Narbona
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1. Ahora que se habla de la presunta santidad de Joseph Ratzinger, no está de más recordar su actitud nada caritativa como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Las sanciones que impuso ofenden a cualquier conciencia democrática.
2. Hans Küng, sacerdote y teólogo, perdió su licencia para enseñar teología católica por cuestionar la infalibilidad papal, un dogma político impuesto por Pío IX para contrarrestar la pérdida de poder político del Vaticano.
3. Leonardo Boff, sacerdote franciscano y teólogo, fue condenado a guardar silencio por sus tesis a favor de la teología de la liberación, una corriente que defendió la opción preferencial por los pobres y que luchó contra la desigualdad en América Latina.