En las calles de la Rusia controlada por Kiev hay más patos que personas. Más dudas que respuestas, y columnas de humo que se elevan en el cielo.
También mucho silencio, interrumpido a veces por las explosiones y el sonido de los disparos.
Ucrania no solo penetra en Kursk. Amplía los flancos para proteger el avance, capturar territorio y embolsar militares rusos, mientras castiga sus líneas logísticas.
Pero eso queda lejos de paisanos como Volodymyr o Yevheniia, que quieren pan, agua y vivir en su ciudad.
"Crees que Vladímir Vladímirovich ha pasado por aquí? Yo no le he visto", me decía Volodymyr.
Con 82 años, 10 pollos y una dentadura que se le escapaba al hablar, observaba la calle vacía agarrado a su bastón.
Es el único vecino que sigue viendo en su calle de Sudzha.
Otros roban en tiendas, se esconden en refugios, como el de la escuela, o se han marchado.
Le pese al que le pese, Sudzha no se parecía en nada -ni en sangre, destrucción o persecución- a Borodyanka, Bucha, Jerson… o cualquier ciudad ucraniana ocupada por Moscú.
El éxito en Kursk ha elevado la moral, aunque viene con preguntas incómodas para algunos ucranianos.
Si el discurso dominante culpa a “todos los rusos”, y no solo a Putin, ¿cómo deberían ser tratados los residentes de Kursk? ¿Quién debe gobernar esos territorios? ¿Hasta cuando?
¿Generará el mismo rechazo en el largo plazo que la ocupación rusa del Donbás?
La mayoría de estas inquietudes se expresan en privado. Pero ni la sangre ni el fuego se detienen por las dudas en la guerra.
Como tampoco se detienen ya los coches en la frontera .
La aduana, ahora un retorcido esqueleto de metal, apenas es una sombra ennegrecida de lo que fue.
A pocos metros, un cartel azul y amarillo brilla casi intacto.
Dividido en dos partes iguales, se eleva varios metros con una palabra escrita en cirílico y latino: UCRANIA.
Tanques, quads y camiones llenos de soldados armados avanzan sin pausa bajo sus pies…
Uno de esos vehículos luce la pegatina que mejor resume el estado vital de este país exhausto: “Que le jodan a Putin”.
La guerra llega a Rusia 80 años después. Nadie teme ya al dictador.
En la película del antiguo legionario hay algunas verdades: su tiempo en Ucrania, su paso por el hospital y la foto con Zelenski.
Pero también incongruencias: el número y grado de medallas, su participación en Irpin, la entrevista en la que decía ser mercenario…
… su integración en el batallon Kyiv, la posterior lucha a "800 metros de los rusos" en el sur durante cuatro meses, la ocurrencia sobre cómo se derribó el Moskva, su participación en la reconquista de Jersón…