A raíz de este post en Instagram, voy a explicar, como se lo expliqué a mi marido, porqué elegiría encontrarme con un oso. No es porque eligiendo al oso somos "más feministas". Es una elección estudiada y premeditada, al menos en mi caso. (Sigo ⬇️) 
Cuando tenía apenas 5 años, un compañero del cole me perseguía con unas tijeras a la hora del recreo diciendo, y recuerdo las palabras exactas: "muchacha, te voy a cortar la falda", y decía además que se iba a casar conmigo. Me pasé recreos atemorizada escondida bajo los setos.
Durante la primaria, varios compañeros me intentaban tocar en todas mis partes privadas e incluso besar en la boca a la fuerza. También inventaban cancioncillas obscenas que incluían mi nombre. Cabe destacar que ningún maestro o maestra hizo nada para pararlo en seco.
¿Qué os voy a contar de la adolescencia? En aquella época pasé miedo real. La cantidad de veces que me tocaron el culo a plena luz del día. Las barbaridades que me han confesado que "me harían" hombres de edades variadas desde sus coches o a grito pelado desde la otra calle.
O aquella tarde de invierno, con 15 años, cuando salí al supermercado con mi hermana y en el trayecto, que duraba 3 minutos, un hombre que se cruzaba con nosotras me agarró fuerte del pecho izquierdo al tiempo que me apretaba y me empujaba con violencia hacia atrás.
Mi corazón se aceleró pero mi cuerpo fue incapaz de moverse durante unos segundos hasta que reaccionó empecé a correr gritándole a mi hermana que corriera también. Éramos dos, si hubiese estado sola no sé qué hubiera pasado.
Más de lo mismo durante la juventud, aunque cada vez yo más cauta. Caminando a paso rápido con la llave de casa entre el índice y el corazón, haciendo como que hablo por teléfono, o llamando de verdad. Porque por desgracia he aprendido cómo funciona el mundo.
La última vez que sufrí una situación desagradable (en realidad dos, de dos hombres diferentes, en dos contextos diferentes) fue hace poco más de un año, en pleno posparto, pero aún no estoy lista para hablar de ello.
Mi pesadilla más recurrente es que me intentan vi0lar o abusar. O que me cruzo con algún hombre con malas intenciones en un lugar solitario e intento escapar, pero no puedo. Cuando imagino la escena del bosque no puedo evitar sentir la sensación de terror de mis pesadillas.
Si me encontrara con un hombre en el bosque, aunque pareciera una persona agradable y sin mala intención, sentiría mi corazón palpitar muy fuerte. Mi cabeza produciría una y otra vez un: "¿y si...?". Y si finalmente intentara abusar de mí, se estaría cumpliendo mi peor pesadilla.
Si me encontrara con un oso, en el peor de los casos moriría de un zarpazo o desangrada de un bocado. En el mejor de los casos podría escapar o ahuyentarlo.
En ambas situaciones podría vivir o morir. Es más, seguramente tenga más posibilidades de salir ilesa en un encuentro con un hombre. Pero la mera posibilidad de que suceda la contrario, de ser agredida o violentada por un hombre, mi cerebro la percibe como el peor de los finales.
La mayoría de mujeres hemos vivido situaciones como las que cuento. Pero creo que la mayoría de hombres no lo sabéis y entiendo, hasta cierto punto, que os sintáis ofendidos cuando decimos que preferimos al oso.
Pero, lamentablemente, las experiencias (propias y ajenas) fruto de la sociedad en la que vivimos, son las que nos llevan a querer evitar a toda costa el encontronazo con un hombre en un lugar solitario.
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