Rosa Luxemburgo, en la carta que escribió la noche antes de su asesinato:
"La revolución es la única forma de guerra - y esta es una de las leyes de su desarrollo- en la cual la victoria final solo puede ser obtenida por una serie de derrotas (...)
¿Qué nos enseña toda la historia de la revoluciones modernas y del socialismo? El primer fogonazo de la lucha de clases en Europa terminó en una derrota. La sublevación de los trabajadores de las fábricas de seda en Lyon, en 1813, se pagó con un tremendo fracaso (...)
Derrota también para el movimiento cartista en Inglaterra. Derrota aplastante para el levantamiento del proletariado parisino durante las jornadas de junio de 1848. La Comuna de París, para terminar, también conoció una terrible derrota (...)
La trayectoria del socialismo -considerando las luchas revolucionarias- está sembrada de derrotas.
¡Y sin embargo, esta historia conduce irresistiblemente, paso a paso, a la victoria final!
¿En qué etapa estaríamos hoy sin todas estas "derrotas", de donde hemos tomado nuestra experiencia, nuestros conocimientos, la fuerza y el idealismo que nos animan?
Hoy, que hemos llegado exactamente a la vigilia del combate final de la lucha proletaria, nosotros nos plantamos sobre estas derrotas, y no podemos renunciar a una sola de ellas puesto que cada una nos sacaría una porción de nuestras fuerzas, una parte de nuestra lucidez"
Rosa Luxemburgo escribió está carta al calor de una terrible derrota, la de la revolución alemana. Y sabiendo, seguramente, que al día siguiente moriría, dejó para las generaciones futuras una lección: estudiad la derrota y no la temáis. Su orden está edificado sobre arena.
El desalojo de la Atalaya, que hoy se presenta como derrota, no podrá amedrentar ni desanimar a toda una clase en lucha por su emancipación.
Sino que solo le dará más fuerza para construir, con paciencia y tesón, las bases de la victoria final.