Los insultos que están sufriendo @anapardodevera y los que la hemos defendido no proceden solo de bots. Un sector creciente de la sociedad simpatiza con la ultraderecha. No es un fenómenos nuevo. El fascismo dormitaba en el vientre pútrido del PP, amordazado por cálculos electorales. Ahora se manifiesta sin complejos y ha encontrado en @IdiazAyuso el liderazgo que anhelaba.
La horda que insulta a Ana Pardo de Vera es la misma horda fascista que durante la Transición se dedicó a intimidar a los demócratas por las calles con bates de béisbol, cadenas, pistolas y bates. Se advierte el mismo odio, el mismo deseo de deshumanizar al adversario para justificar su aniquilación, el mismo matonismo, pero la estrategia es distinta. Ya no es necesario organizar un golpe de estado ejecutado por espadones con mostacho. La alianza entre la prensa canalla, los jueces nostálgicos del franquismo, la iglesia y los políticos sin escrúpulos se ha revelado mucho más eficaz que sacar los tanques a la calle.
La ola reaccionaria podría conseguir el poder en España durante la próxima legislatura, lo cual significará más darwinismo social, menos servicios sociales, más desigualdad, menos libertad, más represión. Y este programa se aplicará con los votos obtenidos en las urnas, muchas veces de trabajadores con sueldos precarios o en paro. Duele pensar en lo que nos espera. El huevo de la serpiente ha eclosionado en muchos países y sus criaturas ya se arrastran por la tierra, propagando su veneno.
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1. Ahora que se habla de la presunta santidad de Joseph Ratzinger, no está de más recordar su actitud nada caritativa como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Las sanciones que impuso ofenden a cualquier conciencia democrática.
2. Hans Küng, sacerdote y teólogo, perdió su licencia para enseñar teología católica por cuestionar la infalibilidad papal, un dogma político impuesto por Pío IX para contrarrestar la pérdida de poder político del Vaticano.
3. Leonardo Boff, sacerdote franciscano y teólogo, fue condenado a guardar silencio por sus tesis a favor de la teología de la liberación, una corriente que defendió la opción preferencial por los pobres y que luchó contra la desigualdad en América Latina.