Nos han enseñado a ver el mundo con los ojos de nuestros opresores.
Nos repiten que es el empresario el que crea empleos, que sin inversores no hay progreso, que las crisis son inevitables. Nos adiestran en la resignación: si la empresa cierra, es culpa del mercado;
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Nos repiten que es el empresario el que crea empleos, que sin inversores no hay progreso, que las crisis son inevitables. Nos adiestran en la resignación: si la empresa cierra, es culpa del mercado;
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si los precios suben, es la inflación; si los salarios no alcanzan, hay que esforzarse más. Nos inculcan que somos individuos aislados, que el éxito es personal y el fracaso también. Pero la realidad golpea más fuerte: el trabajador más disciplinado sigue siendo pobre +
si el patrón lo decide; el más hábil es despedido cuando ya no es rentable; el más leal es reemplazado cuando una máquina o un esclavo más barato toma su lugar.
La miseria no es un error del sistema, es su combustible.
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La miseria no es un error del sistema, es su combustible.
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La escasez de vivienda no es un accidente: es necesaria para que los alquileres suban. La sobreexplotación no es un exceso: es la base de su ganancia. Los gobiernos no son árbitros neutrales: son los administradores de este robo organizado.
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Las leyes, la policía, los jueces, los medios de comunicación, las universidades: todo está al servicio de un solo objetivo, garantizar que el capital siga acumulándose en pocas manos. No hay política dentro del capitalismo que pueda revertir esto.
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No hay reformas posibles que conviertan el trabajo asalariado en libertad. El sistema no tiene frenos internos. Cada crisis es una oportunidad para reconfigurarse, para hundirnos más en la miseria mientras unos pocos se salvan.
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No podemos esperar a que el capitalismo caiga: hay que tumbarlo. Y para eso, hay que construir una fuerza organizada, una clase obrera consciente y preparada para arrebatar el control de la producción, de la distribución, de la vida misma.
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No basta con la protesta. No basta con la indignación. No basta con los paros simbólicos ni con la negociación de mejores condiciones dentro de la misma jaula. No basta con crear alternativas aisladas, porque el poder nos clausura en cuanto superamos cierto umbral.
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La historia lo demuestra: los partidos obreros que crecieron demasiado fueron absorbidos o destruidos; los sindicatos que desafiaron los límites legales fueron perseguidos; las comunidades que intentaron vivir al margen del mercado fueron aplastadas.
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El poder económico se defiende con todas sus armas: políticas, jurídicas, educativas y militares. Solo una fuerza capaz de confrontarlo en todos esos frentes puede vencer. Necesitamos estructuras de base disciplinadas en la teoría y la lucha revolucionaria.
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Las huelgas espontáneas, las protestas improvisadas y las explosiones de rabia son insuficientes. Necesitamos organizaciones con formación ideológica y preparación estratégica.
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Círculos de trabajadores que no solo discutan la explotación, sino que planifiquen cómo arrebatar el control. Estas organizaciones no deben estar a merced del legalismo burgués: deben ser capaces de actuar sin depender de la libertad de asociación que la burguesía concede.
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No pedimos gestión obrera dentro del capitalismo, sino el control total sobre los medios de producción. No basta con sindicatos que luchen por mejores condiciones: necesitamos comités de trabajadores que decidan qué se produce, para quién y cómo.
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No basta con recuperar fábricas: hay que expropiar la industria. No basta con resistir desalojos: hay que planificar cómo distribuir la vivienda. No podemos confiar en los parlamentos ni en los partidos que dicen defendernos mientras aceptan las reglas del enemigo.
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Nuestra lucha es irreconciliable con el Estado burgués. No buscamos reformas, buscamos el poder. La burguesía no cederá sin luchar. Desde la primera huelga hasta la toma del poder, la reacción capitalista se manifestará con violencia: despidos, encarcelamientos, asesinatos.
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Sin una estructura de defensa, sin una estrategia para enfrentar la represión, cualquier movimiento revolucionario será destruido antes de madurar. La autodefensa no es un acto desesperado, es una necesidad.
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El capitalismo no puede ser reformado. La explotación no puede ser suavizada. El poder no se pide: se toma. La revolución no es un ideal lejano: es una necesidad histórica.
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La única verdad aquí y ahora es que solo una clase obrera consciente, organizada y decidida podrá hacerlo realidad. El tiempo de esperar ha terminado. O tomamos el poder, o nos hundimos en la barbarie.
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Buen fin de semana a todos. 
El texto completo lo he publicado en mi Substack.
"La dictadura obrera, el partido de nuevo tipo, el estado proletario y la implantación de la ideología"
deymoond.substack.com/p/la-dictadura…
"La dictadura obrera, el partido de nuevo tipo, el estado proletario y la implantación de la ideología"
deymoond.substack.com/p/la-dictadura…
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