Thread by @kursant_1917

Un problema general de la retórica del auge reaccionario es que en buena medida descansa en los resultados electorales. Resultados que, además de falibles, no computan ni registran clases sociales.

https://twitter.com/NombreFalso1231/status/1929549108076781635

La tendencia al reaccionarismo entre la pequeña burguesía, por ejemplo, es innegable, pero el mapeado de los distritos electorales no distingue entre pequeñoburgueses y proletarios.

Y si consideramos los resultados electorales como prueba definitiva, en el barrio obrero el verdadero ganador es o el PSOE o la abstención. Abstención que no es necesariamente positiva,

https://x.com/kursant_1917/status/1798682152730820972

porque la desafección a la política no toma aquí necesariamente una forma progresista, sino un simple desengaño. Lo que demuestra es que, por encima de todo, la gente está cansada del ritual laico electoral,

de esa danza de la lluvia cuatrianual de boleto y urna que siempre culmina con la sustitución o el mantenimiento de una nueva camarilla de ladrones incapaces y/o indolentes.

Pero lo que medra en su lugar es la ideología reaccionaria que hoy protagoniza este «gran giro», la del ser tu propio jefe, la del miedo al okupa, la del odio al moro.

Sí, ciertamente existe un giro social reaccionario, en gran medida articulado conscientemente como contraataque al feminismo, pero que realmente es resultado de la agravación de las contradicciones del capitalismo,

que ahora ponen en jaque a la familia, al trabajo asalariado, a la nación. Pero creemos que el sentido de urgencia que impregna el combate contra el «auge reaccionario» es políticamente inoperante.

Y lo es porque se cimenta en una batalla ideológica que se lucha comunicativamente, propagandísticamente, tal y como señala aquí @psicocritik:

https://x.com/psicocritik/status/1927333556914626766

Recordemos que la era de «progresismo» abanderado por Podemos arrancó con la gran estafa del 15-M; y que su punta de lanza, el feminismo, fue poco más que pegamento para la pequeña burguesía.

Y aun así tenemos que al final del día, y a pesar del «auge reaccionario», casi ninguna fuerza política en España pone en duda cosas como el matrimonio homosexual o el derecho al aborto.

Al contrario: utilizan estos elementos, que en el año 2005 fueron fruto de la más salvaje de las controversias, para atacar al proletariado inmigrante. Un proletariado inmigrante que, no nos engañemos,

dista mucho de ser inmediatamente progresista. Tampoco lo es el proletariado nacional, por lo general más acomodado, pero éste tiende a aceptar las cuestiones anteriormente señaladas con más facilidad.

Pero la organización del proletariado inmigrante es doblemente esencial: se emplea en los sectores estratégicos de la producción –agricultura, construcción, logística–, y constituye la efectuación del internacionalismo proletario.

Y esta dualidad nunca es enfrentada honestamente, porque la batalla que se lucha en base al «auge reaccionario» es una batalla por el relato, en la que el obrero reaccionario es aristócrata obrero si es nacional,

o una caricatura extrañamente santificada si es inmigrante. De forma paradójica, cualquier partido comunista histórico ha sentado sus bases sobre unos proletarios bastante más reaccionarios que hoy.

Y de forma todavía más anómala, estos partidos comunistas han sido punta de lanza indiscutible en la consecución de determinados derechos sociales… basando sus fuerzas y esfuerzos en estos elementos.

No, el problema no es el auge reaccionario, sino la nulidad del comunismo. El encuadramiento del proletario, la acción política bien orientada y el trabajo organizativo común son capaces de anular los impulsos reaccionarios.

De lo que se trata no es de realizar agitación y propaganda perpetuas esperando que permeen entre el proletariado, sino de organizarlo allí donde se encuentra; de destacar comunistas que trabajen asalariadamente para trabajar políticamente.

Por lo demás, la política basada en advertir de que viene el lobo lleva desplegándose como mínimo cinco años. Creemos que los resultados bastan para sentenciar que es un rotundo fracaso.