Hoy hablaremos sobre la Navidad en la Unión Soviética, especialmente durante sus primeros años. De la prohibición a la adaptación y, luego, a la «rehabilitación».
Creemos que esta cuestión es interesante para extraer algunas lecciones históricas sobre el trato que los comunistas en el poder dan a la religión. Al ser esto un hilo de Twitter, seremos extremadamente breves. Aquí algunas recomendaciones:
Lo primero que debemos entender es que la Navidad en la Rusia prerrevolucionaria se manifestaba de formas muy distintas, más siendo que el Imperio era un batiburrillo étnico y religioso.
En líneas generales, la Navidad que experimentaban la mayoría de los cristianos –ortodoxos, católicos, griegos, etc.– era una Navidad «a la campesina»; un día de liturgia y reunión familiar sin consumo desenfrenado, y una fiesta profundamente ideologizada «a la zarista».
En la ciudad, particularmente entre la aristocracia urbana, la burguesía y los profesionales liberales, las celebraciones navideñas recordaban bastante más a sus homólogas occidentales, especialmente gracias a la influencia –y los bienes de consumo– alemanes.
Al llegar los bolcheviques al poder, la celebración de la Navidad en el espacio público fue prohibida por decreto, y se iniciaron una serie de campañas agresivas en contra de las festividades.
Para el proletario urbano, la Navidad había sido un «lujo burgués»; y la Navidad de los campesinos era una festividad extremadamente reaccionaria reforzaba los lazos con el clero, que no sería purgado sistemáticamente hasta 1929.
Las campañas agitativas y propagandísticas contra la Navidad fueron articuladas por Yemelyán Yaroslavski, la Sociedad sin Dios y el Comité Antirreligioso. Aunque durante los años 20 las campañas descansaban en políticas generales y el fervor espontáneo de las masas,
a partir de 1928, con la Revolución Cultural Soviética y el Primer Plan Quinquenal, el ataque a la Navidad fue sistemático: multas estratosféricas por decorar los árboles, piquetes en puertas de iglesias, detenciones por contrabando de decoración navideña, etc.
Los activistas del Komsomol se desplazaban por el país incitando a los obreros a hacer horas extra el día de Navidad –cosa que beneficiaba los objetivos del Plan Quinquenal, por cierto–. Pero los resultados fueron mixtos. Si bien las celebraciones navideñas públicas se disiparon,
el Gosplan y los sóviets locales notaban el resentimiento de la supresión absoluta de la Navidad. Y es que con ella, la URSS suprimió también los días festivos invernales, cruciales en un país en el que las temperaturas bajo cero en esas fechas estaban aseguradas.
En 1936, con la finalización del Segundo Plan Quinquenal y tras la purga masiva del sacerdocio, el Comité Central del PCUS decidió «restaurar» parcialmente la Navidad.
Con el fin del racionamiento y el desarrollo industrial, el Partido ponía ahora el acento en el bienestar y el consumo de las masas, especialmente de productos que en occidente seguían siendo considerados de lujo,
como el champán, el caviar, los juguetes mecánicos o los helados. Además, la eliminación física y legal de la Iglesia Ortodoxa, así como el afianzamiento ideológico, pensaron, daban una mayor seguridad.
Fue así que se estableció la celebración de Año Nuevo –«Novy God»– como un día de importancia –aunque no festivo–, se reintrodujo el árbol navideño –ahora «invernal»–, y se rehabilitó «Ded Moroz», figura pagana reminiscente de San Nicolás.
Para su reincorporación, Dez Moroz fue asociado a la figura de los exploradores del Ártico, héroes populares soviéticos como Otto Schmidt. La carta de Pavel Postyshev de 1935 sobre la «laicización» de la Navidad sintetiza bastante bien la intencionalidad:
Con la Segunda Guerra Mundial, la rehabilitación parcial de la Iglesia para galvanizar a la población supuso una mayor relajación de la política antirreligiosa y, por tanto, de la «Navidad». Las postales navideñas, en las que el Ded Moroz antifascista es común, dan fe de ello.
Y aunque tras el final de la guerra el sacerdocio fue reenviado inmediatamente a campos de trabajo y se reanudó una política anticlerical estricta, la celebración del Año Nuevo quedó cimentada como una «nueva Navidad» en 1948,
cuando fue declarado día festivo en la Unión Soviética. Tras la guerra, el día de Año Nuevo fue cobrando más y más el carácter navideño «a la consumista», hasta el punto que en la década de 1970 era ya casi indistinguible de la Navidad occidental.
En fin, camaradas, estos son solo algunos retazos de la relación de la URSS con la Navidad. Examinar su toma y daca contra la Navidad y la religión en general es un ejercicio importantísimo para articular una estrategia religiosa -o antirreligiosa, mejor dicho-.
Siendo que un hilo de Twitter no puede ir más allá de la curiosidad por su extensión, aprovecharemos para desearos unos felices días de descanso -si es que los tenéis-. Esperamos que os sirvan para recobrar fuerza. ¡Saludos comunistas!
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Por el contrario, creemos que la resolución es eminentemente práctica y pasa por empezar a organizarse en nuestros respectivos países.
El objetivo del documento era resolver y dirigir el debate hacia una resolución práctica: organizarse en los centros productivos.
Para ello se nos hacía necesario desmentir lo que consideramos que es uno de los principales impedimentos autoimpuestos por el movimiento comunista: la supuesta hegemonía impenetrable de la aristocracia obrera.
Camaradas, hoy publicamos el artículo «Sobre la aristocracia obrera», un repaso crítico de las distintas desviaciones y lugares comunes que presenta el movimiento comunista sobre la cuestión de esta fracción de clase.
Este es el primer artículo que lanzamos desde la publicación de nuestro Programa en mayo, donde entre otras cosas hablamos de la importancia de la proletarización del movimiento comunista, cuestión en la que hemos ido insistiendo desde entonces.
El movimiento comunista hoy debe afrontar necesariamente la cuestión de la aristocracia obrera, uno de los grandes temas sobre el que se han generado múltiples debates y discusiones, algunos más fructíferos que otros.
Se habla mucho últimamente del auge del fascismo y de como prolifera su propaganda infectando cada vez más espacios de transmisión ideológica. Pero a menudo no quedan claras las características de esta propaganda, como se articula discursivamente y los objetivos que persigue.
El objetivo principal de la propaganda fascista es el ocultamiento de la sociedad de clases, para arrastrar al mayor número de proletarios a sus coordenadas ideológicas que, aunque en ocasiones puedan revestir tintes obreristas son, en definitiva, favorables a la burguesía.
Este tipo de propaganda busca entonces la división del proletariado, para lo cual necesita erigir un sujeto de entre las filas de la clase obrera que pueda ser objeto de la proyección de todos los males. El sujeto concreto varía en función del lugar y de la etapa histórica.
7 de noviembre de 1917. Al estallar la Gran Guerra, el zar pensó que «San Petersburgo» era un nombre demasiado alemán, y que el cambio a «Petrogrado» avivaría el nacionalismo ruso en su imperio multiétnico.
A los cazadores nenet aquello de «Petrogrado» les suena alienígena. Han sido traídos de la lejana Siberia para morir en una zanja en la Ucrania austrohúngara.
La mayoría no hablan ruso, y desde luego que odian al oficial que los usa como carnaza. Los soldados de la 18ª División de Rifles Siberianos aguantan el frente como pueden.
Amazon despedirá a 600.000 trabajadores para reemplazarlos por robots para el año 2033. Sin querer entrar en detalle en cuestiones complejas, sí querríamos decir una serie de cosas.
Las estimaciones establecen que la media de duración de un trabajador en una planta logística de Amazon en Estados Unidos ronda los 2 años. Esta cifra se desploma a los ocho meses en las profesiones no-cualificadas.
Esto tiene causas diversas, pero, en lo fundamental, podemos reducirlo a una que se desdobla en dos: (1) las condiciones de trabajo draconianas y (2) la política de la compañía. Recomendamos la lectura del artículo que enlazamos en la descripción de la imagen.
La huelga es una forma de lucha colectiva de los trabajadores, es la interrupción voluntaria del trabajo, es un instrumento de organización y conciencia de clase. Vale la pena hoy hacer un breve apunte sobre qué significa esto:
La huelga cumple un doble papel. Por un lado, permite a los trabajadores obtener mejoras inmediatas como una reducción de la jornada o un aumento salarial. Por otro, es un mecanismo organizativo para elevar la consciencia de los trabajadores y reconocerse como clase social.
La huelga revela con claridad las contradicciones inherentes del sistema capitalista. La fuerza de trabajo de los obreros es esencial para la producción: sin los trabajadores, no se fabrican bienes ni se generan servicios, el capital pierde su capacidad de producir valor.