Fran Navarro ⚠︎ Profile picture
Historiador de lo macabro. Escritor de lo grotesco. En @muyinteresante y @zendalibros. ✉️ contacto@frannavarrobenitez.com

Feb 10, 2019, 21 tweets

En la Antigüedad también hubo espías y códigos secretos. Vamos con otro #Hilostoria sobre este asunto tan curioso.

Claro está, desde que existen la política y las guerras, el ser humano ha tenido la necesidad de intercambiar información sin que llegue a los oídos equivocados.

Mis akropolitanos más gamers seguro que han utilizado más de una vez la figura del espía en el videojuego "Rome" para buscar algún beneficio a la facción que defendías. (Qué friki y viejo acabo de sentirme)

Pero, si nos vamos la historia, ¿cómo hacían los que vivieron en la Antigüedad para comunicarse sin que se enterase el enemigo?

Por supuesto, la comunicación oral era el método más básico y sencillo. Pero no siempre había la posibilidad de comunicación (pongan aquí cualquier barrera geográfica, militar, física, etc.) y no siempre se tenía alguien de total confianza para llevar un mensaje.

Aquí es donde el cerebro humano empieza a maquinar inventando métodos de escritura oculta (la esteganografía) o códigos secretos (la criptografía).

Y maquinando estas cosas tenemos a un exponente destacado: Eneas el Táctico. Podría ser el próximo 007, sí. La cosa es que este autor dedicó, en el siglo IV a.C., un capítulo a los métodos de transmisión de información secreta en su tratado sobre técnicas militares: Poliorcética.

Describía métodos curiosos: hinchar un vejiga y escribir sobre ella, así al deshincharse el mensaje quedaba oculto y recuperar la información volviendo a hincharla. Escribir el mensaje en láminas pequeñas de plomo que se pudieran enrollar y colgarse las mujeres como pendientes.

Escribir la información en hojas medicinales o vendas que tapasen alguna herida. Y, por supuesto, el uso de animales como perros con el mensaje cosido a la correa.

Para solventar el problema de la desconfianza, Eneas el Táctico propone enviar un mensajero con información intrascendente y, la noche antes de su partida, introducirle el mensaje en la suela de las sandalias.

Trastocar las palabras de las maneras más diversas posibles también fue otro sistema. Eneas habla de la sustitución de las vocales por puntos: la "a" un punto, la "e" dos, la "i" tres puntos, etc. De forma que "Akrópolis" o "Eneas" se escribirían así:

Pero (y aquí viene lo más interesante) hubo métodos más complejos y rocambolescos. (Muajaja, vamos allá). Uno que suele ser conocido es la escítala laconia: se enrollaba una tira de "papel" en una escítala (un bastón, un palo, vaya), y se escribía sobre el soporte enrollado.

El destinatario del mensaje tenía que tener una escítala del mismo grosor y longitud para poder leer el mensaje, aparentemente sin sentido al leerlo en la tira de papel desenrollado.

Para la información a distancia se puede leer sobre la antorcha hidráulica. Un sistema por el que emisor y destinatario se ponían de acuerdo llenando o vaciando de agua un recipiente mediante señales de antorchas.

De esta forma se hacía subir o bajar una vara clavada en un corcho en la que emisor y receptor tenían escritos el mismo mensaje a la misma altura. Ya os dije que la cosa se complicaba, sí.

Voy a terminar con tres llamativos ejemplos según se cuentan. Demarato avisó a sus compatriotas los espartanos de la invasión en persa de 480 a.C. utilizando las tabillas de cera de manera opuesta: raspó la cera y escribió el mensaje sobre la madera, que cubrió de nuevo con cera.

El noble Hárpago, vestido de cazador, llevó una liebre a la corte persa y avisó a Ciro I que debía desollarla personalmente. El rey persa encontró un mensaje entre las tripas del animal por el que Hárpago le avisaba de su apoyo si atacaba a los medos.

Y, mi favorito, Heródoto cuenta que durante la preparación de la rebelión de las ciudades jonias contra los persas, Histieo de Mileto tenía que informar desde la corte persa a su compatriota Aristágoras para que comenzara el alzamiento.

La ocurrencia fue afeitar la cabeza a un esclavo y le tatuó el mensaje en el cuero cabelludo. Esperó a que le creciera el pelo para ocultar el mensaje y envió el esclavo a Mileto, donde lo afeitaron para leer el mensaje.

El propio mensajero no podía conocer el mensaje, por lo que no podría revelarlo aun siendo torturado y, con ello, solucionaban el problema de la falta de confianza y los propios límites militares de un plumazo. Reventando el maquinómetro estos griegos, sí señor.

Y hasta aquí este #Hilostoria akropolitano. Espero que os haya gustado o, como poco, despertado curiosidad. Si queréis más, Eneas el Táctico es vuestra lectura, o "Los códigos secretos" de Didier Muller os puede ampliar más allá de la antigüedad.

Un S·L::·D::

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