En uno de nuestros #CuentosDeMedianoche anteriores relatábamos la historia de "La Sayona", sin duda uno de los espantos y almas en pena más temidos y populares de Venezuela: La hermosa dama que enamora a los hombres en nuestras carreteras y caminos.
Algunos seguidores nos preguntaban entonces si "La Sayona" y "La Llorona" eran la misma aparición...
No, se trata de dos almas en pena diferentes, cada una con una cruenta y desgarradora leyenda alrededor de ellas, sin tener ninguna relación espectral o de tiempo entre ellas.
La Sayona se les aparece a los hombres infieles, mujeriegos o de mal comportamiento, seduciéndolos hasta perder la consciencia al guiarlos hasta el cementerio, pero la Llorona puede aparecerle por igual a hombres, mujeres y niños, llorando y gritando: “¡Mis hijos, mis hijos!”
Quienes las han visto afirman que la Llorona es mucho más joven, de piel muy blanca y larga cabellera negra, pero a diferencia de la Sayona que sólo viste saya blanca, lleva una bata blanca larga debajo y otra negra encima con un bebé en brazos...
Aunque no son primas ni hermanas, como muchos afirman, ambas comparten una gran popularidad más allá de nuestras fronteras, extendiéndose sus leyendas por casi toda América Latina... eso sí, con muchas versiones diferentes, particularidades e incluso contradicciones entre ellas.
En el caso venezolano, la versión más popular de La Llorona la identifica como una joven española de la colonia, de una belleza extraordinaria, tez muy blanca y una larga cabellera negra como azabache, la cual vivía en una de las grandes haciendas a las afueras de Caracas.
Cuenta la leyenda que la joven rechazó casarse con un español, enamorándose de un indígena con quien tuvo dos hijos, lo que fue considerado como una ofensa por su padre y hermanos, debido a que los indígenas eran tenidos como seres inferiores, sin almas, de origen sobrenatural...
Los hermanos de la joven, en un momento de descuido, le quitaron los niños y los ahogaron en el río, obligándola a casarse con el español.
Otra versión indica lo contrario, que fue la propia joven quien los ahogó para no exponerlos a la ira de sus familiares.
Desde entonces la joven enloqueció, escapándose de casa para vagar por los campos, vestida con una bata blanca de dormir y su larga cabellera negra, que muchos confunden con otra bata negra con capucha, llorando y con lamentos desgarradores buscando a sus hijos cerca del río.
Quienes la veían quedaban petrificados, con el único recurso de santiguarse y encomendarse a Dios, a lo cual La Llorona se alejaba con su tristeza y gritos lastimeros hacia el río, intentando encontrar a sus hijos perdidos; con el tiempo, murió de pena y su alma quedó errante.
A pesar de su condición sobrenatural, la leyenda de la Llorona ha servido para espantar a los niños, asustar a hombres y mujeres para que sean fieles a sus parejas, así como para la reflexión sobre la eterna condena al romper los principios, valores y cánones éticos y morales.
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