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Valorar y mantener el legado del pasado en nuestro presente es el más valioso paso que podemos dar hacia el futuro.

Jul 24, 2020, 22 tweets

Para quienes no pudieron seguir nuestra última sesión de #CuentosDeMedianoche en el ⚰ "Cementerio de los Hijos de Dios", aquí les dejamos el hilo.

Mañana, a las 11:50 pm., si el miedo lo permite, volveremos a adentrarnos en el cementerio con nuevos misterios. ¡Los esperamos!

Mientras disfrutamos de una agradable taza de café, complementaremos nuestro sesión anterior de #CuentosDeMedianoche con otra historia del viejo "Cementerio de los Hijos de Dios", aunque en esta oportunidad con menos imágenes debido a problemas de conexión web.

¿Nos acompañan?

Nuestra sesión de #CuentosDeMedianoche tiene lugar en una fría y lluviosa noche caraqueña de 1856, nada normal por la furiosa arremetida del agua, truenos y fuertes relámpagos que iluminaban la ciudad, cuyas calles quedaron convertidas en ríos que hacían imposible cruzarlas.

Buscando protección de la lluvia bajo los aleros iba Juan José, vecino de La Pastora y jornalero en el mercado de San Jacinto, a quien la tormenta había sorprendido en la calle mientras caminaba hacia la casa de Musiú Laval...

... ubicada muy cerca del nuevo Cementerio de los Hijos de Dios, al norte del Seminario de Caracas, en terrenos de Sabana del Blanco y Mecedores.

Monsieur Laval, conocido popularmente como Musiú Laval o "Bien Bien", frase que usaba cuando hacía un favor, era un antiguo esclavo antillano de las islas francesas de Martinica o Guadalupe (nunca se supo con exactitud cual).

Había llegado a Venezuela en 1855 luego de haberse abolido la esclavitud, el 24/03/1854, durante el gobierno del Gral. José Gregorio Monagas, estableciéndose en Caracas para probar mejor suerte.

Sin conocérsele actividad económica alguna, Musiú Laval logró amasar una gran fortuna en muy corto tiempo, haciéndose popular entre los más pobres de la ciudad, los indigentes y algunos otros "pedigueños" de oficio, que nunca faltan...

... a quienes ayudaba sin pedir nada a cambio. Tanto así que "Bien Bien" pasó a ser uno de los personajes más respetados de San José, La Pastora, Mecedores y otras zonas de Caracas, en donde financiaba todo tipo de obras de beneficiencia.

Pero, volvamos con Juan José, quien completamente empapado se encontraba ya en la puerta del "protector de los pobres". Tocó repetidas veces los aldabones sin obtener respuesta y pensó en retirarse...

... pero como necesitaba dinero para comprar medicamentos siguió insistiendo hasta que la puerta, misteriosamente, se abrió sola. El miedo, de pronto, le invadió de tal manera que lo paralizaba, corriéndole un sudor frío que le hacía temblar.

La casa estaba en penumbras, sólo iluminada por tenues ráfagas intermitentes como de llamas ardiendo hacia el fondo de la casa, sintiéndose un fuerte y nauseabundo olor a azufre que mareaba.

Finalmente, entró...

Se escucharon gritos e imprecacione, acompañados por muchas voces de fondo que parecían hablar todas en diferentes lenguas.

Juan José siguió avanzando hacia una habitación que parecía comunicarse con el traspatio, justo al frente del cementerio.

Allí, a través de una cortina, pudo ver la figura espectral de Musiú Laval vestido todo de rojo, en el medio de un amplio círculo de velas y antorchas, bailando desenfrenadamente y cantando alabanzas al maligno que tenían como coro aquellas voces de fondo.

De pronto, "Bien Bien" cesó de bailar y parándose frente a la antorcha gritó:

¡Ven, manifiéstate Príncipe mío, ven y hazte presente!

- así invocaba al maligno, totalmente fuera de sí, mientras sus ojos, desencajados, parecían proyectar llamaradas de un fuego intenso.

¡Aquí están los nombres de las almas que compré con tu dinero, son tuyas, ven a buscarlas!

- gritó, en un frenético frenesí y con la boca llena de espuma y fuego, diabólica estampa que se hacía aún más aterradora con el irrespirable olor a azufre que flotaba en el ambiente.

Aquella confesión casi paralizó de muerte a Juan José, quien a pesar de ello logró llegar a la puerta y allí, a pesar de que la lluvia seguía arreciando con fuerza, se lanzó a la carrera hacia las casas, logrando salvarse con bien de este encuentro.

A la mañana siguiente, repuesto del susto, informó de lo ocurrido a todos los vecinos quienes, alarmados y presas del pánico, empezaban a sacar conclusiones de quién era en realidad su "protector de los pobres".

Al comprender de dónde había hecho su fortuna y tener conciencia de lo que le debían, una gran multitud se hizo presente ante la casa de Musiú Laval para devolverle lo recibido por miedo a perder sus almas.

Poco a poco, "Bien Bien" cayó en desgracia, quedando completamente solo hasta morir años despues en su casa.

Curiosamente, fue enterrado en el "Cementerio de los Hijos de Dios".

Cuenta la leyenda que, después de su muerte, podía verse en las noches a Musiú Laval en compañía del maligno, vestido de rojo y prendido en fuego, revisando los nichos y las tumbas, señalándolas y diciendo:

"¡Ésta es una de mis almas, ésta es otra!".

Como siempre decimos, no podemos afirmar ni negar la veracidad de esta historia, entre tantas otras del anecdotario popular, pero "de que vuelan vuelan".

Gracias por acompañarnos, a pesar de la intermitencia de nuestra señal y la falta de imágenes.

¡Hasta mañana!

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