“La alabarda era usada por los piqueros de las compañías de arcabuceros para ‘hacerles las espaldas’ a estos frente a la caballería enemiga en terrenos donde las picas, por longitud y combate en orden cerrado, no eran viables. También en brechas y buques, por el mismo motivo”.
Y esta es la mía. Más de 2 metros de alabarda, con empuñadura metálica y una cinta longitudinal en cuero, que me regalaron, al irme, mis chicos de la 3ª compañía del “Asturias” 31. Atado a ella, un banderín bordado, de dimensiones reglamentarias, con flecos dorados y dos borlas.
En el anverso, el color blanco de la compañía con la Cruz de Borgoña en rojo y en el centro el escudo del regimiento “Asturias” 31 con la leyenda “Angeli me fecerunt”. Rodeando, BIMZ y 3ª compañía.
En el reverso, personalizado, las tres estrellas de capitán, el emblema del Ejército de Tierra sobre fondo verde y el lema de la compañía “No seremos los mejores, pero sí los más valientes” y el del regimiento, “El Cangrejo”, porque “Jamás volvió la espalda a sus enemigos”.
Escribe J. Albi, “ciertamente, era una tropa espléndida, pero casi imposible de mandar”. Sí, tuve con ellos alegrias y disgustos, eran (éramos) capaces de lo mejor y, en un segundo, de lo peor. Pero me hubiera ido al mismísimo infierno con ellos... y seguro que habría vuelto.
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