La satisfacción de vengar una afrenta. La toma de dos ciudades. Una gran escuadra. La disciplina española bajo el fuego que hizo huir a los famosos jenízaros otomanos. El día que los pabellones españoles oscurecieron el Mediterráneo. La conquista de Orán y Mazalquivir de 1732.
En abril de 1708, durante la Guerra de Sucesión Española, el bey otomano de Argel conquistó las estratégicas plazas de Orán y Mazalquivir, en el norte de África, que habían estado hasta entonces bajo dominio español, aprovechando los apuros de España, en la contienda europea.
Finalizada la guerra y afianzado en el trono, Felipe V organizó una expedición para recuperar las ciudades perdidas. La conquista fue en parte financiada por la ofensiva exitosa contra la República de Génova, dirigida hábilmente por el almirante de la Real Armada Blas de Lezo.
Don Blas arribó en el puerto de Génova con 6 navíos, exigiendo el pago de los dos millones de pesos pertenecientes a España que se hallaban retenidos en el Banco de San Jorge, además de un homenaje a la bandera real de España, so amenaza de bombardear la ciudad.
Los genoveses finalmente aceptaron todos los términos, honraron los colores del rey de España, Felipe V, y entregaron el montante. De los 2 millones de pesos, millón y medio iban a ser destinados a la nueva expedición de Orán y Mazalquivir, prácticamente todas las soldadas.
El 16 de marzo de 1732 comenzó a organizarse la conquista, en el puerto de Alicante. Terminados los preparativos, el 7 de junio, José Carrillo de Albornoz, duque de Montemar, que había sido elegido como jefe de la conquista, acudió al Convento de la Santísima Faz, para orar.
El puerto estaba lleno de mil palos, y todo tipo de velas, los escuadrones marchaban por las calles en formación. Todo había sido planeado hasta el último detalle, y la escuadra estaba lista para zarpar con el objetivo de recuperar las plazas y vengar la ofensa.
La gran flota estaba compuesta por 12 navíos de línea, 50 fragatas, 7 galeras, 26 galeotas, 4 bergantines, 97 jabeques, varias lanchas cañoneras y buques bomba, aproximadamente 109 barcos de transporte y varias naves menores y embarcaciones de diferentes clases.
En total, los barcos de la flota sumaban alrededor de 500 a 600. El comandante de la escuadra fue el teniente general de la Real Armada, Francisco Javier Cornejo, con insignia en el navío San Felipe, figurando como segundo comandante, en el navío Santiago, Blas de Lezo.
La flota causó gran asombro en toda Europa y entre los soldados había algunos escritores y poetas que registraron la campaña, llegando a describirla en estos términos: “Nunca antes el Mar Mediterráneo cubría tal variedad de banderas”.
Por su parta, el ejército expedicionario, dirigido por José Carrillo de Albornoz, estaba compuesto por 23 generales, 19 brigadas y 129 oficiales. La infantería constaba de 32 batallones: el batallón de artillería (de 600 hombres, 60 piezas de artillería y 20 morteros).
Los regimientos de guardias españoles, los regimientos de España, Soria, Vitoria, Cantabria y Asturias, los regimientos de Irlanda, del Úlster y Namur, los regimientos de Aragón, Henao, Amberes, el 1º y 3º regimiento de Suiza, el regimiento de Canarias y una compañía de fusileros
Sumando los guías nativos y el personal administrativo, médicos y funcionarios judiciales, en total: 23.100 hombres. Más la caballería los regimientos de la Reina y el Príncipe, Santiago y Granada y 4 regimientos de dragones de España. En total, 3372 jinetes.
El 15 de junio de 1732, todas las tropas estaban a bordo y todos los preparativos terminados y la flota estaba anclada en el puerto; al día siguiente la escuadra zarpó en perfecta formación. Pocos días después, debido a los vientos contrarios, debieron ponerse a cubierto.
El 24 de junio, después de superar sus dificultades, continuaron su viaje hacia Orán. El 27 de junio, la flota llegó a las costas de Orán, y Montemar ordenó a las tropas desembarcar en la playa de Aguadas, cerca de Mazalquivir, pero esto no podría llevarse a cabo todavía.
En la madrugada, las tropas comenzaron a desembarcar con apenas ninguna resistencia. Las tropas otomanas y argelinas, que hasta ese momento habían permanecido en posiciones defensivas, comenzaron a atacar a las tropas españolas.
Sin embargo, la potencia de fuego de las naves españolas, sobre todo del navío de línea Castilla, cubrieron a las tropas de desembarco por el uso de sus armas navales, diezmando y obligando a las tropas musulmanas a huir. Antes del mediodía, toda la infantería había desembarcado.
Después del mediodía, los granaderos, junto con la caballería, se comenzaron a reunir en una colina, siendo vistos desde el mar y desde donde las tropas españolas habían formado y tomado el control. El duque de Montemar, ordenó construir un pequeño fuerte para asegurarla.
Una compañía de fusileros protegió a los trabajadores de la fortaleza, pero dado a que estaban bajo ataque constante por la gran cantidad de tropas otomanas argelinas y finalmente, debido a la falta de municiones, comenzaron a retirarse.
Esta retirada dio una oportunidad a los otomanos, que avanzaron con cautela. Montemar, dándose cuenta de esto, envió a 16 compañías de infantería bajo el mando de Alejandro de la Motte y 4 escuadrones de Dragones de España para atacar la línea del frente de las tropas musulmanas.
El ataque de la caballería y la infantería fue tan intenso que causó muchas bajas en el enemigo y obligó a las tropas otomanas a retirarse a otra montaña distante. Contando con los jenízaros, los musulmanes y los turcos llegaron a ser cerca de 22.000 hombres en total.
De la Motte y su ejército siguieron avanzando hasta llegar a Mazalquivir, aterrorizados por la potencia de fuego intensa de los granaderos y las cargas, los jenizaros y las tropas del castillo de Mazalquivir se rindieron, a condición de que se les permitiera retirarse a Argel.
Inmediatamente después, el ejército de De la Motte tomó Mazalquivir. Montemar, al ver el éxito que había tenido, envió a su ejército a las montañas cercanas, donde estaban la mayoría de los laicos del enemigo, pero al ver el fuego español, desmoralizados, se retiraron.
La calidad y la disciplina del ejército español, había hecho mella en el orgullo de las tropas del Bey Hassan. Al día siguiente, Montemar envió un destacamento para confirmar la retirada otomana, entrando las tropas españolas en perfecta formación en la ciudad sin más oposición.
Finalmente, al día siguiente, el 2 de julio, la ciudad de Mazalquivir también se rindió ante las tropas de De La Motte, entrando los soldados en formación cerrada con sus banderas. El 5 de julio de 1732, un solemne Te Deum se cantó en Orán para conmemorar la victoria española.
Eugenio Gerardo Lobo, poeta y soldado, dedicó un poema a la conquista española:
“Ve, lucido escuadrón, ve, fuerte armada,
Del monarca de España empeño augusto
Y el pendón infeliz del moro adusto,
Su luna llore en ti siempre eclipsada”.
Sin embargo, los otomanos no desistirían tan fácilmente. Mañana la segunda parte.
Láminas de Ferrer Dalmau y Carlos Parrilla.
Uniformes de José Mª Bueno.
Cuadros y mapas variados.
Gracias por leer.
Share this Scrolly Tale with your friends.
A Scrolly Tale is a new way to read Twitter threads with a more visually immersive experience.
Discover more beautiful Scrolly Tales like this.