Jorge Decarlini Profile picture
Periodista freelance y guionista. Con @librosdelko he publicado '¡Milagro!' y '20 canciones'.

Nov 5, 2020, 16 tweets

La llamamos Revolución de Octubre aunque, de acuerdo a nuestro calendario, aconteciese a principios de noviembre. Un siglo después, Sabina escribió una canción desencantada y la tituló Leningrado. Un réquiem, como la definió. Es una de sus mejores composiciones recientes. Hilo.

"Es una canción que escribí lleno de amargura, por ver en qué ha quedado esa religión del siglo XX que fue la Revolución rusa y todo lo que vino después", explicó Sabina sobre una letra "muy nostálgica". Para hacerlo, el texto mezcla referencias políticas y un romance alegórico.

Los versos son sextillas de métrica libre; a veces se da alguna pirueta para intentar respetar la rima. El tema principal se salpimienta con frases sabinianas —"borracho como un rey desheredado", magnífica— o referencias de temáticas alejadas, incluso taurinas —"de grana y oro"—.

Pero lo primordial es el amorío y el ambiente soviético. Los primeros versos nos sitúan en una Leningrado donde la moneda valía poco y el alojamiento era cutre. El romance discurre en los viajes que hacían algunos españoles para asistir a los denominados Congresos de la Juventud.

Tras el tonteo inicial, la relación se consuma. Eso sirve de excusa para subrayar el tabú que representaba el sexo en la época.

Referencias locales: vodka, por supuesto. Los mencheviques eran la facción moderada del socialismo, liderada por Yuli Mártov y peleados con Lenin.

La estrofa se cierra con una alusión al famoso poema de G.A. Bécquer. Tiene sentido: en este punto de la historia son jóvenes, enamoradizos, y rebosan ilusión. La golondrina aparecerá dos veces más en el texto para simbolizar el cambio vital y el desengaño de los protagonistas.

Ese ímpetu de juventud se resume con un gran verso: la mera idea de envejecer con dignidad era una blasfemia.

El premio a la rima flexible recae en esta estrofa por mérito doble: "fue/aque" y "todo a cien/descosién", aunque he transcrito la letra sin partir las palabras.

Pero esa efervescencia se esfumó. Para explicar la desilusión, o quizás la imposibilidad del objetivo, llega un juego de palabras genial, digno del Sabina más inspirado: "La revolución tenía un talón de Aquiles al portador". Y la golondrina se topa con las ruinas de lo que fue.

Antes, identificación de la pareja con Ernesto Guevara y el concepto comunista de hombre nuevo y mejor surgido en la URSS. De inmediato se contrapone con dos acontecimientos que marcaron el cambio de época, el final de sus sueños: la caída del Muro y la guerra en los Balcanes.

Hasta aquí la doble historia de amor, la de aquella pareja y la revolucionaria. El resto de la canción son las ruinas sobre las que flota la golondrina.

Sabina bromea con que a él nunca le invitaron a esos Congresos de la Juventud, por eso ubica ahí esa relación ficticia.

La frialdad en un reencuentro muy posterior: nada que decirse. La edad del autor ya permite que las elipsis de medio siglo suenen verosímiles. El paso del tiempo se ejemplifica con el color de pelo de ella, y esa cerveza sin alcohol que sustituye al ya olvidado vodka con limón.

No hicieron ni el amago de seguir en contacto, ni siquiera el hipócrita "a ver si nos vemos". La golondrina reaparece para cerrar la letra: ya no anida ni enviuda, directamente se estrella. Aunque sea agua pasada, el narrador admite que todavía sangra aquella herida mal cerrada.

El germen fue el verso de Leningrado y San Petersburgo: "Me parecía que con esas pocas palabras se podría resumir bastante bien lo que ocurrió con el comunismo en la Unión Soviética". Ella se casó con un juez, el topónimo eliminó al líder comunista y regresó al nombre de santo.

Para cerrar, repite lo del talón de Aquiles, como si el hallazgo le enorgulleciese tanto que no quisiera desperdiciarlo cantándolo una sola vez. Más allá de coincidir con el diagnóstico político, la calidad del verso es indudable. Ocurre con el resto de la canción, en realidad.

No era nada fácil musicalizar esta letra. Lo hizo a la perfección Jaime Asúa, a quien Sabina encomendó/regaló la melodía al día siguiente del funeral de su excompañero Manolo Tena. Este es el resultado:

Esta es la tercera canción de Sabina que comento en un hilo. Las demás están aquí, como las del resto de cantantes, por si le queréis echar un vistazo. Malo será que no haya alguno que te guste. La semana que viene, una nueva reseña. Salud.

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