Carlos Cano, como genial cantautor que fue, ambicionó pasar Andalucía entera por el filtro de su voz y su guitarra. Quizás por eso escribió una canción sobre una de las historias más alucinantes que alberga esta tierra: lo ocurrido en El Palmar de Troya. Hilo.
«El milagro del Palmar» apareció en su segundo disco, fechado en 1977. Iba a publicarse en abril del 76, pero Cano, siempre comprometido, retrasó la grabación en solidaridad con los conservatorios, que fueron a la huelga.
Ojo, este baile temporal cobrará luego su importancia.
Antes de comentar la letra, una introducción: en 1968, El Palmar no se parecía en nada a la fotografía. Ni siquiera era un pueblo, sino una pedanía de Utrera que carecía de los servicios más acuciantes, una aldea levantada a base de chozas donde la pobreza campaba a sus anchas.
Allí, cuatro niñas salieron al campo a coger flores y volvieron diciendo que habían visto a la Virgen en una finca de las afueras. La mayor parte del pueblo se lo tomó a cachondeo, pero empezaron a congregarse multitudes provenientes de municipios cercanos y de la capital.
De pronto salieron videntes como churros. En la época tampoco eran extraños los anuncios de apariciones marianas, pero si aquel suceso resonó y hoy todavía sigue en marcha fue gracias a la llegada de un peculiarísimo personaje: Clemente Domínguez, sevillano de 22 años.
En aquel disco, Cano quiso utilizar un lenguaje callejero, de la gente corriente. La letra no oculta el tono paródico, pero es su interpretación lo que confirma la intención de subrayar el ridículo.
La Santa Faz es la cara de Cristo, que Clemente tanto adoraba y aseguraba ver.
Las supuestas comunicaciones divinas de los videntes ganaron espectacularidad, hasta alcanzar éxtasis y estigmas. Eso sí, los mensajes que transmitían seguían siendo puros e inocentes, y solamente instaban a la adoración mariana y a la oración. Pero eso estaba a punto de cambiar.
El Concilio Vaticano II acordó modificaciones aperturistas, y muchos católicos viejos dejaron de sentirse representados por su iglesia. Corría por Europa el fantasma del tradicionalismo; creyentes que rechazaban de plano el aggiornamento, la actualización aprobada desde Roma.
Los mensajes de Clemente canalizaron ese descontento subiéndose a la ola que salvaguardaba las esencias. La Virgen, o eso contaba él, tenía opiniones políticas: odiaba el comunismo y defendía a Franco. La mezcla de fascismo y tradicionalismo atrajo un buen rebaño hasta El Palmar.
Cano incluye el jugoso argumento del papa drogado, tan repetido en los supuestos mensajes. Porque daba la casualidad de que Pablo VI era antifascista y reformador, así que para no contradecirlo Clemente tuvo que buscar un atajo: ¡al pobre le echaban droga en el vino de comulgar!
El estribillo, magnífico, además va coreado simulando el clamor popular. Son solo dos versos que parecen no decir nada y en realidad lo dicen todo de esta historia. Esa era una de las mejores cosas de Carlos Cano, su capacidad para captar esos detalles y meterlos en una canción.
Clemente cosechó tal éxito que atrajo a miles de extranjeros —los que propiciaron y aún sostienen este chiringuito—, logrando que algunos abandonasen sus vidas anteriores para mudarse a un convento de Sevilla como religiosos de la congregación carmelita que se sacó de la manga.
El Vaticano eliminó el latín de las misas, y recuperarlo fue el principal caballo de batalla de los tradicionalistas. Clemente, al estilo Lefebvre, también inició un seminario propio. Y sí, por increíble que suene, adjudicó a la Virgen frases como la del Che y Fidel. Literal.
No quiero desviar el hilo, pero Clemente, aunque acaparase la fama, en realidad solo fue la fachada carismática. El cerebro era este hombre, Manuel Alonso, que gestionaba el entramado financiero, tomaba decisiones, dictaba el ideario y consiguió cosas tan alucinantes como...
Sí, como dice la letra, se trajeron a un arzobispo de la Iglesia católica hasta El Palmar y consiguieron que se liase a nombrar sacerdotes y obispos. Tenía poder para hacerlo y planteó un problema teológico sin precedentes en España que por supuesto llegó hasta el Vaticano.
No es que Ngô Đình Thục fuese vietnamita, es que era hermano del presidente/dictador de aquel país en guerra con Estados Unidos. Ahí es nada. La llegada del arzobispo a Sevilla es uno de los elementos más surrealistas que tiene esta historia, y eso no es decir poca cosa.
Efectivamente, Clemente durmió en los calabozos utreranos vestido de obispo y la Iglesia lo castigó con su pena más dura. Sintiéndose perseguido, el líder de la congregación decidió emigrar. Lo que hace Cano aquí es periodismo cantado. Burlón, sí, pero recoge los hechos exactos.
Antes recalqué la importancia de la fecha de publicación: salió un año después de escribirse, lo que explica la ausencia de elementos inverosímiles que vinieron luego y que Cano seguro hubiese metido. Porque el 76 fue una LOCURA para Clemente y los suyos.
Carlos Cano no fue el único músico que se inspiró en las aventuras de Clemente en El Palmar de Troya. Con mucha más retranca, el grupo de punk-rock vigués Siniestro Total también le dedicó una canción.
También hizo lo propio el grupo Los muertos de Cristo, con la diferencia de que a ellos les pillaba muy cerca esta historia, ya que la banda era original de Utrera. La letra, desde luego, no se anda con rodeos.
A mí este fenómeno siempre me ha resultado fascinante. Tanto, que me puse a escribir un libro para contar sus orígenes, la clave de su éxito, sus imprevisibles ramificaciones y que todavía siguen en pie, más de medio siglo después. El resultado lo ha publicado @librosdelko
No penséis que incurro en autospoilers: escribo el hilo segurísimo de que no menciona ni la mitad de la mitad. Imaginad cómo será la historia.
Aquí lo tenéis en papel y ebook; idea para el Día del Libro. También está en los puntos de venta habituales.
librosdelko.com/products/milag…
Como siempre, termino con la lista de todas las canciones que comentado ya. Pero tampoco nos engañemos, que el enlace verdaderamente importante es el del tuit anterior. Echadle un vistazo. Ahí es donde invertí mi tiempo y mi esfuerzo. Salud.
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