Recuerden que esta noche, a las 11:50 pm., daremos inicio a la cuarta temporada de 😱 #CuentosDeMedianoche 💀 con nuevos relatos, historias de miedo y de aquellas "de que vuelan vuelan" para recorrerlas, juntos, cada semana.
¡Los esperamos!
De nuevo les acompaño, me presento ante ustedes como "el fantasma anónimo" de 😱 #CuentosDeMedianoche ya que, por lo visto, el editor de la cuenta no tenía aún pensado darle luz🚦verde a la nueva temporada y no puedo seguir esperando...
Son muchas las historias pendientes de contar de tantos fantasmas que, como yo, hemos quedado en la desmemoria del caraqueño.
Pero debo ser justo ya que el editor no nos ha olvidado. Se la pasa revisando archivos, documentos y escritos antiguos...
#CuentosDeMedianoche
Incluso, desempolvó una caja con un antiguo reproductor y muchos cassettes viejísimos con grabaciones hechas a los abuelos y tíos, tomando notas de cuentos e historias de esas "de que vuelan vuelan".
#CuentosDeMedianoche
El problema ahora no es que le dé prioridad a los fantasmas, espantos y aparecidos más famosos para publicar sus historias, sino su falta de tiempo para escribir y, de paso, que los seguidores de @GFdeVenezuela se han vuelto flojos y no comparten sus relatos propios como antes.
Por eso, me declaro en rebeldía y me apropio del espacio para seguir recordando algunos de los fantasmas que conocí cuando aún tenía vida terrenal, los cuales siguen allí pero de los que ya nadie se acuerda. Unos buenos y otros no tanto...
#CuentosDeMedianoche
Las noches y calles caraqueñas han sido siempre el escenario ideal para el misterio y esconden, en cada esquina, espantos y más de un alma en pena que buscan ser recordados con una plegaria por su eterno descanso o, simplemente, desean jugarle una broma a los trasnochadores.
Es precisamente en la cuadrícula colonial del casco histórico, la misma trazada en 1578 por Don Juan de Pimentel en el primer plano de Caracas, en donde conviven sus fantasmas de distintas épocas, aferrados a una misteriosa dimensión de espacio y tiempo pasado, presente y futuro.
En la cuadrícula comprendida entre la Plaza de Altagracia y las esquinas de Maturín, Traposos y la Bolsa, se concentran muchas presencias asociadas a los acontecimientos históricos más importantes de Caracas, los cuales tienen como epicentro la Plaza Bolívar, antigua Plaza Mayor.
La esquina de Maturín, llamada así por un oriental que nombró su pulpería como su pueblo natal, es un punto de encuentro de notables presencias vinculadas a la historia de la ciudad. Allí estuvo originalmente la casa del Capitán Diego de Losada (1511-1569), fundador de Caracas.
El espíritu de Diego de Losada, hombre de carácter fuerte y aguerrido, sigue aferrado a Caracas, apareciéndose en los atardeceres blandiendo su espada y, con su blasón y el pendón en su mano, contemplando el hermoso valle caraqueño desde su solar.
En nuestro mundo etéreo se comenta que el Capitán Diego de Losada no podrá descansar en paz hasta que su alma decida dónde hacerlo: Bien en Caracas, su hija, la ciudad de su creación, o en los maravillosos parajes de Cubiro, Estado Lara, en donde encontró la muerte.
Al Capitán Losada puede vérsele, además, en las cercanías de la Basílica de Santa Capilla, en cuyo solar se edificó por su orden la ermita de San Mauricio, consagrada también a San Sebastián, por la promesa que le hiciera de protegerlo de las flechas indígenas.
Además de San Mauricio y San Sebastián, Santa Capilla alberga una hermosa presencia que parecen haber olvidado los caraqueños de hoy: la imagen de Nuestra Señora de la Guía, quien nos ha acompañado desde su aparición en 1654 en las playas de Maiquetía.
Pero no sólo es el alma de Losada la que aparece en la esquina de Maturín, sino también la del Capitán Pedro Ruiz de Arguinzones, quien en 1677 estableció allí su casa y fue nombrada como esquina de Arguinzones, colindando con la iglesia de Altagracia.
El Capitán Arguinzones hace acto de presencia después del repique de una campana, para verificar si algún esclavo fugitivo, maltratado o un reo condenado lograba alcanzar la cadena dispuesta por la Iglesia y la Corona para obtener el perdón y la protección eclesiástica.
Era costumbre en las colonias españolas conceder esta gracia, quedando los afortunados bajo el amparo de la Real Audiencia y no podían ser ejecutados. En Caracas, sólo la Catedral y la Iglesia de Altagracia disponían del permiso real para disponer estas campanas.
En dichas iglesias se mantenía, además, el derecho de asilo eclesiástico para aquellos esclavos que, habiendo huido de sus amos, lograran alcanzar las pesadas cadenas y hacer repicar la campana, quedando libres después de ser bautizados.
Aunque hoy es un dato olvidado de nuestra memoria histórica, fueron pocos los que pudieron alcanzar el perdón y sí muchos los que, en su intento, perdieron sus vidas al ser capturados por la Guardia Real. Sus gritos, súplicas y lamentos siguen escuchándose en las oscuras noches.
Pero si de lamentos y gritos se trata, los trasnochadores caraqueños deben evitar cruzar por la esquina de El Principal, ya que en sus predios moran las almas en pena de quienes perdieron sus vidas en las lúgubres mazmorras del antiguo cuartel principal de la Guardia Real.
En las noches oscuras, al sonar la última de las doce campanadas del reloj de la Catedral, se escucha una atormentante sucesión de fuertes golpes de martillos, cesando bruscamente para darle paso a los gritos lastimeros de los condenados pidiendo clemencia.
Los golpes de martillo eran dados por los mismos condenados, quienes debían preparar el cadalso para su propia ejecución en la madrugada en la Plaza Mayor.
Pero no todas las presencias, espantos y aparecidos caraqueños están asociadas al dolor y la tristeza, por lo que no podemos olvidar a Mr. Middleton, representante diplomático del gobierno inglés, quien desde 1894 se dedicó a proteger a los perros callejeros de la ciudad.
Mr. Middleton suele ser visto, en las tardes caraqueñas, en el trayecto que llevaba desde el Hotel Saint Armand hasta la Casa de Gobierno, actual Casa Amarilla, seguido de una larga fila de perros callejeros marchando en correcto orden.
Y para terminar nuestro relato de hoy, recordamos al fantasma del noble amigo Cenizo, el popular perro mestizo de la Plaza Bolívar que, al morir su dueño, se mudó a los pies de la estatua ecuestre del Libertador y convirtió a la plaza en su hogar.
Cenizo aún sigue sus andanzas como siempre y, al llegar las docd del mediodía, se deja ver de manera ceremoniosa frente a la estatua, con su cabeza en alto y la mirada fija en Bolívar, manteniéndose inmóvil por algunos minutos en honor y reverencia al Padre de la Patria.
Su respeto era tal que le ladraba e impedía el paso por el centro de la plaza a quienes venían con paquetes.
En las noches acompañaba a los grupos de señores que se reunían con sus sillitas a conversar y, a las once en punto, se retiraba a dormir en los escalones de la policía.
Cenizo murió el 29 de agosto de 1927, lo que representó una de las noticias más tristes para los caraqueños, quienes lo convirtieron en un amigo más, compañero de tertulias y edecán honorario del Libertador... su fantasma sigue recorriendo día a día nuestra Plaza Bolívar.
Por eso, cuando recorramos el centro estemos atentos ya que es probable que, caminando a nuestro lado, el Capitán Diego de Losada siga haciendo sus rondas, o nos crucemos con las almas errantes del Principal mientras Cenizo nos acompaña hasta la Plaza Bolívar.
¡Nos vemos pronto!
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