Solemos identificar la arquitectura de la Guerra Fría con hormigón a mansalva. Pero una de las estructuras más espectaculares del período es el ATLAS-I, en Nuevo México. Un monstruo íntegramente de madera que aguanta las 83 toneladas de un bombardero B52.->
¿Por qué semejante mamotreto? A inicios de los 60 se descubrió que las explosiones nucleares podían causar un tremendo impacto a cientos de kilómetros de distancia. El motivo: la radiación electromagnética.->
El pulso electromagnético (EMP) procedente de la explosión interfería en sistemas eléctricos, fulminaba el alumbrado de ciudades y neutralizaba satélites. Y lo que más preocupaba a los militares, se cargaba la electrónica de la maquinaria de combate.->
Muy preocupante era el daño que el EMP podía causar a los aviones, así que se crearon instalaciones en todo EEUU para analizar sus efectos. Los experiementos consistían en bombardear los aviones con pulsos electromagnéticos similares a los de una detonación nuclear.->
El problema es que al estar posados, el suelo multiplicaba los efectos del EMP. El ATLAS-I fue una forma de simular las condiciones en el aire: un enorme plinto de madera que aislaba el avión de la superficie. Pero no podía haber nada de metal. En vez de clavos, pegamento.->
El tremendo plinto del ATLAS-I, conocido como Tresle, estuvo en activo entre 1972 y 1980. Hoy es una ruina condenada a desaparecer. Se trata de una arquitectura única de la Guerra Fría y por lo tanto de enorme valor patrimonial. Pero el coste de su conservación es insostenible.->
No deja de ser una ironía de la hipermodernidad que una estructura relacionada con los grandes avances científicos del siglo XX y con la mayor capacidad de destrucción imaginable vaya a desaparecer casi sin dejar rastro.
Share this Scrolly Tale with your friends.
A Scrolly Tale is a new way to read Twitter threads with a more visually immersive experience.
Discover more beautiful Scrolly Tales like this.