Laura Méndez Profile picture
Political Scientist. Intelligence and CounterIntelligence. Cyber Defence Senior Consultant at @IndraCompany. Radicalization and terrorism. Views my own.

Jul 25, 2021, 27 tweets

El elefante en la habitación✋ Del fascismo a la extrema derecha contemporánea y el populismo autoritario. Principios inspiradores, analogías y diferencias.

HILO🧵👇

El fascismo deriva históricamente del nacionalismo excluyente (defensa de sociedades étnicamente homogéneas) del totalitarismo, y del mito de la violencia en el que esta ideología se funda (el miedo a ese enemigo omnipresente eventualmente cristaliza en violencia)

Estos elementos se reproducen y reinterpretan en mayor o menor medida en la extrema derecha contemporánea, en lo que Cas Mudde ha definido como 'cuarta ola del extremismo de derechas' en un cóctel explosivo de nativismo, autoritarismo y populismo👇

La extrema derecha actual se caracteriza por el nativismo ('membresía nacional' por criterios étnicos y asimilación cultural como única vía de inclusión) autoritarismo (énfasis en 'ley y orden' y en el Estado respecto al control de fronteras y la seguridad) y retórica populista.

La irrupción de la extrema derecha responde a una lógica histórica: incertidumbre, empeoramiento de las condiciones socioeconómicas y nivel de vida. Estos movimientos y partidos amenazan hoy democracias mucho más consolidadas, de ahí que se subestime el peligro que representan.

Entre los fascismos y la nueva extrema derecha existen analogías como el culto al líder (visible aunque con matices tanto en el fascismo como en el populismo autoritario) así como la creación del enemigo (estrategia utilizada para movilizar a los sectores más conservadores)

La creación del enemigo constituye una estrategia que ya ha sido desarrollada en la historia y por la que se plantea la aniquilación conceptual como antesala a la aniquilación física, siempre legitimando la violencia como medida necesaria para asegurar el bien de la nación.

También existen importantes diferencias, empezando por el contexto histórico en el que nace cada ola derechista. En este sentido, con los fascismos se produjo un rechazo abierto a la democracia liberal y sus instituciones, al pluralismo político y a la economía de mercado.

El fascismo también aspiró a imponerse como respuesta al la irrupción del comunismo en el siglo XX. Hoy se continúa señalando a ese enemigo político e ideológico, ahora definido como ‘comunismo global’, pese a que estas expresiones ya ni siquiera se corresponden con la realidad.

Frente al totalitarismo, el populismo autoritario no apuesta por abolir directamente las instituciones democráticas, si bien ejerce un efecto corrosivo (y normalizado) en las mismas, capitalizando el descontento de las protestas que promueve, con el riesgo de una insurrección.

La tendencia política ultraconservadora sigue presente en las políticas que los nuevos partidos proponen, reivindicando la tradición y las normas convencionales con esa retórica propia del populismo autoritario ('el pueblo frente a las élites globalistas e izquierdistas')

En este ambiente podemos encontrar desde formaciones con una clara vocación neoliberal (que puede coincidir o no con su programa electoral y su discurso público) hasta otras que plantean algunas políticas redistributivas y mayor intervención estatal en defensa de la 'soberanía'.

El discurso de la extrema derecha sigue centrándose en gran parte en la amenaza foránea (inmigrantes y especialmente musulmanes) Este puede introducirse como una falsa preocupación por la asignación eficiente de recursos públicos, escondiendo en esencia una actitud supremacista.

El triunfo de esta retórica (‘las minorías históricamente oprimidas son hoy la clase dominante y una amenaza existencial’) tiene mucho que ver con nuestra época, intensos cambios y retos demográficos, avance de la multiculturalidad y flujos migratorios más visibles que nunca.

La conspiración judeo masónica se reinterpreta en esta obsesión por 'Soros, el globalismo y los lobbies’ en una lógica antisemita particular, pues estos partidos suelen mostrar simpatía hacia el sionismo, aflorando así las contradicciones propias de su adaptación al mundo actual.

Mientras que para el fascismo el eje de confrontación religioso se acotaba al cristianismo vs. judaísmo, la islamofobia empieza a formar parte ya de la identidad de la extrema derecha actual, atraída a su vez (consciente o no) por ese nuevo conspiracionismo antisemita.

La extrema derecha hoy es un fenómeno transnacional que se coordina internacionalmente. Un ecosistema global compartido de estrategias y tácticas asumidas por diferentes partidos y movimientos, sin perjuicio de las especificidades de cada realidad nacional.

Este movimiento se encuentra en distintas fases de desarrollo, dependiendo del país. Desde partidos con posibilidad real de gobernar al estar entre las primeras fuerzas políticas nacionales, hasta Gobiernos consolidados que nos permiten hablar ya de democracias iliberales.

La extrema derecha actual acepta las reglas de juego democrático pero sin dejar de cuestionarlas (ej: desconfianza hacia el voto por correo y resultados electorales que no favorecen, declarar ilegítimos a gobiernos salidos de las urnas en vez de críticas serias a la gestión, etc)

La propaganda ha existido siempre, pero este contexto digital ha supuesto un nuevo estadio en la captación de seguidores de grupúsculos y formaciones políticas de extrema derecha, rompiendo con los métodos de antaño. En cualquier caso, estos siguen dominando el mensaje emocional.

Hoy las vulnerabilidades psicológicas de los consumidores de contenidos en internet son explotadas por los algoritmos de las principales RRSS, que favorecen la radicalización del individuo (y la difusión de fakes) y por tanto también la polarización temática y afectiva.

A mayor desafección, generalmente menor compromiso con la democracia. Hablamos de niveles muy bajos de confianza en gobiernos e instituciones, medios de comunicación y empresas, especialmente en países donde el impacto las crisis y la corrupción ha sido particularmente intenso.

Estos factores, en combinación con la inmediatez que ofrece el entorno digital como medio de captación y adoctrinamiento, favorecen que muchos caigan en esa tentación autoritaria sin identificarla. Sin tener una conciencia ideológica fuerte ni definida en dicha dirección.

Quienes perciben que su identidad nacional está desapareciendo (entendiendo que esa pulsión autoritaria es un rasgo psicológico subyacente en parte importante de la ciudadanía) serán más reacios al cambio. Y por tanto, más proclives a aceptar las consignas de la extrema derecha.

¿Pueden estos populismos autoritarios considerarse partidos fascistas? Técnicamente no, aunque la herencia ideológica es muy evidente. También suelen reivindicar reg. autoritarios y totalitarios de su historia (ej: apología del franquismo y pasado falangista en algunos miembros)

Conocer las diferencias y semejanzas entre los fascismos y la extrema derecha actual permite abordar de forma rigurosa el análisis de esta nueva ola de extremismo derechista. Sin subestimar el componente fascista del discurso, pero sin caer en la sobreexplotación del concepto.

Que los populismos autoritarios no sean estrictamente partidos fascistas no significa que no sean peligrosos, sino que han sabido adaptarse a los marcos culturales actuales, evitar el estigma asociado a aquellos y suavizar su estética. Pero los principios inspiradores están ahí.

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