La leyenda de la mujer vampiro
(Leyenda de Tamaulipas)
#RelatosDeFin
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Para hoy, en estos #RelatosDeFin, toca el turno a una leyenda de Tamaulipas, que, como tantas otras, combina realidad con ficción y que va cambiando conforme crecen las versiones contadas. Veremos la historia corroborada por el cronista de Tampico, Marco Flores.
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Longina Robledo González, nació en Ocampo, Tamaulipas a principios del siglo XX, en el seno de una familia católica y trabajadora, que ante la fiebre del petróleo, se mudó (siendo ella muy niña) al poblado de Árbol Grande, donde transcurrió su infancia y juventud.
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Muy joven contrajo matrimonio con el ingeniero José Muro Lozano, quien hacia 1937-38 se convirtió en superintendente de la Refinería Waters Pierce Oil Company, en los tiempos de la transición de la Expropiación Petrolera, luego de rechazar trabajar en Venezuela.
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Joven y devota dama, poco después, hacia 1944, cuando Ignacio Rosiles Namorado (originario de Coscomatepec, Veracruz) arribó como pastor a la parroquia de San Juan Bosco, en el corazón del vecindario, Longina se convirtió en una de sus principales colaboradoras.
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La construcción del templo actual que cobija a la parroquia de San Juan Bosco, requirió de mucho dinero, que se obtuvo mediante sorteos, colectas, bailes y kermeses y del peculio de personas generosas, como Longina y su esposo y la propia dirección de PEMEX.
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En 1950, el ingeniero Muro Lozano fue trasladado a Salamanca, Guanajuato, donde trabajó como superintendente de la Refinería “Antonio M. Amor”, entonces la más moderna de América Latina, en donde él y su esposa fundaron la Cruz Roja el 18 de Marzo de 1951.
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Continuaron apoyando la construcción de la parroquia de Árbol Grande, enviando sus aportaciones, hasta que a mediados de la década de 1950 el templo quedó completamente edificado.
Con el transcurso de los años, Longina, quien seguía conservando la amistad
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y estima de la comunidad eclesial de San Juan Bosco, tomó una decisión personal: pidió a su familia y al Monseñor Ignacio Rosiles que el día en que ella falleciera su cuerpo fuera depositado en una cripta familiar, en la zona de catacumbas, en su templo adorado.
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Iniciando la década de 1970 sufrió los embates de una enfermedad y en 1973 falleció en Salamanca. Sus hijos quisieron darle cristiana sepultura en el panteón de aquella ciudad, pero el viudo, aún embargado por el dolor de la irremediable pérdida, no pensó lo mismo.
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Y aquí inicia la Leyenda.
Primera versión (contada por el Licenciado Benjamín Bernal Sánchez):
Por aquellos días corría un fuerte rumor en torno al ingeniero Muro Lozano, quien al morir su esposa Longina decidió contratar los servicios de unos científicos rusos,
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a quienes encargó momificar el cuerpo de la mujer amada a quien, concluidos los trabajos, sentó como si estuviese viva, en la sala de su residencia.
Un día los vecinos comenzaron a cuchichear, porque el pelo y las uñas le siguieron creciendo y se hizo un gran chisme,
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que llegó a oídos de las autoridades, quienes emplazaron al afamado profesionista a proceder a enterrarla en el panteón municipal. Solo que Muro Lozano decidió colocarla en la Capilla del Descanso, encargando a su personal la vigilancia y mantenimiento de ese cuerpo.
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Un día, mientras el anciano encargado limpiaba el lugar, sintió que una mano de esa mujer lo había tocado, gritando despavorido: “¡Está viva, está viva!”
Y cundió la alarma en la comunidad Salmantina, y muchos vecinos pretendían prender fuego al panteón.
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Pero se toparon con que la necrópolis estaba resguardada por un pelotón de soldados que les impidió el paso. Posteriormente, el ingeniero Muro acudió con el Monseñor Rosiles, a quien le pidió que buscara donde colocar el cuerpo de su esposa Longina en San Juan Bosco,
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como había sido su última voluntad.
El padre Rosiles no tuvo problema y también la familia aceptó, iniciando los trámites correspondientes para el traslado del cuerpo desde el panteón de Salamanca al de Árbol Grande, para ser depositada en el sótano de San Juan Bosco.
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En 1973, en un diario de Tampico, se abordó la siguiente historia:
Cuando el ataúd era trasladado en medio de la iglesia donde se oficiaba una misa en memoria de Longina, éste se les cayó a quienes lo llevaban sobre sus hombros, quedando al descubierto el cadáver.
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El cuerpo estaba incorrupto, solamente le había crecido el pelo, las uñas y los colmillos a desproporción de su fisonomía, causando gran impresión entre los presentes.
Mientras concluían los trabajos de la cripta, el cuerpo fue colocado en el sótano de la parroquia.
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En ese entonces, alguien llegó hasta donde se encontraba el féretro de Longina, con las joyas que en vida usó, la persona rompió el vitral de la caja y extrajo las alhajas, dejando abierto el cajón.
Después, alguien más observó el cuerpo, y comenzó a correr el rumor
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de que en el interior de la parroquia estaba una “mujer vampiro”, que diariamente era alimentada por el padre Rosiles, e incluso los chismes iban más allá, diciendo que habían visto al mismo sacerdote cargando cubetas llenas de sangre para la “mujer vampiro”.
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Pasado poco tiempo, en la Escuela Primaria “Lauro Aguirre”, que se ubica junto a dicha parroquia, a la hora del recreo, estaban unos niños jugando a la pelota, y ésta se introdujo por una rejilla que daba al sótano del templo, por lo que los muchachos,
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al intentar recuperar la pelota descubrieron la presencia de aquel cuerpo, desatando su pánico, y contagiando a los profesores y a los padres de familia del plantel. El rumor ya era imparable y se propagó entre la población, generando una sicosis colectiva.
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Los residentes de la colonia Árbol Grande se ocultaban en sus casas que cerraban con aldabas y candados, apenas caía la tarde, ya que se decía que la mujer vampiro salía por las noches de la Iglesia de San Juan Bosco, levitando para deambular por esa zona.
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Las personas aseguraban que la mujer vampiro volaba sobre Ciudad Madero y Tampico, para ir de iglesia a iglesia, así como a playa Miramar, incluso en la parroquia dedicada a San Judas Tadeo de la colonia Cascajal, los vecinos llegaron a capturarla, pero logró escapar.
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Por la histeria, hubo varios intentos de quemar el templo de Árbol Grande, haciendo indispensable que el padre Rosiles llamara a la cordura, negando la existencia de la entidad conocida como “mujer vampiro”, tanto en misa, como en su programa de radio.
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El enardecimiento popular fue tan grande que se hizo necesaria la intervención de autoridades civiles y militares para evitar que incendiaran el templo. Los vecinos no entendían razones, hasta que tuvieron conciencia de que la “mujer vampiro” no era otra que Longina,
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quien en vida había sido una gran benefactora en la comunidad.
Durante semanas, cientos de personas se presentaron en el templo, llevando en mente la idea de orar por el alma de la difunta, de quien decían que andaba penando y era necesario que encontrara la paz.
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Pocos recuerdan esta leyenda tamaulipeca llena de misticismo, alrededor de la mujer de sociedad que fue exhumada del cementerio de Salamanca, Guanajuato y que fue trasladada al sur de Tamaulipas convirtiéndose en un ser de oscuridad, causando terror en el año 1973.
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Fuentes: Tampico Paparazzi, Amino, Milenio, historia e imágenes tomadas de internet
La historia es una leyenda de Tamaulipas
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