Salva Gutiérrez Solís Profile picture
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Oct 12, 2021, 29 tweets

Desde hace 3 meses trabajo como vigilante para una empresa que alquila trasteros, en las afueras. No está especialmente bien pagado, pero me ofrece lo que estaba buscando: un empleo nocturno, tranquilo, fácil y solitario. Todo lo que necesito para escribir mi nueva novela>>>

Estoy escribiendo la historia de un hombre que desaparece y regresa a su ciudad convertido en otra persona. Tan cambiado, más allá del físico, que hasta su propia mujer duda de que sea él. Porque el que desapareció era despreciable y este nuevo hombre es simpático y atento>>>

O aparentemente eso parece. Desgraciadamente, en estos 3 meses que llevo como vigilante en los trasteros apenas he escrito 20 páginas. No termino de saber cómo ha de continuar la novela y me bloqueo, no sé cómo explicar el pasado de este hombre, su transformación>>>

Derrotado por la pantalla en blanco en las últimas semanas. Y eso que hasta hace 3 noches, en mi turno, de 12 a 8 de la mañana, he disfrutado de un profundo silencio. Tan sólo vulnerado una vez a la semana, los jueves, muy temprano, por las visitas de doña Isabel>>>

Doña Isabel es una señora de unos 65 años, guapa y triste, que viene a visitar lo que tiene en sus trasteros, a las 7 de la mañana. Luis, el vigilante que me reemplaza, me contó que esta mujer tenía muy buena situación económica, manejaba, pero su marido lo perdió todo>>>

Don Julio, así se llamaba el esposo, murió en un accidente de coche. Quedó calcinado. Hay quien cree que no fue un accidente, que lo hizo a cosa hecha para que los seguros pagaran una parte de la deuda. Aún así, doña Isabel tuvo que vender la mayoría de sus posesiones>>>

Lo poco que salvó de los acreedores está aquí, en los trasteros. Cada semana, los jueves, doña Isabel viene a ver sus cosas, acompañada de un cubo, bayetas y un limpiador. Y a las 7:50 sale corriendo, como si llegara tarde. Según Luis viene tan temprano para que nadie la vea>>>

Con disimulo, y mucha curiosidad, hace un mes entré en los trasteros de doña Isabel, y hacerlo fue como entrar en un sótano del palacio de Versalles, por la cantidad de dorados, hojas de acanto, lámparas de araña y mármol que encontré. Imaginé su casa: de un rococó exagerado>>>

Después accedí a la ficha de doña Isabel, apunté su teléfono y descubrí que se apellida López Vera. Eso me sirvió para obtener más datos de ella y su marido, Julio Cano, que llegó a tener una constructora con 200 empleados, pero arriesgó todo en una promoción de 3000 viviendas>>>

Un corrimiento de tierras se llevó por delante las 3000 viviendas, provocando la ruina de don Julio, así como un sinfín de denuncias y juicios. Y es que ya había cobrado un buen dinero a los futuros propietarios, y como es lógico lo reclamaron. Un desastre en toda regla>>>

Algunos jueves pego la oreja en las puertas y a veces he creído escuchar a doña Isabel, como si hablara con alguien. Reconozco que estas escuchas y las búsquedas en la web las he hecho por huir de la pantalla en blanco. Y es que pasan las semanas y mi novela no avanza>>>

Mi pareja, Carmen, me ha aconsejado que busque otra historia, y Luis, con el que charlo un rato en el cambio de turno mientras nos tomamos un café, me ha animado a escribir sobre doña Isabel. Esas visitas, a esas horas, ahí tienes un novelón, piénsalo, me repite con frecuencia>>>

A mi bloqueo “creativo” se ha unido lo que está sucediendo desde hace 3 noches. De repente, en plena madrugada, cuando el silencio es más apabullante, he comenzado a escuchar la voz de un niño procedente de uno de los trasteros. La primera vez estuve al borde del infarto>>>

Hasta que descubrí que se trataba de un muñeco, un pequeño unicornio, que se había puesto en funcionamiento, lo pasé muy mal. Aunque mi miedo creció cuando leí que esos muñecos se activan cuando “sienten” alguien cerca, por un censor de movimiento que tienen integrado>>>

Ayer por la noche volvió a hablar el unicornio, y aunque muerto de miedo abrí el primer trastero de doña Isabel, y desconecté el interruptor que tiene bajo la faldita. Seguro que se activa por una cucaracha o ratón, pero en el silencio de la noche es un susto de muerte>>>

De nuevo frente a la pantalla en blanco, y de nuevo no se me ocurre nada de este personaje que tiene una nueva vida. Ni una idea. Y de nuevo, joder, joder, vuelve a hablar el pequeño unicornio, y eso que ayer lo desconecté. Cojo la porra, el taser, y me dirijo al trastero>>>

A pesar del miedo que me invade, hago lo posible por ser lo más silencioso posible. Al pasar junto a un trastero de doña Isabel escucho un ruido. A toda velocidad abro la puerta y descubro a un hombre de unos 70 años, de pelo blanco, tratando de esconderse tras una cómoda>>>

Alto ahí, le grito, apuntándole con el taser y la porra. Lentamente, el hombre se va mostrando, y aunque hay algo familiar en su mirada, no sé de quién se trata. ¿Qué hace usted aquí, cómo ha entrado?, ahora mismo voy a llamar a la policía, le anuncio enérgicamente>>>

La policía, no, por lo que más quieras, policía, no, me ruega y hace por arrodillarse. No me queda más remedio, esto es un allanamiento, le digo. Bueno, en verdad, estoy en mi casa, con voz quebrada responde. ¿Cómo dice?, pregunto. Yo soy Julio Cano, confiesa para mi sorpresa>>>

Yo he visto fotografías de Julio Cano y usted no es, además ese señor murió hace 1 año, le respondo. Déjame que te cuente, por favor, me pide. Y el hombre comienza a contarme que simularon su muerte, no sólo por las deudas, también por las amenazas de un antiguo socio>>>

Un peligroso traficante de armas, con el que tuvo una mina de diamantes en el Congo, a mediados de los 90, juró que lo mataría cuando saliera de la cárcel, convencido de que lo había traicionado. Y coincidió su puesta en libertad con el desastre de las 3000 viviendas>>>

No nos quedó otra: fingimos el accidente, un cirujano plástico cambió mi cara y me encerré aquí, donde mi mujer me trae comida todos los jueves, me relató de corrido. Mi error ha sido volver a conectar el unicornio, no darme cuenta de que lo habías apagado tú, me reconoció>>>

Al preguntarle por el unicornio, Julio Cano me dijo que su esposa lo había leído en una novela, que le gustó tanto la idea que la copió, que era una buena “alarma”. Y al final me pidió, me suplicó, que no le dijera nada a nadie, que hiciera como si no lo hubiera descubierto>>>

Pero ni a mi mujer se lo puedes decir, si se entera que me has pillado no sé cómo podría reaccionar, sobre todo ahora que estoy a punto de salir, porque creemos que ya ha pasado un tiempo más que prudencial, me contó Julio Cano, sentado en una silla con decoración egipcia>>>

Ya han pasado 10 minutos desde mi encuentro con Julio Cano y sigo muy nervioso, espero que no lo note Luis, que está a punto de llegar. Justamente ahora mismo lo veo aparecer, y como siempre viene con 2 cafés en las manos. Qué tal la noche, me pregunta. Tirando, le respondo yo>>>

Me tomo el café, me despido de Luis y me dirijo hacia el coche. Al llegar me doy cuenta de que, por los nervios, he olvidado la llave en mi taquilla. Cuando vuelvo a entrar en el almacén escucho unas voces. Me asomo con disimulo y descubro a Luis hablando con Julio Cano>>>

Se lo ha creído todo, escucho. Mi primera intención es la de ir hacia ellos y decirle a Luis que es un miserable, que no esperaba eso de él, pero lo pienso mejor. Hago ruido, para que se den cuenta de que regreso y el impostor se esconda, y recojo la llave de mi taquilla>>>

Nada más llegar a casa, voy directamente al teléfono. ¿Qué te pasa?, extrañada, me pregunta Carmen. Escucha, escucha, voy a llamar a doña Isabel y le voy a decir que adelante su visita, no te puedes imaginar lo que me ha hecho Luis, yo creía que era mi amigo, le explico>>>

Carmen se acerca y me quita el teléfono al segundo pitido. No llames a esa mujer, sólo queríamos que tuvieras una historia, me confiesa. No sé cómo reaccionar, no puedo creer lo que escucho, cuando suena el teléfono. Respondo y una voz de mujer pregunta: Julio, ¿eres tú?

FIN

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