Somos nuestras casas y nuestras casas son una extensión del yo. Por eso es tan alucinante adentrarse en las mansiones de los dictadores. Porque es un viaje al interior de su psique. Démonos una vuelta por el lado más oscuro de la mente humana (y su arquitectura).->
Para empezar, los dictadores no viven en la misma temporalidad que tú y que yo. Ellos viven en la Historia con mayúscula. Y la Historia es siempre el período más glorioso del país. Para Sadam Hussein, el califato abasí o el imperio asirio. Y sus casas tienen un poco de ambos.->
Tampoco viven en la misma temporalidad que tú y que yo porque el común de los mortales no hacemos revivals de Versalles en nuestro dormitorio. Cualquier período histórico caracterizado por el lujo desenfrenado de sus elites le vale a un dictador. Al Shah de Persia, por ejemplo.->
Las casas les permiten a los dictadores ser lo que siempre quisieron ser. Son una realización de sus sueños infantiles. En el caso de Francisco Franco y Carmen Polo, aristócratas.->
Mobutu, presidente del Congo, rico. Asquerosamente rico. Hijo de una criada y un cocinero, él a lo que aspiraba era a pertenecer a la elite de multimillonarios globales. Forrarse obscenamente aunque fuera destruyendo su país. Consiguió ambas cosas.->
Muchos dictadores africanos de primera ola a lo que aspiraban era a convertirse en emperadores como los de las potencias colonizadoras. Bokassa, en la República Centroafricana, quería ser Napoleón. Repetir el daño. Como los maltratadores que fueron maltratados de niños.->
Decía al principio que la casa es una metáfora del yo. Y, de hecho, en las casas de los dictadores abundan retratos de ellos mismos. Por todas partes. Como si no se lo creyeran. Y puede que esa sea una razón. También que se ven como los elegidos de Dios, claro.->
Otra característica común es el exceso, que es inseparable del mal gusto. Las personalidades autoritarias son paranoicas, narcisistas, obsesivas, excesivas. Y eso se manifiesta en la decoración. Aquí la casa de Trump. Un motivo más para no fiarse mucho de este señor.->
Hay excepciones, claro. Los interiores de las residencias de Hitler eran sobrios, gélidos incluso. Una materialización de las sublimes virtudes arias. Raíces germánicas medievales y espíritu espartano. Cada casa, un búnker.->
Pero si hay algo donde los dictadores echan el resto, en sentido literal y figurado, es en el cuarto de baño. Los cuartos de baño de delirio son una constante en las residencias de autócratas. Da igual que sea Ferdinand Marcos en Filipinas...->
...O Ceacescu en Rumanía ¿Por qué? Aquí hay para tesis doctoral en psicoanálisis. Pero una razón es que son alarde de poder absoluto: derrochar en la habitación más trivial de todas. Como decir "hago lo que me sale de los huevos". Como quemar billetes o sacrificar esclavos.->
¿Y para quién es ese alarde si no lo ve nadie? Pues para uno mismo. Levantarte cada día, sentarte en tu váter de oro y tener esa sensación de triunfo y poder sin límite mientras jiñas.->
Los palacios de los dictadores son (o fueron) su sueño. Pero en realidad exponen todas sus miserias, su mezquindad y sus complejos. Los dicatores se presentan a sí mismos como seres excepcionales, pero sus casas dicen todo lo contrario: son peor que el resto.->
Si quieres saber más sobre casas de autócratas, de terroristas y de tu vecino de abajo, escucha el pódcast #LaHistoriaesAyer ¡Dos capítulos más ya disponibles!
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