Mientras en otras armadas los motines fueron frecuentes y muy sangrientos, hasta levantarse en armas prácticamente flotas enteras, en la Real Armada sólo hubo 2. El primero, en 1805, en el San Juan Nepomuceno, se frustró gracias a la valentía de un hombre: Francisco de Moyúa.
Poco antes de la batalla de Trafalgar, el navío San Juan Nepomuceno se encontraba bajo zafarrancho en unas maniobras tras unas fragatas inglesas cuando las tensiones comenzaron a escalar por un asunto muy menor: la restricción de vino. Su comandante era el brigadier Churruca.
Debido a un robo de ranchos aprovechando el zafarrancho, en el que se intercambiaron acusaciones entre marineros e infantes de marina, Churruca ordenó dejar a los acusados sin ración de vino hasta que aparecieran los culpables. Esto sentó muy mal a un grupo de infantes de marina.
Precisamente los infantes eran los encargados de que no se produjeran motines, con lo que si eran partícipes de él, podía triunfar. En la mayoría de motines pasaba lo contrario: los marineros se revelaban y los infantes de marina, como soldados, los sofocaban.
Tras una serie de incidentes entre infantes y oficiales, donde se saltaron las vías reglamentarias para apelar a al teniente general Gravina, la situación terminó en un motín con todas las letras. Esto pilló a Churruca en mangas de camisa en su cámara estudiando unos mapas.
No así, el segundo comandante, el capitán de fragata Francisco de Moyúa, amigo íntimo de Churruca, cogió una pistola descargada y salió a la caza de los principales cabecillas, mientras el navío se ponía en alerta y los leales se armaban. En cierto momento, dio con ellos.
Amenazándolos con abrir fuego, les exigió que se sometieran a la disciplina del rey, y tras un intercambio de amenazas, consiguió que se rindieran. El motín fracasó al poco tiempo gracias a la eficiencia de la tropa de infantería de marina leal, que eran mayoría, y los oficiales.
Sin embargo, por intercesión de los infantes veteranos que pidieron misericordia por sus compañeros, Churruca demostrando su talente, trató de ahorrarles la condena, que por la gravedad de su delito era la horca. Finalmente, fueron condenados a cárcel pero no hubo ejecuciones.
Esto hizo de Cosme de Churruca un hombre muy popular entre sus hombres, adquiriendo fama de duro pero también de justo, que se preocupaba por la vida y el estado de su dotación. Sus hombres lo devolvieron luchando y muriendo heroicamente (Moyúa también) junto a ellos en Trafalgar
Bibliografía:
González-Aller, J. I. (2004). La campaña de Trafalgar (1804-1805). Corpus documental. Madrid: Ministerio de Defensa.
Láminas:
Carlos Parrilla
José María Bueno
Nota:
Francisco de Moyúa era sobrino por vía materna de José de Mazarredo.
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