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Cuento historias de la Historia. Y, cuando no, ayudo al contribuyente.

Dec 30, 2021, 20 tweets

El municipio sevillano de Olivares ha celebrado en 2021 el 50 aniversario de la declaración BIC de su Conjunto Histórico-Artístico.

Por ello, antes de que acabe el año quiero rendir homenaje a su «secreto mejor guardado»: la segunda mayor colección de reliquias de España 🧵

Nuestro viaje comienza a mediados del siglo XVI.

La Reforma protestante ha crecido inexorablemente desde que Martín Lutero expusiera un 31 de octubre de 1517 en Wittenberg sus «95 tesis», en las que denunciaba el ánimo de lucro de la Iglesia en la concesión de indulgencias.

España, aun alejada del epicentro de la Reforma, no era ajena al cisma religioso.

En la década de 1550 surgen dos focos protestantes: en Valladolid, sede de la corte; y en Sevilla, capital económica del reino desde la fundación de la Casa de la Contratación de Indias en 1503.

Ambos focos son reprimidos entre 1559 y 1562 con la celebración de 6 autos de fe.

Sin embargo, buena parte de los heterodoxos consigue huir al extranjero. Uno de ellos, Casiodoro de Reina, publica en 1569 en Basilea la primera traducción completa de la Biblia al español.

Siguiendo los preceptos contrarreformistas del Concilio de Trento (1545-1563), Felipe II decide promover una práctica religiosa que, junto con la veneración de imágenes, servirá para inspirar a sus súbditos, fieles de la Iglesia, una profunda devoción: el culto a las reliquias.

Entre 1572 y 1597 reúne en El Escorial la escalofriante cifra de 7.422 reliquias. Sin embargo, esta pudo ser superior, ya que el recuento se efectuó tras la Guerra de la Independencia.

Las más valiosas se conservan en preciosos armarios-relicarios decorados por Federico Zuccaro.

Uno de los personajes más influyentes de los que se valió el rey para intermediar en la adquisición de reliquias fue Enrique de Guzmán, II conde de Olivares y padre del futuro conde-duque, que desde 1582 ostentaba el cargo de embajador en Roma.

Su mujer, María Pimentel, de la Casa de Zúñiga, era una ferviente coleccionista de reliquias y obras de arte.

Cuentan las crónicas que fue ella quien comenzó a reunir, a imagen del rey, su propia colección de reliquias, a la que posteriormente contribuiría su marido.

Para alcanzar dicho propósito, fue de inestimable ayuda la simpatía que le profesaba el papa Gregorio XIV, lo que le facilitó notablemente el acceso a las mismas, ya que cada una de ellas debía estar debidamente acreditada por medio de «auténtica» expedida por el Sumo Pontífice.

La mayoría de las reliquias procedía de catacumbas y templos romanos, entre los que podemos destacar las catacumbas de Priscila y de San Calixto y la Iglesia de los Santos Vicente y Anastasio, cuya edificación actual es de época posterior.

No obstante, la incesante búsqueda de los condes trascendería las fronteras de Roma.

Tanto es así que adquirieron reliquias del Monasterio de San Basilio, en Messina; del Convento de las Agustinas de San Máximo, en Colonia; o de la Abadía cisterciense de Zbraslav, en Praga.

Conseguirían reunir más de 1.600 reliquias, que representaban en su mayoría restos de santos, tales como el hábito de san Bernardino de Siena, además de una moneda bizantina que, segun la tradición popular, constituía una de las 30 monedas por las que Judas traicionó a Jesús.

Aunque, sin duda, la pieza estrella de la colección es un leño de la cuna de Jesús, procedente de la Basílica de Santa María la Mayor de Roma.

Aquí podemos ver el relicario en el que está guardada, junto a su certificado de autenticidad.

Tras el nombramiento de Enrique como virrey de Sicilia en 1591, la colección de reliquias se trasladaría al Palacio de los Normandos, en Palermo.

En 1595, fallecida su mujer un año antes, el conde las llevaría consigo a Nápoles, donde ostentaría el virreinato hasta 1599.

Finalmente, hacia 1600 regresa a España.

Durante los 32 años siguientes las reliquias permanecerían depositadas en el Real Alcázar de Sevilla. Mientras tanto, comenzaba a proyectarse la construcción de una capilla-relicario junto al panteón familiar, en la villa de Olivares.

En 1632 las reliquias son trasladadas al palacio del entonces conde-duque de Olivares, Gaspar de Guzmán, a la espera de que concluyesen las obras de construcción de la capilla, lo que finalmente se produce en mayo de 1658, momento en que son depositadas en ella.

Hasta hoy.

La capilla-relicario es una obra de planta cuadrada, rematada por una bóveda de arista, que se sitúa en la nave izquierda de la Colegiata de Santa María de las Nieves.

En la imagen vemos una panorámica esférica elaborada por el Dpto. de Pintura de la Universidad de Sevilla.

En los últimos años se ha llevado a cabo un proyecto de investigación y conservación-restauración de la capilla, cuyo objeto ha sido recuperar las pinturas murales, restaurar las reliquias y el mueble expositor, que actúa a modo de tríptico, e instalar una iluminación artística.

El resultado, que os dejo a continuación, sobrecoge al visitante por la viveza de sus colores.

Aquí termina nuestro viaje.

Fuentes:
- ORTEGA JIMÉNEZ, J. M., Introducción a los bienes suntuarios de Enrique de Guzmán, 2015.
- SANZ SERRANO, M. J., Algunas cruces y relicarios importados de Oriente, 2007.
- PRENSA: ABC y El Correo de Andalucía.

¡Feliz entrada de año! 🍇🍇

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