#ElHiloDeLaSemana Entre 1573-1574, Las Españas asistieron al mayor cortejo fúnebre de su historia. Desde Granada, Yuste y Valladolid, sobrecogedoras procesiones con las reliquias reales de los difuntos de Felipe II recorrieron su geografía. ¿Su destino? El Escorial. ¡Dentro hilo!
Felipe II es el Rey Prudente al ser uno de los monarcas españoles que más meditó las diferentes decisiones que tuvo que tomar a lo largo de su reinado. Uno de los ejemplos más sorprendentes lo encontramos con la reunión fúnebre familiar que organizó en 1574 en El Escorial.
La construcción del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial no solo fue el capricho personal de Felipe II, sino también un instrumento más que se puso al servicio de la Corona. El monumento es la culminación de la Monarquía Hispánica, tanto material como espiritualmente.
Después de siglos en el que los diferentes reinos que componían Las Españas desde los albores de la Edad Media habían ido construyendo sus propias criptas, Felipe II cogió el testigo de las últimas voluntades de su padre y proyectó el destino definitivo para la realeza española.
Aunque el Emperador había pensado utilizar la Catedral de Granada como panteón para la nueva dinastía, se percató que unir su eternidad a la de sus abuelos significaría estar siempre a la sombra de la grandeza de los Trastámara. Encomendó a su hijo la búsqueda de un nuevo lugar.
Por ello, en El Escorial Felipe II no solo fundó un monasterio, sino también un panteón. Con él, reflejó el poder y la unión de la nueva Corona española; en definitiva, el arte funerario se puso al servicio de la centralización de los reinos españoles, de la mano de los Austrias.
El Panteón Real de El Escorial, tal y como lo contemplamos en la actualidad, no es el mismo que se diseñó en tiempos de Felipe II. La primitiva cripta sepulcral estaba situada en una bóveda debajo del altar mayor de la Basílica, un espacio que carece actualmente de uso.
Para Felipe II, El Escorial tenía que ser la Jerusalén terrenal. Restos de santos y beatos poblaron las estancias del monasterio para tratar de acercarle al mismísimo Dios. Sin embargo, las mayores reliquias que atesoró el Rey Prudente fueron las de sus familiares difuntos.
Todos compartían la sangre azul que les permitía, por la gracia de Dios, ceñirse coronas para regir los reinos terrenales. Reuniendo a su estirpe, dispersa por los diferentes rincones peninsulares, Felipe II legitimaba además el derecho de los Austrias para gobernar Las Españas.
Desde Granada, Felipe II debía trasladar los cuerpos de su madre, la Emperatriz Isabel, su primera esposa, la Princesa María Manuela, y sus dos hermanos, los infantes Fernando y Juan, muertos prematuramente. Desde Mérida, el cuerpo de su tía Leonor, quien fue Reina de Francia 👉🏼
👉🏼Desde Yuste, los restos de su padre, el Emperador; procedentes de Madrid, los cuerpos de su tercera esposa, Isabel de Valois, y de su primogénito, el Príncipe Carlos; desde Valladolid, el de su tía, la Reina María de Hungría, y desde Tordesillas el de su abuela, la Reina Juana.
El deseo de Felipe II de reunir los restos de sus familiares en El Escorial no se materializó hasta 1573-1574. En palabra del Rey: «Deseo mucho ver acabado este negocio, porque en mi vida traté negocio tan pesado ni trabajoso como este, por ser tan ajeno de todos los otros».
Felipe II se encargó personalmente de preparar y dictar el protocolo que debía seguirse tanto en los traslados de los cuerpos a El Escorial, como en el recibimiento que debía darse a los mismos al llegar al monasterio que en aquel entonces aún estaba en proceso de construcción.
Para organizar los traslados, Felipe II solicitó a la Real Chancillería de Granada los antecedentes sobre el ceremonial que se había seguido en el de los de sus bisabuelos o su madre a la Capilla Real. Con toda la información que recabó, el Rey elaboró las instrucciones.
Felipe II indicó minuciosamente la forma en que debían trasladarse los féretros, las personas que los acompañaban y hasta la cantidad de velas que debían emplear. Este protocolo sirvió de base para los grandes ceremoniales fúnebres de la Corona española en los siglos venideros.
Cuando el cortejo fúnebre llegaba a El Escorial, debía dirigirse a la Lonja, donde se habría levantado un estrado para ser recibidos con honores. Tras ello, se llevarían a la Iglesia de Prestado para rezarles misas durante días, pasando a ser sepultados en la bóveda de la misma.
La estancia en la cripta de la Iglesia Vieja era provisional, en tanto finalizaban las obras de la Basílica. Debajo de su altar mayor se encontraba el panteón familiar previsto por Felipe II (B), donde se trasladaron los restos en 1587. Actualmente, un espacio vacío.
📷 Wikimedia
Reinando Felipe IV se inauguró el Panteón de Reyes barroco (C) mandado construir por Felipe III en una capilla octogonal situada todavía más en las profundidades de la Basílica, desplazada respecto del altar. Allí se trasladaron los cuerpos reales en 1654, donde aún permanecen.
Antes de producirse los grandes traslados de 1574, Felipe II llevó a cabo un "ensayo" con la traslación de los cuerpos de su tercera esposa, Isabel de Valois, y el Príncipe Carlos. Ambos yacían en Madrid, en las Descalzas Reales y el Monasterio de Santo Domingo, respectivamente.
El cortejo fúnebre llegó a El Escorial el 7 de junio de 1573. Casualmente, a finales de aquel año murió en el monasterio la Princesa Juana de Austria, hermana de Felipe II, iniciando a la inversa su traslado fúnebre a las Descalzas Reales de Madrid, fundado por ella misma.
Ya el 29 de diciembre de 1573, partieron desde Granada los féretros de la Emperatriz Isabel de Portugal, la Princesa María Manuela y los Infantes Fernando y Juan. La comitiva debía dirigirse a Torrijos (Toledo) para unirse con la de Yuste y, juntas, proseguir hasta El Escorial.
El 15 de enero de 1574 habían sido exhumados en Mérida los restos de Leonor de Austria, siendo trasladados hasta el Monasterio de San Jerónimo de Yuste. Allí se unió a los de su hermano, el Emperador Carlos, que se despidió para siempre del lugar en que disfrutó sus últimos días.
El cortejo de la familia imperial se reunió en Torrijos y, desde allí, puso rumbo a El Escorial, donde llegó el 4 de febrero de 1574. Unos días antes, el 27 de enero, habían sido exhumados los restos de la Reina María de Hungría en la Iglesia de San Benito de Valladolid.
El 28 de enero de 1564,el cortejo fúnebre de María de Hungría llegó a Santa Clara de Tordesillas. En su iglesia, estaba sepultada desde 1555 la Reina Juana I de Castilla, cuyo cuerpo también fue exhumado y se incorporó al traslado a El Escorial, llegando el 7 de febrero.
Los Habsburgo se asentaron en El Escorial y la última Trastámara siguió a Granada. La Reina Juana, llave para abrir el reinado de los Austrias, es la primera que se ciñó por primera vez la corona de todos los reinos españoles. Sin ella, esta historia nunca se hubiera contado.
¡Hasta aquí el hilo! Por obra y gracia de Felipe II, Las Españas asistieron en 1573-1574 al cortejo fúnebre más sobrecogedor de su historia. Este acontecimiento es clave para entender El Escorial como reflejo del poder real y de la grandeza de la Monarquía Hispánica.
Si te ha gustado el hilo y quieres saber más datos sobre este peculiar hecho histórico de nuestra historia, puedes ampliarlo en el siguiente enlace a la web de #TuristaEnMiPaís. Allí también encontrarás las referencias bibliográficas del hilo. ¡Gracias!wp.me/p9WVSY-Uf
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