Luis Soravilla Profile picture
Ingeniero, licenciado en humanidades, sablista, lector, autor de "La conjura de Perregaux", la "Historia torcida de la Filosofía" y "Mujeres de armas tomar".

Feb 13, 2022, 28 tweets

¡Atención! ¡Atención!

Lo prometido es deuda.

Vengo a contaros la suerte de un inventor en medio de las guerras napoleónicas, y de su invento, un navío sumergible.

Adelante con la #RistraDeTuits.

🔽🔽🔽

Poneos en situación. Toda Europa se había echado sobre la Francia revolucionaria y, contra todo pronóstico, la República venció a todos sus enemigos. A finales de 1800, había derrotado a todos, uno tras otro, menos a uno, Inglaterra, que no daba su brazo a torcer.

Ese año, Robert Fulton vivía en Inglaterra. Había ido ahí a aprender dibujo, pero resultó que era un inventor y eso de la máquina de vapor le hizo tilín.

Era ciudadano de los EE.UU. En teoría, era ciudadano de un país neutral.

O sea, que podía hacer negocios con ambos bandos.

El primer candidato para el negocio era, naturalmente, Francia. Ahora mandaba en Francia el general Bonaparte, Primer Cónsul, que deseaba con todas sus fuerzas poner un pie en Inglaterra para enseñar a esos malandrines lo que era bueno.

Pero no podía.

No podía porque la Royal Navy, la marina de guerra británica, dominaba el Canal.

En esta caricatura británica, lord Nelson está poniendo en su sitio a los cocodrilos franceses, una metáfora de su victoria contra la flota francesa en Abukir, durante la campaña de Egipto.

Es que no he podido evitarlo. Salían cocodrilos bonapartistas.

Sigamos con la #RistraDeTuits.

Nuestro amigo Fulton ya había propuesto al Primer Cónsul un navío acorazado propulsado por un motor de vapor. Era un perfeccionamiento de dos inventos, uno francés y otro inglés, pero resultón.

La propuesta fue seriamente examinada y siguió su propio camino, pero entonces Fulton quiso ampliar su oferta ante el gobierno de Bonaparte.

"¿Qué les parecería un navío sumergible?"
"¿Sumerqué?"
"Que pueda ir bajo el agua y hundir buques de la Royal Navy".
"Hábleme de eso".

Fulton conocía el primer submarino (mejor, sumergible) empleado en combate, la "Tortoise" ("Tortuga"), que se había empleado en la Revolución Americana contra la Royal Navy... ¡y que había funcionado!

Pues, ¿por qué no iba a funcionar el submarino de Fulton?

La "Tortoise" hundió un navío británico por el ingenuo e ingenioso procedimiento de ponerse bajo la quilla con un berbiquí y hacerle un agujero.

De verdad, con un berbiquí.

Fulton tenía otra idea en la cabeza.

El sumergible de Fulton emplearía un petardo, nombre que se le da a una carga explosiva de gran potencia.

A falta de torpedos (Fulton todavía los estaba inventando), el petardo se ataría a la punta de una pértiga y se apoyaría en la borda del navío enemigo.

Entonces...

Y negocio resuelto.

Fulton había perfeccionado la propulsión de navíos por ruedas de palas, pero eso no funcionaría con un sumergible. Así que empleó la hélice para propulsarlo.

Problema: no podía poner un motor de vapor bajo el agua.

Solución: que la tripulación le diera a la manivela.

Como navegar dándole a la manivela era muy cansado, Fulton diseñó una ingeniosa vela plegable. Otra innovación fue una estructura metálica recubierta de planchas de cobre para el casco.

Con eso y tres tripulantes a bordo, ya lo tenía.

Construyó un prototipo con la ayuda económica del gobierno francés, que se hundió varias veces en el Sena... ¡y volvió a salir a flote!

Con todo, muchos oficiales desconfiaban de Fulton. Creían, simplemente, que era un estafador que sólo buscaba que dinero.

Finalmente, decidieron probarlo en el mar, en el puerto de Brest.

Ahí se acabó el negocio de Fulton con los franceses, y ahora os diré por qué.

Un oficial de la marina encargado de valorar la viabilidad del proyecto dijo que esa manera de hacer la guerra le parecía horrible, cosa de cobardes.

Pero peor fue descubrir que Fulton también había ofrecido su submarino... ¡a los ingleses!

Para acabarlo de estropear, Fulton, como era evidente que su sumergible funcionaba, pidió mucho dinero a cambio.

Los franceses se enfadaron muchísimo. ¿Para qué iban a pagar esa fortuna a un tipo que le estaba estafando? ¿Acaso no vendía su proyecto también al enemigo?

Adiós.

El proyecto de sumergible de Fulton para la Royal Navy era ligeramente diferente. Navegaba mejor (su casco tenía forma de bote, no de pescado) y empleaba un velamen convencional. Por lo demás, seguía funcionando a manivela.

Es decir, en 1805, tanto el emperador Napoleón como el primer ministro Pitt el Joven podrían haber tenido sumergibles al servicio de sus respectivas marinas.

Pero no fue así.

Porque los franceses, ya lo hemos visto, rechazaron el proyecto, y los marinos ingleses, también. Su excusa fue más o menos la misma: consideraban que emplear un sumergible para hundir navíos enemigos no era propio de caballeros. Mejor matarse viéndose las caras.

Para aquel entonces, como los planes de atravesar el Canal se habían ido a pique incluso antes de Trafalgar, Napoleón ya estaban en medio de la campaña de Austerlitz y no se volvió a saber más del sumergible de Fulton.

El sumergible de Fulton se llamaba "Nautilus".

Quizá os suene ese nombre si habéis leído "20.000 leguas de viaje submarino", de Julio Verne.

Y fue también el nombre del primer submarino de propulsión nuclear, el "USS Nautilus", que uno ya no sabe si es un homenaje a Fulton o a Verne.

En fin...

El desmesurado amor por el dólar del señor Fulton y los remilgos de los almirantes franceses y británicos no nos dejaron ver a los sumergibles en acción durante las guerras napoleónicas, aunque sí que navegaron (pero poco) en aquel entonces.

Y ya está.

Muchas gracias por leerme.

--¡Ay! ¡Qué disgusto!
--¿Qué os pasa, señor?
--¡Que m'han bujereao el barco!
--Qué quiere decir con que le han agujereado el barco, señor.
--¡Pues eso! Que se m'ha venío un buque sumergíbile y m'ha bujereao to'l casco.
--Le ha vuelto a dar al ron, ¿verdad?

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