MOTOMAMI ha excedido los límites de El Mal Querer.
#MOTOMAMI es vanguardismo, transgresión, y un despliegue ecléctico y globalizador de una amalgama de géneros.
Abro hilo sobre la reafirmación de Rosalía como la artista más visionaria de la historia de la música española.
Las expectativas a las que hacía frente Rosalía eran inconmensurables: El Mal Querer, designado como uno de los discos más destacables que se hayan editado, encarna el álbum más relevante de la historia reciente de España.
#MOTOMAMI, sin embargo, es un sucesor más que digno.
Categorizar MOTOMAMI como un proyecto que responde a la etiqueta de 'músicas del mundo' es inevitable, dado que en el confluyen sonoridades que abarcan desde el reguetón hasta el flamenco, pasando por el jazz, la bachata, la música industrial o el R&B.
La experimentación no deviene una pretensión relegada a la anécdota en MOTOMAMI, sino que se ancla férreamente a su núcleo.
Rosalía renuncia a estructuras melódicas convencionales, se presta a reconfigurar patrones rítmicos, y agita al oyente en una experiencia inmersiva.
La configuración de #MOTOMAMI como una colección de cortes íntegramente dual es perceptible en el vaivén emocional de su escucha.
Exceder apenas los 40 minutos de duración no es un impedimento para inducir al frenesí corporal y, a su vez, a la inevitabilidad del llanto.
Su naturaleza compositiva conlleva otro peldaño en su carácter dicotómico: frente a una labor de realización e integración sonora caracterizada por la rigurosidad y la formalidad, sus versos otorgan cabida a la faceta más humorística de la intérprete.
El apartado textual, pese a su aparente simplicidad, es reseñable por dos méritos: el primero, castellanizar con efectividad la jerga coloquial propia del mainstream anglosajón; el segundo, invitar al público al conflicto sensorial que se prolonga durante la secuencia del disco.
La consecución de su estrategia publicitaria contribuye a acentuar esta sensación de obnubilación. #MOTOMAMI es una representación del contraste y, desde luego, su presentación mediática no iba a escatimar en el juego del desajuste de expectativas.
MOTOMAMI es una materialización de la espontaneidad compositiva, la ambivalencia interpretativa y de la elocuencia que caracterizan a Rosalía como músico, y también permite solidificar su imagen artística, puesto que se desprovee del contexto academicista de sus trabajos previos.
Uno de los aspectos que más dan cuenta del valor de MOTOMAMI es, sin ir más lejos, que las 16 pistas que lo integran sobresalen por cuenta propia. El recorrido, pese a sus ‘disparidades’, se conforma de cortes igualmente memorables que, juntos, alcanzan la homogeneización.
SAOKO, más que el acto de apertura del tercer álbum de estudio de Rosalía, establece un punto de inflexión: un ejercicio explosivo de sinergia entre el jazz y el reguetón, cuya distorsión de piano -acompañada de unos tambores trepidantes- resulta fulminante y apasionante.
En segundo lugar, Candy embelesa con una demostración de R&B suculenta, compuesta por capas de múltiples texturas y próxima al futurismo, cuya impronta envolvente se dinamiza como producto de la fusión con el reguetón.
LA FAMA permite latinizar la identidad de The Weeknd, quien se desenvuelve con sorprendente naturalidad en una bachata que hace las veces de reflector sobre la despersonalización acarreada por el estatus propio de un personaje público.
Los reclamos puristas del conservadurismo flamenco se exteriorizan en BULERÍAS, un bastión frente a las críticas ancladas en El Mal Querer a ritmo de una percusión repleta de brío, que permite adivinar una suerte de reminiscencia hacia Que No Salga La Luna, por ejemplo.
Los ganchos se apoderan de CHICKEN TERIYAKI en una apuesta tan pegajosa como incomprendida, que desembocan en que resulte incomprensible toda reacción negativa que haya podido alentar. Una propuesta adictiva y efectiva, sin lugar a duda.
El epicentro de la subestimación, no obstante, recae sobre HENTAI, una balada tan poco convencional como plausible. Su deliberada temática sexual, lejos de corromperla, hace hincapié en la edificación de su intimidad, tan frágil como sensual.
La toma de conciencia propia se explicita en BIZCOCHITO, un firme experimento de reguetón a ritmo de arcade que resulta especialmente convincente gracias al júbilo de sus coros, así como a un tarareo que evoca tanto a Gwen Stefani como a una mirada nostálgica de la niñez.
La vulnerabilidad anticipada en su eje bipartito -MAMI- conmociona en G3 N15, una emotiva nana que halla por destinatario a su sobrino, Genís. La irrupción del órgano anticipa una conmovedora nota de Rosalía Aguilera, su abuela, que termina por desencadenar un mar de lágrimas.
Pharrell Williams hace acto de aparición, en esta ocasión, para permitir al sintetizador cierta monopolización. MOTOMAMI, el tema homónimo, no es un mero interludio, sino una sucia retahíla definitoria de las ambiciones experimentales del álbum.
Los tratamientos vocales, los teclados y la irrupción de James Blake engrandecen DIABLO, que se posiciona desde una primera toma de contacto como una de las pistas más significativas del conjunto. Pareciera que Fiona Apple hubiese orquestado su paulatina deconstrucción sonora.
El protagonismo de la salsa en DELIRIO DE GRANDEZA prueba la versatilidad interpretativa de Rosalía, en mitad de unos arreglos que intensifican una realización más tradicional. Otra muestra fidedigna de la amplia diversificación de estilos musicales del proyecto.
El sintetizador se aferra a CUUUUuuuuuute para eslabonar un corte en el que Rosalía, finalmente, extrapola su catarsis más industrial. La senda trazada por A Palé ha hallado en este pilar de MOTOMAMI su mayor catalizador, tan impredecible y estridente como magnífico.
La melancolía y el dolor de la pérdida se encauzan en COMO UN G, una descorazonadora balada gestada mediante una pista vocal frágil, un piano solemne y unas armonías que conciben uno de los instantes más mágicos de la trayectoria de Rosalía hasta la fecha. Maremoto de lágrimas.
Abcdefg destila un carisma mayúsculo, que complementa la espectacular labor de producción que adereza LA COMBI VERSACE, en la que se aproxima a los dominios sonoros explorados con CANDY. Su instrumental se cataloga como una de las mayores muestras de contemporaneidad del LP.
SAKURA, que rezuma teatralidad y emula un directo digno de una folclórica de antaño, reflexiona sobre lo efímero de la fama en clave atmosférica y con gran vigor vocal, en un acto de cierre que reincide en la magnificencia del conjunto que lo precede.
A pesar de que sus elementos más disruptivos puedan dificultar su aceptación entre las masas, MOTOMAMI es una prueba más que fehaciente de cuán maravillosas pueden ser las aportaciones artísticas desde un prisma ambicioso, polifacético y sin temor a huir de los convencionalismos.
La magistral acogida de MOTOMAMI entre la crítica especializada es ilustrativa de la envergadura del proyecto, perfectamente equiparable a algunos episodios artísticos de figuras tales como Frank Ocean, o Kanye West.
Una artista española es la artífice de una de las manifestaciones artísticas más memorables del vanguardismo musical de los últimos tiempos, y una de las obras que más luz arrojan sobre las posibilidades creativas de la música en plenos años 2020.
MOTOMAMI no solo no languidece ante la sombra de El Mal Querer, sino que la eclipsa; con la consecuente postulación de Rosalía como la estrella pop más innovadora, metamórfica e inaudita que haya atestiguado la industria musical española en todos sus años de historia.
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