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May 4, 2022, 19 tweets

LA VERDAD DEL HOMBRE DE MAISINICÚ - En la película, el régimen presentó una versión diferente a los hechos que ocurrieron, que también quedaron registrados en el libro «Escambray: la guerra olvidada», escrito por Enrique G. Encinosa. Abro hilo.

Ya el libro está disponible en el canal de Telegram bajo el título «Héroes del Escambray». En él, se expone el lado oculto y olvidado de la lucha guerrillera librada, entre 1960 y 1966, en la Sierra del Escambray en la provincia de Las Villas.

El autor entrevistó a los protagonistas: combatientes integrantes de las guerrillas que se opusieron a la tiranía comunista desde un inicio, cuyos testimonios difieren de la 'versión oficial'.

En el capítulo X "El hombre de Maisinicú y la etapa final del Escambray", se recogen los testimonios de quienes conocieron a José Cheito León, jefe guerrillero, y al traidor Alberto Delgado. En aras de hacer justicia a quienes lucharon sin cesar, veamos la otra versión.

El 22 de junio de 1964, en los fosos de la Fortaleza de La Cabaña, doce hombres se encararon al paredón de fusilamiento: Maro Borges, Irenio Borges, Raúl Morel, Macho Jiménez, Andrés Oramas, Tomás García Valle, Julio Emilio Carretero, Cuco Cedeño, Blas Ortega, Valentín Hernández.

Manolo Munsó La Guardia y Benito Rodríguez Pedraja. Parados juntos, en la oscuridad de la noche, iluminados por la luz blanca de reflectores, los doce hombres cantaron el Himno Nacional mientras los rifles FAL disparaban y los plomos destrozaban sus cuerpos.

Mientras tanto, en el Escambray, Cheíto León esperaba el mensaje radial. La primera clave fue dada, pero la segunda clave, la llamada telefónica, la que el Hombre de Maisinicú desconocía, nunca llegó. Cheíto, desconfiado como todo buen alzado, comenzó a dudar de Alberto Delgado.

El comandante José Cheíto León Jiménez, que había asumido el mando de los pocos grupos que aún quedaban en el Escambray, se había ganado sus galones por sus méritos. Era un hombre joven, de 26 años, fuerte y afable. Cheíto había sido educado en Trinidad.

Él y su hermano Berardo habían reclutado diecinueve hombres de la zona, que se irían con ellos dos. Conscientes de que carecían de armamento y de experiencia militar, los veinte y un hombres se enlistaron en un batallón de milicia.

Después de varias semanas de entrenamiento básico, los nuevos reclutas desertaron en abril de 1961 y se alzaron, llevándose los rifles checos M52. Con tres años de experiencia en el combate, Cheíto León era, a pesar de su juventud, un veterano curtido en docenas de encuentros.

Con la sospecha escondida en lo más profundo de su pensamiento, Cheíto León se reunió con Alberto Delgado a la orilla de un río próximo a la finca Maisinicú. Delgado, cínicamente, había mandado a matar una res de la finca para festejar el viaje de la guerrilla a Miami.

Cheíto, fingiéndole amistad, celebró junto a él, hasta que no pudo contenerse más y confrontó al traidor. En la película castrista, Delgado murió valientemente y desafiante. Pero en la realidad, contada por los sobrevivientes, no fue así. En la foto, una escena de la película.

Al ser emplazado por Cheíto León, Delgado le negó repetidamente ser agente castrista. Después, llorando, declaró que había sido obligado a ayudar a la Seguridad del Estado cuando lo descubrieron conspirando. En la foto, Alberto Delgado.

En sus últimos momentos, le pidió clemencia, aludiendo que él era un padre de familia. Cheíto León ignoró los gritos del traidor, pues también el comandante Julio Emilio Carretero (en la foto) era un padre de familia y Delgado lo había entregado miserablemente.

Alberto Delgado (en la foto) fue ajusticiado. Al día siguiente, colgado de una guásima, fue descubierto por campesinos de la zona. Una vez desenmascarada su infiltración, la Seguridad del Estado lanzó una redada y arrestó a todo el que había tenido contacto con Alberto.

A Cheíto León lo cercaron al norte de Trinidad, en un fuerte combate en el que murieron hombres de ambos bandos. Cheíto fue alcanzado por dos balas. Herido, se arrastró hasta un matorral.

Allí, cuando lo iban a capturar mató a dos milicianos con su última granada, inmolándose con ellos. De esta manera, murió uno de los últimos jefes guerrilleros del Escambray. En la foto, el cadáver de Osvaldo Ramírez, asesinado en 1962.

En la foto, el cadáver del comandante Pedro González, que fue expuesto como trofeo en un parque de Trinidad.

Hasta aquí esta parte de la historia, que tiene muchos más testimonios y casos por contarse. Muchísimas gracias por leer.

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