Gorka Martín Profile picture
Investigador postdoctoral en @upvehu 🎓 Arqueología del conflicto y del pasado reciente 🤠⛏️ 📖 Bilbao 1874. El asedio carlista a la Invicta Villa

Nov 2, 2022, 28 tweets

Todos sabemos que pasa cuando se gana una guerra: desfiles, medallas, homenajes... ¿Pero qué pasa cuando estás en el bando perdedor? ¿Qué sucede a quienes son derrotados?
Pues en este hilo os cuento los últimos días de la última guerra carlista en boca de uno de los protagonistas

Primero un poco de contexto. Nos ubicamos en 1875, la última guerra carlista lleva ya 3 años en marcha. Después de la proclamación de Alfonso XII (hijo de Isabel II) como rey constitucional el ejército liberal trata de terminar la guerra de un plumazo atacando Estella

la capital del carlismo. A pesar de unos primeros buenos resultados un contrataque carlista les detiene en Lacar, causando grandes bajar y casi capturando al propio monarca. En ese momento se decide parar la ofensiva y fortificar las posiciones conquistadas

Entonces el alto mando decide variar la estrategia: terminar la guerra sucesivamente con la pacificación de los reductos carlistas más débiles, el Centro y Catalunya, para luego invadir las provincias vasco-navarras

El plan da sus frutos rápidamente, la toma de Cantavieja el 6/07/1875 pacifica el Centro, las tropas carlistas pasan a Catalunya que no durará mucho más... En agosto se inicia el asedio liberal a la Seo de Urgell, que tiene que rendirse en noviembre

Los restos de ambos ejércitos carlistas pasan a Navarra mal armados, pero equipados y hambrientos, precisamente a la entrada del invierno. Pero no todo estaba perdido: las provincias vascas y Navarra aún sostenían el emblema tradicionalista

Sin embargo, con la pacificación del resto de teatros el gobierno liberal contaba en este momento con una enorme cantidad de efectivos y recursos. Se crean dos ejércitos: uno para conquistar Navarra y otro para pacificar las provincias vascas

La invasión es una verdadera ola que copa todas las posiciones carlistas. En Bizkaia rompen la línea de Balmaseda conquistando el valle del Cadagua, Karrantza y el valle de Araya. En Araba avanzan a Legutiano y descienden hacia el puerto de Urkiola

En Navarra se atacan y conquistan las posiciones cruciales de Montejurra y Monjardin. Los vizcaínos presentan su última resistencia en Abadiano (Durango) y en Elgeta, junto a los guipuzcoanos. El desastre es completo: todas las tropas se repliegan de todas las posiciones

Los sucesivos movimientos liberales y, sobre todo, la marcha de Martínez Campos al Baztán, amenazaban con crear una gran pinza que acorrale a los batallones carlistas en los confines de Gipuzkoa con Francia y Navarra.

En este clima miles de soldados, oficiales, cañones, caballerías, intendencia y población civil iban huyendo del cerco liberal. Todos los que habían ayudado a los carlistas veían sus vidas en peligro y siguieron a su ejército.

De haber querido ni siquiera podrían haber combatido: el rápido avance liberal había tomado todas las factorías y fábricas de munición, así que pocos disparos podrían hacer. Además muchos cañones se habían quedado atrás. Todo eran prisas, carreras, confusión, abatimiento

y lo más preocupante: insubordinación. Los soldados carlistas que llevaban peleando por su dios, su patria, su rey y sus fueros se vieron traicionados: se les ordenaba abandonar las posiciones que habían sostenido durante tres años y replegarse continuamente sin presentar batalla

Ante esta situación rápidamente se acusó a los oficiales de confabulación con el enemigo y de traición. Los batallones se negaban a marchar, deshacían la formación e increpaban a sus jefes. Muchas situaciones se salvaron por los pelos, pero hubo otras que no...

El Comandante General de Gipuzkoa, Domingo de Egaña y Erkizia, fue asesinado por sus propias tropas.
El general Fulgencio Carasa, que había sido jefe de todas las tropas vizcaínas, se salvó por muy poco. Otros oficiales tuvieron que esconderse en arcones o saltar por ventanas

para salvar la vida.
Todo aquel que llevara un distintivo de oficial peligraba, así que conformaron pequeños grupos con la intención de alcanzar la frontera francesa por caminos y veredas de monte.
Ni siquiera los grandes héroes de la guerra lograban disciplinar la tropa

En ese estado de cosas muchos ex-soldado se dieron al pillaje y bandidaje, agravando la situación todavía más.
Pronto a la insubordinación le siguió, como era natural, las deserciones. En pequeño número al principio pero para febrero de 1876 desertaban batallones completos

Por norma general, las autoridades liberales solían indultar a quienes se presentaban con armamento.
Los que decidieron seguir a su rey lo tuvieron más complicado, tuvieron que alcanzar la frontera escapando de liberales y carlistas por igual

No llevaban nada más que lo puesto, obligados a usar rutas de monte sin equipamiento ni medios en pleno febrero. Durmiendo al raso muchas veces, con suerte encontrarían alguna borda donde apretujarse unas horas

El 28 /02/1876 las restantes fuerzas de Don Carlos se concentraban en Sant Jean Pie du Port, sobre todo tropas castellanas y valencianas. Aquellas que ya no podían volver a sus hogares y que acusaban a los batallones norteños de traidores y desertores

Imaginaos el tremendo problemón que supone esto para las autoridades francesas... y eso que durante la guerra habían sido muy permisivos con los carlistas.
Muchos soldados sin guerra decidieron alistarse en el ejército francés, como ya hicieran después de 1840

Otros, sobre todo los oficiales, buscaron auxilio en las ciudades francesas de Burdeos y Nantes. Muchos tenían familiares allí, en otros casos recibieron la caridad de nobles legitimistas franceses. Si contabas con alguna formación podías pasar a la vida civil fácilmente

Médicos, ingenieros y artilleros, por ejemplo, tenían una transición sencilla.
Los simples soldados contaron con el apoyo del gobierno francés, que los alojó en barracones y les daban una pensión de 75 céntimos al día.
En general no fueron mal tratados,

podían circular libremente por la ciudad siempre que se presentaran a dormir, podían comer en los Fourneau Economique por 10 céntimos, ¡incluso acudían al teatro y la ópera!
Una situación diametralmente opuesta de la que recibieran los republicanos huidos en 1939

A pesar de toda esta situación, la mayoría de exiliados regresó a España a los pocos años gracias a la indulgencia de las autoridades liberales. Otros marcharon a otras guerras, muchos quedaron en Francia y otros murieron solos, abandonados y en la pobreza

Cómo veis mala es una guerra pero peor aún es perderla. Como siempre gracias por leer hasta aquí, si os ha gustado se agradecen likes y retweets.
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