Hoy, 2 de diciembre, siguiendo con nuestro particular Calendario de Adviento de #caminoalacoronacion, vamos a hablar del Anillo del Soberano, incluyendo una situación en la que la reina Victoria tuvo que esforzarse tanto en quitarse el suyo que casi se rompe el dedo. ¡Veámoslo!
La cantidad de objetos simbólicos, preciosos e históricos que se utilizan en la coronación de los reyes británicos es inmensa. Podríamos pasarnos todo el mes de diciembre hablando de este tipo de objetos y aún así nos faltarían días en el calendario.
Entre ellos, los conocidos como "Anillos de la Coronación" son enormemente importantes, tanto por su valor como por su potencial simbólico. Los Anillos de la Coronación son principalmente dos: el Anillo del Soberano y el Anillo de la Consorte.
Entre las joyas de la corona se encuentra un tercer anillo de este tipo, que es el Anillo del Soberano de la Reina Victoria, pero este no es el que se suele utilizar en las coronaciones actualmente (explicaremos su origen en breve).
Durante la coronación, se considera que el rey se "casa" metafóricamente con el reino que va a regir en adelante y hasta el fin de su vida. Por lo tanto, se realiza una suerte de "matrimonio", en el que se le pone un anillo que simboliza este matrimonio místico.
Tanto se vincula este ritual a un matrimonio metafórico, que este anillo es colocado por el Arzobispo de Canterbury en el cuarto dedo de la mano derecha del soberano, casi como si fuera una alianza de boda. Esta parte de la ceremonia tiene lugar después de la unción y
antes de la coronación en sí misma.
Antes del siglo XIX, lo más habitual era que cada rey recibiera un anillo nuevo, hecho a medida para su coronación, que se consideraba posteriormente su patrimonio personal. En ocasiones, algún heredero podía "repetir" anillo, pero lo más habitual es que se creara uno nuevo.
Pero en el siglo XIX, las cosas empezaron a cambiar, y el Anillo del Soberano que se utiliza actualmente es el que se realizó para el tío y antecesor de la reina Victoria, Guillermo IV, en 1831.
Como en los casos anteriores, este anillo fue considerado el patrimonio personal del rey por lo que, a su muerte, pasó a manos de su esposa, la reina Adelaida. A su sobrina y sucesora, la reina Victoria, le hicieron uno muy parecido a medida, siguiendo esta misma lógica.
Esto dio lugar a una curiosa anécdota. Se encargó el anillo a Rundell, Bridge & Rundell, que se tuvieron que documentar para saber qué era lo que tenían que hacer. Pero se equivocaron al leer la letra de los documentos proporcionados (los historiadores os entendemos, colegas).
Los joyeros pensaron que el anillo tenía que ir en el dedo meñique de la joven soberana, en vez de en el anular, por lo que lo hicieron demasiado pequeño. Y cuando llegó el momento de que el arzobispo de Canterbury lo situara en su dedo...el anillo no entraba. ¡Era muy pequeño!
Pero el ritual estaba claro y el ceremonial debía seguirse. Tenía que ser el cuarto dedo; no podía ser otro. Al fin y al cabo, la idea general era que por ese dedo pasaba un vaso sanguíneo que conectaba directamente con el corazón (una simbología generalmente vinculada a las
alianzas de boda), por lo que no se podía utilizar otro dedo. Por lo tanto, al Arzobispo le tocó apretar...y a la reina aguantar, hasta que el anillo entró en su dedo anular por la fuerza.
La reina escribió en su diario posteriormente que le había costado mucho quitarse el anillo una vez acabada la ceremonia y que se había hecho mucho daño para conseguirlo. Tuvo que meter la mano en agua helada para calmar el dolor y algunas de las personas a su servicio temieron
que se lo hubiera roto. Pero el show debía continuar y debía hacerse como estaba reglado, no importaba lo que pasase...aunque a la reina se le gangrenase el dedo. Este anillo de la coronación de la reina de 1838 se sigue conservando como uno de los tesoros de la Familia Real.
Cuando la reina Adelaida falleció, sin descendencia, dejó a su sobrina Victoria el Anillo del Soberano de Guillermo IV, y su propio Anillo de Consorte. La reina Victoria unió a estos dos anillos el suyo propio y todos pasaron a ser considerados patrimonio de la Corona.
A partir del siglo XX (pues la reina falleció en 1901), todos los reyes han utilizado el anillo de Guillermo IV como Anillo del Soberano en sus coronaciones, y se espera que Carlos III también lo haga.
Lo mismo ha acabado ocurriendo con el Anillo de la Consorte. Recordad que a las consortes femeninas también se las coronan, y que el 6 de mayo será la primera vez que veamos una coronación de consorte retransmitida por televisión en toda la Historia.
Como en el caso de sus consortes, a cada reina se le hacía un anillo personal con ocasión de su coronación, que se consideraba su patrimonio personal y que se legaba a sus descendientes. De hecho, han existido muchos más anillos de consortes que de soberanos, dado que varios
reyes se casaron más de una vez con reinas que llegaron a ser coronadas. Pero el que se usa actualmente es el que se realizó para la reina Adelaida, también en 1831 que, como hemos mencionado, legó a su sobrina Victoria.
La reina Adelaida conservó el anillo hasta su muerte y, posteriormente, ha sido utilizado en la coronación de las reinas Alexandra (esposa de Eduardo VII), Mary (esposa de Jorge V) e Isabel (esposa de Jorge VI).
Como curiosidad, desde el siglo XIII se consideraba que estos anillos debían tener rubíes como piedras centrales, pues se consideraba que era una piedra vinculada a las virtudes y dignidades soberanas. El Anillo del Soberano actual hace referencia a la cruz de San Jorge, el
santo patrón de Inglaterra, con el color rojo representando a ese territorio, y el azul de los zafiros a la bandera de Escocia. Ambos anillos están ya listos y preparados para volver a tener un papel principal, 70 años después, en la coronación de Carlos III y la reina Camilla.
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