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Valorar y mantener el legado del pasado en nuestro presente es el más valioso paso que podemos dar hacia el futuro.

Feb 19, 2023, 46 tweets

En nuestra sesión de hoy de #CuentosDeMedianoche recordaremos algunas de las historias, leyendas y experiencias "de miedo" vividas por nuestros seguidores, mientras nos preparamos para la próxima temporada con nuevos contenidos.

¿Nos acompañan?

Nuestro primer relato en #CuentosDeMedianoche corresponde a una experiencia vivida por el amigo David González @DRG2000, con quien nos trasladaremos a La Sabana, en la costa del Estado Vargas, para ahondar un poco más en lo sucedido.

Transcurría el año 2010 y me desempeñaba como gerente en una empresa dedicada al ramo de cableado estructurado, CCTV, redes de computación y telefonía, mientras que en mis tiempos libres prestaba servicios de transporte de carga y traslado de personas con una flota propia.

Un martes del mes de marzo una cliente de La Sabana, en la costa de Vargas, me solicitó el transporte urgente de unos muebles que había mandado a hacer en una fábrica de la carretera Caracas-Baruta, y que si era posible llevarlos ese mismo día o a más tardar el día siguiente.

Debido a mis compromisos laborales, acordamos hacer la entrega en la noche, por lo que procedí a retirar el mobiliario en Baruta en mi hora de almuerzo, partiendo hacia el Litoral justo a las 06:00 pm. abordo de mi Ford F-150, modelo 1992, en medio de un tráfico bastante pesado.

🕘 09:00 pm:
Una vez pasada Naiguatá me desplazada a gran velocidad entre Punta Care y Los Caracas, en medio de una oscuridad total en la que sólo resaltaba la espuma de las olas al romper con la vía; afortunadamente, pude sortearla gracias a la iluminación de la camioneta.

De pronto, mis sentidos se activaron aún más al divisar la figura de una mujer que caminaba al borde de la carretera, del lado del mar, en sentido Los Caracas-Naiguatá, portando un vestido blanco totalmente ensangrentado, con su clara cabellera totalmente despeinada.

Aunque me mantuve sereno, un violento escalofrío me estremeció.

En ningún momento reduje la velocidad del vehículo, mientras pensaba: ¿Qué le habrá pasado a esa mujer, tendría un accidente o se trata de una trampa del hampa para atracar a quienes se detengan a ayudarla?

Esta última idea se impuso, por lo que proseguí mi camino pidiéndole perdón a Dios si le negué mi ayuda a un necesitado.

Llegué a La Sabana pasada las 10.00 pm., entregando los muebles, mientras la familia, haciendo gala de su hospitalidad, me invitó a cenar y a tomar unas cervezas. Una vez concluido el ameno compartir, en el que no mencioné a la mujer de la carretera, emprendí el viaje de retorno.

Media noche, ya superada la zigzagueante y quebrada carretera de la costa y pasado el balneario de Los Caracas, entre Los Caracas y Punta Care, volví a ver a la mujer de horas antes, caminando en la misma dirección, con su vestido lleno de sangre y su cabellera desaliñada.

Esta vez me tocó verla de espalda y el escalofrío me invadió y los pensamientos inundaron mi mente:

¿Cómo era posible que los cuerpos de seguridad no hubieran actuado, en caso que se tratara de un accidente o de una banda delictiva usándola como señuelo para robar a incautos?

En ese momento me convencí que la mujer era usada para buscar que los conductores se detuvieran a ayudarla, para luego salir sus secuaces escondidos en el monte y atracar al buen samaritano, por lo que mantuve mi ritmo, le pasé indiferentemente por el lado y proseguí mi camino.

Llegué a mi casa en Caricuao cerca de la 01:30 am. sin mirar atrás ni más novedades, me di un baño y me dispuse a dormir para retomar mis actividades cotidianas con energías renovadas.

Lo acontecido ese día quedó olvidado por completo, ni siquiera a mi esposa se lo comenté, hasta pasados tres meses cuando cinco miembros de la misma familia me solicitaron un nuevo servicio: trasladarse desde El Manicomio, parroquia La Pastora, hasta La Sabana de la Costa.

Coordinamos el traslado para el sábado siguiente, a las 12.00 pm, abordo de mi Chevrolet Grand Blazer 1995, por ser lo suficientemente espaciosa para albergar a los cinco pasajeros y sus respectivos equipajes.

Iniciamos el recorrido aproximadamente a las 12.30 pm. y todo marchaba en completa normalidad.

Cuando transitábamos por el sector Punta Care - Los Caracas recordé mi doble encuentro con aquella misteriosa mujer, comentandoles lo vivido aquella noche.

Todos escucharon atentos haciendo un silencio sepulcral y, al unísono, preguntaron, ¿te paraste a ayudarla?, ¿le viste la cara?. Respondí que no, que ni siquiera reduje mi velocidad y nunca me enfoqué en su cara, sólo en su vestido lleno de sangre y su alborotada cabellera.

Todos coincidieron en decir que Dios me había protegido, que esa mujer era un espanto que había provocado la muerte a muchos conductores de la zona que se habían detenido a ayudarla, subiéndose al vehículo de quienes osaban detenerse y que luego revelaba su rostro diabólico...

... causando el terror en los conductores, quienes despavoridos perdían el control de sus vehículos, estrellándose con consecuencias generalmente fatales.

Me indicaron que de esos hechos han dado fe los pocos sobrevivientes de los encuentros con la mujer fantasmal.

Al escuchar la versión de mis pasajeros, aquel intenso escalofrío volvió a sacudir cada rincón de mi cuerpo, por lo que sólo alcancé a persignarme y darle gracias a Dios por no permitirme afrontar ese encuentro del más allá.

Luego de lo relatado me ha tocado transitar por esa misma carretera infinidad de veces, de día o de noche, siendo imposible no recordar mi doble encuentro con esa mujer que mucho tiempo después me enteré que era un espanto, por lo que siempre me encomiendo a Dios, nuestro Señor.

¿Cuento de camino o realidad?

Después de lo vivido no soy quién para afirmar, mucho menos para negar lo que contaron mis pasajeros y que fue afirmado por muchos habitantes de La Sabana, que se enteraron de lo que pasó gracias a los comentarios hechos por ellos.

Nuestro Estado Vargas es tierra de creencias, tendencia que se ha acentuado después de la tragedia vivida en diciembre de 1999, en donde la gran cantidad de personas desaparecidas ha dado pie a muchas historias de almas en pena y apariciones.

Como decían nuestros abuelos, no creo en cuentos de camino pero "¡de que vuelan, vuelan!"

David González
@DRG2000

Después de esta interesante experiencia del amigo David González, hacemos una breve pausa, retornando a las 10:50 pm. con otro relato en #CuentosDeMedianoche

¡Ya volvemos!

Seguimos recordando algunos casos mientras esperamos por la próxima temporada de #CuentosDeMedianoche 😱

En esta oportunidad se trata de una triste experiencia vivida por la amiga Laura Colmenares @lauryct en la Autopista Regional del Centro, que marcó su vida para siempre...

Corría el año 1999, específicamente el 6 de abril. En aquel entonces tenía una empresa organizadora de eventos en Valencia, Estado Carabobo, teniendo prevista la realización de una boda para finales del mes.

La locación iba a ser una hermosa casa de estilo colonial en La Entrada, una zona muy agradable, similar al Hatillo aquí en Caracas por su clima y belleza.

Fui con Eliana (nombre ficticio en respeto a su memoria), que era una joven y talentosa decoradora que me suministraba la mantelería.

Al tener mi carro en el taller usamos el de ella, un Toyota Corolla. Fuimos a ver la casa, mostramos la mantelería y finiquitamos los detalles.

Se nos hizo un poco tarde y al ser ella poco diestra en el manejo, decidimos que yo manejase ya que tomaríamos la carretera vieja para llegar a Naguanagua.

Eran las 6:45 de la tarde y ya estaba muy oscuro. De repente, en una curva, se nos vino encima una camioneta conducida por una mujer, chocándonos por el lado del piloto en la parte delantera.

La violencia del impacto lanzó mi cara contra el volante, fracturándome el maxilar, y aunque recibí golpes generalizados en todo mi cuerpo no perdí la conciencia, mientras que a Eliana no le pasó nada.

Adoloridas y bastante asustadas, nos mantuvimos dentro del vehículo.

En cosa de pocos minutos, por no decir que instantáneamente, el tráfico en la vía parecía haberse paralizado, mientras una extraña sensación y un silencio total se apoderaba de nosotras.

El tiempo parecía haberse detenido...

En ese momento el ruido de una moto rompió el silencio...

Un hombre joven, alto y de tez muy blanca se bajó de la moto, identificándose como médico del Hospital Central de Valencia. Su voz era muy suave, agradable y sin sobresaltos, transmitía seguridad...

Inmediatamente me tomó la tensión y me prestó los primeros auxilios, me dijo que no intentara moverme hasta que llegara una ambulancia (cual llegó bastante rápido), ya que habían otras personas tratando de auxiliar también a la mujer del otro vehículo.

Al llegar la ambulancia, el médico me inmovilizó, me limpió la cara, me puso oxigeno y monitoreó mis signos. Con su voz suave y serena, me dijo que no tenía nada que temer, que aún no había llegado mi hora y que todavía pasarían muchos años para poder ver a mi descendencia...

Yo tenía un diagnostico de fibromatosis y era casi imposible quedar embarazada.

Dicho esto, sus ojos me miraron fijamente, mientras proyectaban un reflejo muy particular, de paz y tranquilidad, como si se tratara de una persona que me conociera de toda la vida.

Seguidamente, ¡subió a su moto sin despedirse y desapareció!

Me operaron el maxilar en la Clínica La Viña; mi familia me trasladó a Caracas y un par de meses después fui a la Ciudad Hospitalaria Enrique Tejera, como también se conoce al Hospital Central de Valencia.

Pregunté por el médico, lo describí, di su nombre y nadie lo conocía, no existía ningún galeno con esas características, ¡simplemente no existía!

Pero lo más espeluznante de la historia fue lo que sucedió con Eliana: Al año siguiente, el jueves 06/04/2000, se desplazaba por la misma vía, a la misma hora, en el mismo vehículo manejando ella y en la misma curva la embistió un camión de frente, falleciendo en el acto.

Aún sigo sintiendo el mismo nudo en la garganta al recordarla y un escalofrío me estremece a pesar del tiempo transcurrido. Sin lograr entender todavía la dimensión de lo sucedido, no me queda más que pensar que se trató del destino, que realmente existe y nadie escapa de él.

Contar esta historia ha sido muy liberador para mi, pues sólo la había compartido con gente muy cercana a mi entorno. Mi aprendizaje es que muchas veces Dios actúa de manera misteriosa al enviar Ángeles que auxilian en circunstancias muy difíciles...

... siendo portadores de noticias inesperadas o profecías (como se quiera llamar) pues logré ser madre casi a los 40 años, tal cual como lo anunció esa noche aquel médico desconocido que desapareció en la nada.

No podemos menos que sorprendernos de cómo se dieron los acontecimientos, la misteriosa aparición del galeno y la muy lamentable muerte de Eliana.

Como bien nos dice la propia Laura, "el destino existe y nadie escala de él".

Como decían los abuelos:
"¡De que vuelan, vuelan!

Y lo sigo sosteniendo años después: Del destino nadie escapa, me atrevo a decir que ha sido la experiencia mas dura de mi vida. Nosotras habíamos demandado a la mujer que nos chocó pues venia ebria y cuando eso pasó decidí retirar todos los cargos. ¡Dios se encargará!

@lauryct

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