Pongan atención que hoy les voy a contar la historia de “Hefesto”, el dios que fue abandonado por su madre por haber nacido feo.
Como muchos mitos griegos, tenemos distintas versiones de esta historia. Hay menciones a este dios desde la era arcaica, el propio Homero lo menciona en su Iliada y dice que era hijo de Zeus y Hera.
La Teogonía de Hesíodo nos cuenta otra historia: Que en realidad sólo era hijo de Hera, ya que cansada de los amoríos de Zeus, y furiosa por el nacimiento de Atenea (que nació de la cabeza de su marido) ella también trató de dar a luz a un hijo completamente suyo.
Pero cuando el bebé nació, lo vio tan feo que lo arrojó por un precipicio.
Tetis, la madre del mítico Aquiles y la Oceánide Eurínome se lo encontraron y se apiadaron de él cuidándolo como si fuera un hijo suyo.
Así que creció relativamente feliz a pesar de sus defectos y fealdad, el rechazo de su madre y su cojera (porque en la caída se quedó cojo)
Al pasar los años se convirtió en un gran herrero y los dioses tuvieron que admitir su maestría y constantemente le pedían favores al buen Hefesto, aunque muchas veces se burlaban de su soledad y fealdad.
Poco a poco se fue ganando la confianza de los dioses y le permitían entrar a los salones del Olimpo y ahí tuvo un reencuentro con su madre, ella no se mostró arrepentida por haberlo arrojado a un barranco y Hefesto sufrió por su desdén.
Pero él parecía no guardarle rencor, de hecho le regaló un hermoso y majestuoso trono de oro macizo a su madre, y ella, aunque se avergonzaba de su hijo, aceptó el magnifico regalo.
Pero el trono era una trampa, una trampa maldita, que atrapó a Hera y la dejó paralizada tan pronto se sentó en él.
Los dioses trataron de liberarla pero la maestría de Hefesto y su forja los superaba todos y al final acudieron con él y le concedieron muchos privilegios a cambio de la libertad de Hera.
Pero él sólo quería una cosa: El amor de la diosa más bella de todas.
Afrodita, la diosa de la belleza y el amor fue entregada a Hefesto y ambos se casaron.
A partir de ahí Hefesto trabajó para los dioses y héroes, el escudo de Zeus, la armadura de Atenea, las armas de Ares y un largo etcétera.
Hefesto por fin tenía lo que siempre había soñado, un lugar en el Olimpo, reconocimiento y el amor de Afrodita.
O eso pensaba porque mientras él trabajaba sin descanso, la diosa del amor y la belleza tenía un amorío con Ares.
Muy pronto les contaré la historia de Ares y también la de Apolo, uno de los dioses más importantes del panteón griego, probablemente el más importante de todos después de Zeus, pero les adelanto que este último odiaba los secretos.
Apolo era hermano gemelo de Afrodita y estaba cansado de los amoríos de su hermana, tuvo romances con Ares, Poseidón, Nerites, Hermes, Dionisio, los mortales Anquises, Adonis y un largo etcétera.
Mientras Hefesto se ganaba poco a poco el cariño de los dioses, Afrodita caía de la gracia de muchos debido a sus constantes amoríos, pero fue su romance con Ares, la gota que derramó el vaso.
Porque Ares tampoco era un dios muy querido, seguramente sabrán que Ares es el dios de la guerra pero temo decirles que eso no es verdad.
El asunto es algo complejo, pero digamos que es dios de uno de los aspectos de la guerra: la brutalidad, la violencia, el terror en la batalla
De hecho siempre aparecía en el campo de batalla con 2 de los hijos que tuvo con Afrodita: Deimos y Fobos, 2 personificaciones del terror
Los griegos le tenían más miedo que respeto, muchos preferían a otra diosa de la guerra, Atenea, que representaba el aspecto inteligente de la guerra, el de la táctica y estrategia.
Así que Apolo decidió contarle la verdad al buen Hefesto.
Una noche, Afrodita y Ares se enceraron en una habitación y le pidieron a un joven llamado Alectrión que hiciera guardia.
Pero el joven se quedó dormido y el sol los descubrió, más tarde Hefesto entró en la habitación y también los encontró juntos.
Agárrense que este chisme mitológico se pone mejor, porque resulta que antes de que la pareja reaccionara, Hefesto les arrojó una red mágica y atrapó a los dos amantes.
Los arrastró desnudos por el Olimpo y los llevó ante Zeus.
Por cierto, Ares enfureció tanto con Alectrión por haberse quedado dormido, que lo transformó en un animal que estaría condenado junto a sus descendientes a siempre anunciar la salida del sol.
Los dos amantes fueron expuestos y todos se burlaron de ellos, sobre todo las diosas de Afrodita, pero algunos dioses también se burlaron de Hefesto al admirar la belleza de Afrodita y afirmar que cambiarían gustosos su lugar con Ares.
Area se retiró del Olimpo y prometió pagarle a Hefesto el tributo que había dado en su boda, pero eso nunca sucedió y Hefesto se retiró a las profundidades de la isla de Vulcano, cerca de Sicilia, donde se construyó un ejercito de autómatas que le servían.
Y así termina la historia del dios del fuego y la forja, señor de los escultores, herreros y artesanos, quien finalmente y lejos de su esposa pudo vivir feliz y en paz.
Hasta que eventualmente los mortales y los dioses se separaron, pero los hombres decidieron robar el fuego que únicamente podían usar los dioses.
Se lo robaron precisamente de la forja de Hefesto y por ello planeó una terrible venganza.
Por ordenes de Zeus, Hefesto fabricó a a una mujer que sería la encargada traer el mal a la tierra.
Su nombre era Pandora.
Pero esa historia se las contaré en otra ocasión.
FIN.
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