El 11 de septiembre de 1888 falleció Domingo Faustino Sarmiento en Asunción, Paraguay. Fue un político, escritor, docente, periodista y militar; presidente de la Nación entre 1868 y 1874, gobernador de San Juan entre 1862 y 1864, Senador Nacional entre 1874 y 1879, ministro Plenipotenciario de la Argentina en los Estados Unidos entre 1863 y 1868, entre otras.
Nació el 15 de febrero de 1811 en la ciudad de San Juan, siendo hijo de José Clemente Quiroga Sarmiento y de Paula Zoila Albarracín. Sarmiento era hijo de una familia humilde, aunque vinculada a las casas más tradicionales y representativas de la ciudad de San Juan.
Asistió a los cinco años a la recién creada Escuela de la Patria, en la que recibiría su única educación sistemática. Su formación se vería complementada bajo la guía de los presbíteros José de Oro y José Pascual Albarracín, parientes suyos, y por su propio esfuerzo autodidacta. En 1825 su tío Fray José de Oro fue desterrado a San Francisco del Monte, provincia de San Luis, y Sarmiento lo acompañó. Allí fundaron una escuela, primer contacto de Sarmiento con la educación, en la que él mismo daba clases.
En 1827 Sarmiento fue reclutado dentro del ejército federal. Según sus relatos, Sarmiento, como alférez de milicia debía realizar tareas que lo incomodaban. Presentó un reclamo y fue citado por el gobernador Manuel Quiroga, pariente del caudillo Facundo Quiroga. Durante la reunión pidió ser tratado con equidad, pero esto fue tomado como un desacato y fue a prisión. Debido a este, y a otros enfrentamientos personales con integrantes del Partido Federal, decidió abrazar la causa unitaria y se incorporó al ejército del general José María Paz.
Derrotadas las fuerzas unitarias en la batalla del Chacón, Sarmiento se vio obligado a emigrar a Chile (1831), en donde trabajó como maestro, minero y empleado. El asesinato de Quiroga y la política del gobernador de San Juan, Nazario Benavídez, posibilitaron su regreso en 1836. A su regreso a San Juan fundó una sociedad literaria, un colegio de señoritas y, en 1839, el periódico El Zonda. Pero a fines de 1840, la línea ideológica anti federalista del periódico le obligó a emigrar nuevamente a Chile, donde ejerció el periodismo y cultivó la literatura.
En 1845 llegó a Chile un enviado del dictador porteño Juan Manuel de Rosas para protestar por la campaña antirosista que estaban llevando a cabo en el país andino los exiliados argentinos. Este hecho precipitó una rápida réplica literaria de Sarmiento: La publicación por entregas, en el periódico El Progreso, de Facundo, que meses más tarde el autor reunió en el volumen Civilización y Barbarie, Vida de Facundo Quiroga. El libro es en su mayor parte una biografía del caudillo Facundo Quiroga, muerto diez años antes.
Desde el punto de vista de Sarmiento, Quiroga había prefigurado el mal que en el presente encarnaba Rosas: si Quiroga era la barbarie espontánea, producto de un medio adverso y hábitos primitivos, Rosas representaba la barbarie institucionalizada, fría y sistemática y en este sentido la obra es tanto un alegato contra el régimen de Juan Manuel de Rosas como una indagación en sus raíces. Según Sarmiento, los desastres acaecidos en la nación desde la independencia son el resultado del enfrentamiento entre la civilización (refugiada en las ciudades, centros de orden, progreso, trabajo y cultura) y la barbarie, producto de la influencia del medio pampeano, en cuyos rudos habitantes (los gauchos) se manifestaban los hábitos sociales primitivos y el desorden ciego natural. Para el autor, la esperanza transformadora de Argentina sólo puede radicar en un programa de reconstrucción nacional, educativo, que salve el abismo entre la sociedad civilizada y la que se ha forjado al margen de ella en las provincias.
En 1845 su prestigio como pedagogo hizo que el entonces ministro y futuro presidente chileno, Manuel Montt, le encomendase la realización de estudios sobre los sistemas educativos de Estados Unidos y Europa. Con tal fin viajó por numerosos países europeos, los Estados Unidos, África y América, y de regreso en Chile publicó Educación popular (1848), donde sostiene que la educación primaria y las bibliotecas públicas son el remedio más eficaz para combatir el atraso y la ignorancia. En 1849 recogió las impresiones de aquel viaje en Viajes en Europa, África y América, donde mostró su entusiasmo por la democracia del sistema norteamericano, que consideró modélica. Esa misma idea inspiró en 1850 su obra Argirópolis, proyecto de una futura capital Argentina.
En 1850, previendo el levantamiento del general Justo José de Urquiza, Sarmiento se embarcó hacia Montevideo, desde donde pasó a Entre Ríos para ponerse al servicio del Ejército Grande. Urquiza lo nombró teniente coronel y le encomendó la redacción del boletín del ejército.
Tras vencer a Rosas en la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852, el general Urquiza asumió la dirección provisional de la Confederación Argentina, promulgó la Constitución de 1853 e inició su periodo presidencial (1854-1860). Disgustado con Urquiza por creerlo orientado hacia la dictadura, Sarmiento se había expatriado voluntariamente poco después del triunfo en la batalla de Caseros. Primero a Río de Janeiro y luego volvió a Chile.
En 1852 publicó Campaña en el Ejército Grande, libro que precipitó una polémica con Juan Bautista Alberdi acerca de cómo debería regirse el país tras la caída de Rosas, la cual fue origen de Las ciento y una (cartas de Sarmiento) y de las Cartas quillotanas (las de Alberdi).
Con su regreso en 1855 a Buenos Aires se inició la etapa más gloriosa en su destino de constructor de la nueva Argentina. Se convirtió en editor en jefe del periódico El Nacional y desempeñó sus primeros cargos políticos como concejal municipal de la Ciudad de Buenos Aires. En 1857 y 1860 fue elegido senador provincial y mientras tanto se desempeñó como jefe del Departamento de Escuelas. En 1860 fue miembro de la Convención Constituyente, y al asumir Bartolomé Mitre la gobernación de Buenos Aires lo nombró ministro de Gobierno.
En noviembre de 1860 los federales lo acusaron de haber fogoneado el asesinato del gobernador de San Juan, el correntino José Antonio Virasoro, lo que provocó tensiones entre el gobierno nacional y el porteño. Asumió en su lugar Antonino Aberastain, amigo de Sarmiento. Pero Aberastain sería derrocado por una revolución llevada a cabo por el coronel Juan Saá, gobernador de San Luis, que invadió la provincia y corrió al gobernador, que fue capturado y luego fusilado bajo ordenes del coronel Francisco Clavero. Estos incidentes provocaron un gran deterioro de las relaciones entre el gobierno nacional y el porteño, y llevó a la renuncia de Sarmiento como ministro de Gobierno de Mitre, quien sería reemplazado por Pastor Obligado.
En los meses posteriores a la batalla de Pavón arribó a San Juan como enviado nacional por parte del presidente Bartolomé Mitre, y acompañando al general Wenceslao Paunero en la campaña a Cuyo. En enero de 1862 fue designado como gobernador de la provincia. Al asumir se encontró con la provincia empobrecida y dividida, por eso trató de ordenar las finanzas y de impulsar el modelo basado en la civilización y el progreso, logrando en tan solo dos años cambiar por completo la fisonomía de su provincia con numerosas obras públicas. En materia de educación y cultura creó una legislación que establecía la educación pública, gratuita y obligatoria. Inauguró nuevas escuelas primarias, el colegio Preparatorio, la Quinta Normal y la Escuela de Minas (actualmente Escuela Industrial), y edita nuevamente El Zonda.
En cuanto obras públicas, incorporó alumbrado y empedrado público, apertura y ensanchamiento de calles, forestación, y la confección del plano topográfico de la provincia de San Juan. Desde el punto de vista económico, fomento de la explotación minera (diputación de Minas, Compañía de Minas), leyes impositivas (patentes y sellos de justicia) y en lo social, realizó varios proyectos de colonización y desarrollo agrícola con los inmigrantes.
Sin embargo, la lucha, y la muerte del caudillo Chacho Peñaloza y la oposición interna que debió afrontar impidieron el logro total de sus proyectos y ante la falta de apoyo de sus comprovincianos, renunció al gobierno en abril de 1864.
En diciembre de 1863 el presidente Bartolomé Mitre lo nombró ministro plenipotenciario en los Estados Unidos. Durante su estancia en aquel país tomó contacto con distintos educadores estadounidenses y con las maestras que luego vendrían al país.
En 1866, Sarmiento recibió una dura noticia, el fallecimiento de su hijo adoptivo (algunos dicen biológico) Domingo Fidel Sarmiento a los 21 años en la Batalla de Curupaytí en la Guerra del Paraguay. La noticia lo sumió en una profunda depresión. A mediados de 1867, Sarmiento fue propuesto como candidato a la presidencia de la Nación por un grupo de políticos y militares del país, a iniciativa del coronel Lucio V. Mansilla.
Durante su estadía en Estados Unidos fue elegido presidente de la República, el Journal des Débats de París, al conocer la elección de Sarmiento, escribió: "el pueblo argentino se honra a sí mismo eligiendo para presidente a un maestro de escuela, prefiriéndolo a un general". Regresó a la Argentina el 30 de agosto de 1868 y asumió el mando el 12 de octubre de ese año. Su gobierno fue uno de los más fecundos que tuvo el país; durante el mismo se realizaron numerosos progresos y adelantos.
En uno de sus primeros discursos como Presidente de la Nación, Sarmiento deja en claro porqué la educación es fundamental para la democracia y para el futuro del país:
Eligió como ministros a Dalmacio Vélez Sarsfield (Interior), Mariano Varela (Relaciones Exteriores y Culto), Martín de Gainza (Guerra y Marina), José Benjamín Gorostiaga (Hacienda) y Nicolás Avellaneda (Justicia e Instrucción Pública).
La contribución más notable de su presidencia fue sin duda su obra educativa. El impulso dado a la educación bajo el ministro Avellaneda fue notable. Mediante la Ley de Subvenciones de 1871 garantizó fondos para la creación de nuevas escuelas y la compra de materiales y libros. Durante su mandato, y con apoyo nacional, las provincias fundaron unas 800 escuelas de primeras letras, alcanzando a un total de 1816 escuelas, de las cuales el 27 % eran privadas; la población escolar se elevó de 30.000 a 110.000 alumnos.
A fin de garantizar la educación primaria, trajo desde los Estados Unidos 65 docentes para los profesorados de primaria (Escuelas Normales); creó las primeras escuelas normales, tomando como ejemplo la Escuela Normal de Paraná, fundada en 1870. Subvencionó la primera escuela para sordomudos, que era privada. Continuando con la política de Mitre, fundó los Colegios Nacionales de la ciudad de La Rioja, Santa Fe, San Luis, San Salvador de Jujuy, Santiago del Estero, Corrientes, San Nicolás de los Arroyos, y de Rosario.
Fundó escuelas de arboricultura y agronomía en San Juan, en la ciudad de Mendoza, y más tarde en San Miguel de Tucumán y en la ciudad de Salta. En la Universidad Nacional de Córdoba se creó la Facultad de Ciencias Exactas, Física y Naturales, que dictaba la carrera de ingeniería. Por su iniciativa se crearon en la región cuyana las cátedras de mineralogía en los Colegios nacionales de Catamarca y de San Juan, que se convertirían en 1876 en la Escuela de Ingenieros de San Juan. Propició, también, la creación y el desarrollo de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares que fomentaba la creación de este tipo de bibliotecas a lo largo del país y en la Capital Federal se fundó la Biblioteca Nacional de Maestros.
Una de las primeras medidas de Domingo Faustino Sarmiento como presidente de Argentina fue organizar el primer censo nacional, que se realizó en el año 1869; el mismo arrojó el resultado de 1.836.490 habitantes para el país. El 8 % del total eran inmigrantes europeos, el 70 % era población rural, y el 71 % del total era analfabeta. Durante su mandato tuvo un aumento importante la inmigración, con la llegada de 280.000 inmigrantes, que se asentaron principalmente en Buenos Aires, y en el litoral.
El rápido aumento de la población en la capital generó problemas de vivienda e higiene a gran escala: en 1871, una epidemia de fiebre amarilla, probablemente a consecuencia de la guerra, causó la muerte en Buenos Aires de alrededor de 14.000 personas. El gobierno nacional se refugió en las afueras de la ciudad, por lo que la lucha contra la peste debió ser llevada adelante desde la ciudad misma por una comisión liderada por Bartolomé Mitre; esta dispuso la creación del Cementerio de la Chacarita, y en los años siguientes se crearon las primeras redes de aguas corrientes y de cloacas de la Ciudad de Buenos Aires.
En su mandato se favoreció la construcción del ramal desde Villa María hasta Río Cuarto; también se construyó el ramal desde Córdoba hasta Tucumán, y dos cortos ramales entre Concordia (Entre Ríos) y Mercedes (Corrientes), y entre Buenos Aires y Campana. La red ferroviaria en la presidencia de Sarmiento pasó de 573 kilómetros en 1868 a 1331 en 1874.
En su presidencia se tendieron unos 5000 km de líneas telegráficas, impulsadas por el presidente y su ministro Dalmacio Vélez Sarsfield; en su mensaje al Congreso de 1873 pudo afirmar que "La línea de telégrafos ha sido completada y recorre toda la República". El 5 de agosto de 1874, inauguraba la primera comunicación telegráfica con Europa. Decretó que el día de la inauguración del cable telegráfico, que en sus palabras convertía a todos los pueblos en "una familia sola y un barrio", fuese feriado nacional.
Durante su mandato la Guerra del Paraguay continuó, ya hacia su final. En junio de 1872 envió a Bartolomé Mitre, uno de sus grandes amigos convertido en su mayor opositor, al Brasil, para negociar el apoyo de ese país a las exigencias argentinas sobre límites en el Paraguay.
Al final de su mandato, Sarmiento apoyó a su ministro Nicolás Avellaneda en su candidatura presidencial, acompañado en la fórmula por el exgobernador bonaerense Mariano Acosta. En la oposición se encontraba el Partido Nacionalista que presentaba el binomio conformado por Bartolomé Mitre y el correntino Juan E. Torrent.
El fraude electoral ejercido por el oficialismo en las elecciones de Buenos Aires de febrero de 1874 y luego en las generales de abril, empujaron a los militantes y dirigentes nacionalistas a la revolución, y por consiguiente también a Mitre. El 18 de julio estallaba la revuelta. El 12 de octubre de 1874, en medio de la revolución mitrista, Sarmiento transmitió el mando presidencial a Nicolás Avellaneda.
En 1875 fue elegido como senador nacional por San Juan, cargo que ejerció hasta finales de agosto de 1879. En ese agosto de 1879 el presidente Avellaneda lo nombró como su nuevo ministro del Interior, y días más tarde como ministro de Relaciones Exteriores, ocupando de esta forma dos carteras. Desde este lugar empezaba a preparar su candidatura presidencial para 1880. Sarmiento era apoyado en su intento presidencial por los miembros del ex Partido Republicano, quienes se habían reintegrado a las filas autonomistas, y eran liderados por Aristóbulo Del Valle.
Pero finalmente su candidatura por el oficialismo no funciono y fue elegido como candidato el general Julio Argentino Roca. Por ese motivo Sarmiento renuncio a sus puestos como ministro a principios de diciembre de 1879. En mayo de 1880, su nombre volvió a sonar en la presidencia cuando las peleas roquistas y tejedoristas en el Colegio Electoral amenazaban con una revolución. Por tal motivo Roca propuso que tanto él como Tejedor acordaran eliminar sus candidaturas, apoyando la de Sarmiento. Sin embargo Tejedor rechazo la propuesta y finalmente el Colegio Electoral dio como ganador a Roca, lo que llevó a la revolución que encabezó el gobernador de Buenos Aires en junio de ese año.
Durante el mandato de Julio Argentino Roca ocupó el cargo de Superintendente General de Escuelas y promovió la aprobación del decreto que establecía la educación gratuita en 1882, pero renunció a causa de "diferencias radicales" con el propio Roca.
En 1883 vio la luz una de sus obras más discutidas: Conflicto y armonías de las razas en América, y en 1885 fundó, en Buenos Aires, el diario El Censor, de marcada tendencia anti roquista y desde el cual denunció hechos de corrupción durante el gobierno de Roca.
En 1886 formó parte de los Partidos Unidos, alianza que unía al Partido Liberal de Bartolomé Mitre, junto a la Unión Católica, los seguidores de Bernardo de Irigoyen y de Dardo Rocha, que postularon como candidatos a presidente y vicepresidente a Manuel Ocampo y Rafael García para enfrentarse al binomio oficialista integrado por Miguel Juárez Celman y Carlos Pellegrini. Sarmiento se presentó como candidato a diputado nacional por San Juan pero terminó siendo derrotado, al igual que los Partidos Unidos en las presidenciales, por el oficialismo.
En 1886, Sarmiento viajó a Asunción del Paraguay. Regresó a Buenos Aires pero ya anciano y con su salud deteriorada por la sordera y una insuficiencia cardiovascular y bronquial, los médicos le aconsejaron alejarse de Buenos Aires para evitar el frío invierno de la ciudad.
A comienzos de 1887 Sarmiento daba uno de sus últimos discursos en la Argentina hablando sobre la situación política y social durante el primer año del mandato de Juárez Celman, y dejaba una “máxima política como legado”:
En mayo de 1887 se embarcó con su hija Faustina y sus nietos para Asunción. Al despedirse de Buenos Aires, le dice a su nieto Augusto: “No paso de este año… hijo, me voy a morir…”. Y agrega una declaración que habla nuevamente de su personalidad: “¡Ah! Si me hicieran Presidente! ¡Les daría el chasco de vivir diez años más!”.
En Paraguay, no perdió el tiempo. Cuando algunos lo miraban con recelo por haber sido el presidente en los últimos años de la guerra de la Triple Alianza, se mostró colaborativo y agradecido. No sólo se ocupaba de todos los detalles de la que sería su nueva casa, sino que colaboró con las autoridades en el diseño de la ley de Educación Común de ese país, pensó cómo reorganizar la biblioteca nacional y el museo, elaboró un proyecto para la jubilación de maestros y diseñó reglamentos escolares y planes de estudio. Hasta fue el responsable de que Paraguay contratase a maestras norteamericanas. Además de ser el que introdujo el eucaliptus y el mimbre en el país.
Le escribió a Aurelia Vélez, su gran amor, con quien mantenía una relación de más de 25 años. Le pidió que fuera a visitarlo, que estaba organizando una fiesta para inaugurar su casa. “Venga al Paraguay y juntemos nuestros desencantos para ver sonriendo pasar la vida”. Aurelia, de 51 años, no se hizo rogar y llegó en agosto a bordo del vapor Olimpo. El ex presidente organizó entonces la fiesta de inauguración de su casa. Se había ocupado de todos los detalles que incluyeron fuegos artificiales y luces de bengalas.
El 3 de septiembre, Aurelia emprendió el regreso a Buenos Aires. El 5 de septiembre, fue un día de alegría para Sarmiento. Por fin, habían hallado agua en el pozo que estaban cavando, ya demasiado profundo, y no quiso perderse la ocasión de ir a verlo. A su regreso, era otra persona. Se sentía enfermo y fue directo a la cama. Su estado se agravó. Ese mismo día el cónsul argentino Sinforiano Alcorta le informó a Martín García Merou, embajador argentino en el Paraguay, que Sarmiento estaba mal. Lo asistían los médicos Silvio Andreuzzi, Alejandro Candelón y el suizo Emil Hassler. Diagnosticaron caquexia cardíaca. El 10, García Merou telegrafió al presidente Miguel Juárez Celman informándole que Sarmiento estaba grave.
El 11 de septiembre de 1888 a las dos de la madrugada Sarmiento fallecía en la capital paraguaya, a los 77 años de edad. El Paraguay decretó tres días de duelo nacional. Aurelia se enteraría del fallecimiento el 13 al mediodía. Ella fue la que avisó a los diarios, los que publicaron las necrológicas el día 14. El 15 el féretro fue embarcado en el vapor San Martín, se armó una capilla ardiente en el salón principal, con dirección a Buenos Aires.
En la tarde del domingo 16, desembarcaron el féretro en Corrientes, hubo una multitudinaria procesión y oficiaron una misa en la Catedral. Cuando pasó por Rosario y San Nicolás se hicieron respetuosos saludos con salvas de artillería. El 21 por la mañana llegó a destino a la ciudad de Buenos Aires, siendo recibido por una multitud. Su féretro estaba cubierto por las banderas argentina, chilena, paraguaya y uruguaya.
El muelle explotaba de gente. Al frente, el presidente Miguel Juárez Celman, su gabinete y muchos políticos y amigos. Bajo una intensa lluvia, fue llevado al cementerio de la Recoleta, donde sus restos fueron inhumados. Allí sus restos fueron despedidos por Carlos Pellegrini, Osvaldo Magnasco, Aristóbulo del Valle y Paul Groussac, entre tantos otros. Ante su tumba, Pellegrini sintetizó el juicio general: “Fue el cerebro más poderoso que haya producido la América".
“No se renuncia a un porvenir tan inmenso, a una misión tan elevada, por un cúmulo de contradicciones y dificultades. ¡Las dificultades se vencen: las contradicciones se acaban a fuerza de contradecirlas!”.
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