Hilo para hacer memoria: en 1992, AMLO se plantó en el Zócalo para exigir que Pemex pagara daños por derrames petroleros en Tabasco, en el marco de su próxima y fallida campaña por la gubernatura tabasqueña entonces bajo el PRD.
Salinas, via Manuel Camacho, le dio 9 mil millones de pesos de Pemex a López Obrador. Camacho, ya como diputado perredista, lo cuenta en en febrero del 2004, recogido por el Diario de Debates del Congreso.
Fast forward al primero año de Calderón, el 2007. En reunión con AMLO, candidato presidencial (mal) perdedor, los senadores del PRD comienzan a contar lo que están armando para lograr el rescate de Pemex (sí, desde entonces). López da el portazo y cancela la junta.
A puerta cerrada, los tilda de traidores por trabajar para “el espurio”. Asombrados, los legisladores le dicen que lo hacen para intentar salvar a Pemex de la quiebra, añadiendo que habían logrado incluir no pocas de sus propuestas de campaña.
“¡No se metan con Pemex, ese es mi tema! A Pemex lo vamos a arreglar cuando lleguemos a la Presidencia”, gritó AMLO. Carlos Navarrete y Graco Ramírez alegaron el posicionamiento del partido y el bien del país, pero López se negaba a cualquier cosa “que fortalezca al espurio”.
Navarrete le gritó de vuelta: “¡No, Andrés, no podemos permitir que se hunda Pemex! ¡Por el bien del país, por el bien de todos!” La respuestá heló a la concurrencia: “¡No me importa que se hunda Pemex… si se tiene que hundir, que se hunda!”.
Y luego dicen que no podía saberse.
Y luego dicen que no podía saberse.
