En el #psicohilo de hoy vamos a hablar sobre un tema controvertido en psicología que, aunque no lo parezca, está presente en nuestro día a día más de lo que imaginamos: el castigo.
¿Qué es el castigo? Desde una postura científica, castigo no es "presentar algo que haga daño a una persona" como se considera popularmente. La definición técnica implica "un procedimiento que conlleva reducción en la frecuencia de aparición de la conducta castigada".
En este sentido, para que un estímulo funcione como castigo, tiene que demostrar empíricamente que funciona reduciendo la frecuencia de la conducta. Por ejemplo, no sabremos si hacer un cumplido ("¡eres muy inteligente!") puede ser algo que aumente la probabilidad
de la conducta de aproximación de una persona, o la disminuya (castigo), si el ser valorada como inteligente ha estado asociado a otras consecuencias (dada su historia de aprendizaje), como situaciones de rechazo social por colocarle en una situación de expectativas incumplidas.
Este sería un caso de castigo positivo, donde la aparición de una consecuencia conlleva la disminución de la probabilidad de la conducta. Otros ejemplos podrían ser la disminución de la frecuencia de probar un trozo de pizza recién salida del horno.
En el castigo negativo, la disminución de la conducta va aparejada, no de la aparición de una consecuencia, sino de su retirada. Un ejemplo muy recurrido es el de pisar el acelerador durante un tramo de carretera y, posteriormente, recibir una multa.
Aunque existen "castigos (y refuerzos) incondicionados" que en casi todos los organismos generan una reducción de la conducta" (como el daño por fuego), en la mayoría de casos hablaríamos de castigos condicionados, es decir, dependen de la historia de aprendizaje del sujeto para
funcionar como tal. Incluso puede darse el caso de que "castigos incondicionados" funcionen como reforzadores (condicionados) de la conducta, si se asocian con otros estímulos reforzadores (cuando se asocia el dolor físico con el placer sexual, en el caso del masoquismo).
Así pues, lejos del significado en el lenguaje común, el castigo dista de reducirse a ser una forma de provocar daño para una persona, sino que se trata de un procedimiento de reducción del comportamiento que está en nuestro día a día y sin el que es imposible vivir.
Por ejemplo, es de mucha utilidad que si estamos a punto de realizar un acto imprudente o que dañe a otra persona, alguien nos lo haga ver mediante una reprimenda o aviso.
O si la conducta que se va a realizar requiere de una intervención rápida para evitar que se provoque un daño mayor (gritar el nombre de un niño que está a punto de tocar un enchufe).
Sin embargo, el uso del castigo como procedimiento en el cambio comportamental lleva aparejado algunos problemas, los cuales lo convierten en un procedimiento no tan utilizado, por motivos de eficacia, utilidad y ética:
Las reacciones emocionales condicionadas: gran parte de los procedimientos de castigo acaban generando "estados emocionales desagradables".
Como ya mencionamos en el hilo de la semana pasada, ciertas condiciones estimulares, de forma sistemática, generan una serie de reacciones, las cuales se etiquetan como emoción.
Ser castigado es experimentado por la persona como "desagradable" y, generalmente, suele ir en contra de muchos de los objetivos terapéuticos, como el aumentar la sensación de bienestar de esa persona, o su conducta de aproximación hacia ciertas situaciones.
De igual forma, el que una persona aplique sistemáticamente castigo a otra puede acabar provocando que esa persona se convierta en un EC que elicite reacciones de desagrado, o bien en un Ed que lleve a evitarle.
Existen situaciones en terapia en las que se debe intervenir sobre la aparición de una serie de reacciones emocionales condicionadas y comportamientos de evitación constantes ante ciertas situaciones o personas, derivadas de una historia de castigo excesivo o indiscriminado.
Podrían constituir ejemplos de esto, desde las típicas fobias a algunos animales, hasta las dificultades para expresar las propias ideas o pensamientos.
Por otro lado, se suele afirmar que "el castigo no enseña". Esto es parcialmente cierto. Todos los procedimientos de condicionamiento implican un aprendizaje. Sin embargo, en el caso del castigo, este puede volver a ir en contra de los objetivos educativos o terapeúticos.
Generalmente, buscamos en una persona que "realice ciertos comportamientos" (suele ser más adecuado el uso de procesos de reforzamiento para la aparición de nuevas conductas).
En el caso de que busquemos que "no realice otros" (no correr por la clase), suele ser más útil reforzar comportamientos incompatibles o alternativos (reforzar al niño por cada 5 minutos sentado).
En otras ocasiones, analizar funcionalmente ese comportamiento, identificando el reforzador que lo mantiene (procedimiento de extinción), suele ser más efectivo para la reducción de esa conducta, como ocurre en el uso de la técnica de exposición.
Otro de los problemas del uso del castigo, bastante común en el ámbito de la educación (para profesores y padres), es el hecho de que puede funcionar como un reforzamiento negativo para la persona que lo aplica. Es decir, si se le grita a un niño para que siga sentado en su silla
esto genera un cambio rápido en su conducta, por lo que la probabilidad de volver a gritarle se ve reforzada para nosotros. Sin embargo, conocemos que hay procedimientos más eficaces para cambiar esa conducta, como el mencionado anteriormente (también, probablemente, más éticos).
En resumen, se puede afirmar que el castigo se trata de un procedimiento de cambio de comportamiento que conviene utilizar con cautela, evaluando muy bien su utilidad y "efectos secundarios", cuando no es preferible utilizar otros procedimientos.
Sin embargo, no hay necesidad de "demonizar" el castigo, puesto que este puede presentar utilidad cuando se requiere una reducción inmediata de una conducta que generará más daño a esa persona, y no existen otras alternativas de modificación comportamental para esa situación,
o bien se utilizan estímulos que, aunque "aversivos" para la persona, no generan daño en esta.
Ejemplos de esto son los avisos (un Ed de la aparición de castigo suele ser útil por sí solo, además de que es "educativo", en tanto que ayuda a predecir consecuencias negativas)
Ejemplos de esto son los avisos (un Ed de la aparición de castigo suele ser útil por sí solo, además de que es "educativo", en tanto que ayuda a predecir consecuencias negativas)
o bien procedimientos de castigo negativo (tiempo fuera o coste de respuesta) cuando no se tiene control sobre la eliminación de la fuente de reforzamiento, y que incluso la propia persona puede autoadministrarse, si hablamos de adultos.
¡Muchas gracias por llegar hasta el final del hilo! Siempre se nos quedan muchas cosas por mencionar en los hilos de twitter dada la limitación de este formato. Si tenéis preguntas o dudas sobre lo expuesto, no dudéis en hacerlas.
Os prometemos que la respuesta sea lo más cercana que esté en nuestra mano a un reforzamiento positivo, en lugar de a un castigo o extinción. 😇😊
