Su lenguaje siempre es ambiguo, suele recurrir a refugios y evasiones de manera reiterativa.
Ni hablar Chachita, traes puñal.
Lo que siempre será una delicia (#oknot) es escuchar el fraseo.
Él es el grupo, el grupo es él.
Él es la voz del grupo, el grupo es su voz.
Él es la ideología del grupo, el grupo es su ideología.
Nada más cabe. Nada más vale. Nada fuera es tolerado.
Se esta o no se esta. En absolutos.
Un totem sagrado cuya única voz gobierna y manda.
Única voz que ordena, rígida, total, absolutamente.
Incontestable. Inconfrontable.
Intolerante. Polarizador.
Y toma cara en todos los fanáticos que se rinden a él, por que él los valida.
Validarlos y exigir la respectiva validación en reciprocidad, porque ya antes lo ha demostrado en los hechos:
Exigen un pensamiento unificado, rendido leal e incondicionalmente al régimen, o asumir el riesgo de ser combatidos, sofocados y callados.
Pero que por gobernar solo ejerce lo que mal entiende por poder.
Solo a ellos les habla precisamente, son su audiencia siempre incondicional. Y hasta elementos de confrontación les señaló.
La radicalización tiene una forma verbal: se escribe en absolutos. Todo o nada. Conmigo o contra mi.