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¡Ese Personal! Como ya saben todos, hay que lavarse las condenadas manos. Y como todos saben también, se acaba de dar el banderazo de salida para la construcción del trenecito mi alegría, y parece que van a arrancar sin una MIA (Manifestación de Impacto Ambiental).
eluniversal.com.mx/nacion/inician….

Pero antes, una aclaración para los que dicen que “esdeque una rehabilitación no necesita una MIA we”. Si creen que “rehabilitación” significa “nomás quitamos la vía y ponemos otra” están muy equivocados... y es más: si les vendieron eso, y lo compraron,
citaré al gran @Carloslopezjone: #SorryLosEngañan.

Una rehabilitación no necesita MIA (es cierto) pero no hay que olvidar que más de la mitad del proyecto no lo es. Atraviesa una selva protegida, y por mucho que lo intenten, va a generar un impacto considerable no sólo en la
selva, sino en las comunidades por las que el tren pase... y eso sí necesita una MIA, porque hay que hacer -literalmente- un agujero a través de la selva, y eso, en pocas palabras, sólo se consigue quitando lo que estorba. Fácil.
Y aunque muchos tenemos una buena idea, hay preguntas importantes: ¿Para qué pinches sirve eso de la manifestación de impacto ambiental? ¿Qué beneficios tiene? ¿Qué valor aporta? Lávense las manos mientras les explico:

Una MIA es un documento que un desarrollador genera para
explicarle a las autoridades que gestionan las políticas medioambientales de un país o de una localidad específica -y a otros órganos reguladores- un chingo de cosas: qué es el proyecto, qué es lo que va a hacer, en dónde va a estar, cómo y en cuánto tiempo se va a construir,
qué tipo de riesgos existen, cómo se evaluaron, cómo pueden afectar al ecosistema que rodea al proyecto y, finalmente y lo más importante, cómo se planea gestionar los riesgos identificados ahí para limitar los impactos potenciales tanto como sea posible (no olviden que,
la única forma de eliminar un riesgo es no hacer nada, y si no se quieren riesgos, es mejor no hacer el proyecto, o sea que los riesgos e impactos se gestionan, no se eliminan).

Nota cultural: En otros países, por ejemplo, en lugar de MIA, el estudio se llama ESIA,
(“Environmental and Social Impact Analysis”), e incluye el análisis de afectación a comunidades como parte del ecosistema (porque lo son), e incluye también aspectos como la gestión de posibles hallazgos arqueológicos, o la afectación a zonas consideradas “cultural heritage”.
Este es un componente relacionado con responsabilidad social corporativa, y antes era opcional en algunos sectores, pero hoy es obligatorio y contractual, es decir, sin MIA/ESIA no hay proyecto. Punto

Y en cualquier país y con el nombre que sea, estos estudios no son una cosa
fácil de hacer. Hay que investigar un chingo, hacer un chingo de estudios y análisis de campo que pueden tomar años, hablar con un chingo de gente, leer un chingo de legislación, de especificaciones, de guías y de buenas prácticas... vamos, y luego poner todo eso en un documento
que tiene un chingo de páginas, y un contenido que normalmente está regulado, y que cuando está completo tiene que ser entregado a las autoridades para que lo revisen y digan si consideran que lo que dice ahí es correcto, y sobre todo,
si es suficiente para definir la viabilidad del proyecto, y darle luz verde.

Además, el estudio -como sea que se llame- describe muchas cosas, pero -siendo contractual- tiene el objetivo de comprometer al desarrollador a establecer, y dar seguimiento a todas las soluciones
viables posibles para asegurar que los potenciales impactos que generará el proyecto sobre los ecosistemas, se limitan al mínimo indispensable para permitir la construcción y el arranque, y punto (también hay análisis similares para las etapas de operación).

Y hace años,
agencias y organismos como el World Bank -que prestan lana para que los proyectos se hagan- incluso piden que, además de la gestión adecuada de esos impactos, el proyecto tenga beneficios reales, tangibles y medibles para los ecosistemas (reforestación, remediación,
acondicionamiento, preservación de especies, protección de flor/fauna endémica, etc.), y las comunidades circundantes, ya sea en forma de empleos, de infraestructura, (clínicas, escuelas, caminos, comunicaciones, agua potable, electricidad, etc.) o de desarrollo (aprendizaje de
habilidades laborales y/o calificaciones académicas, por ejemplo).

Y estos beneficios deben ser acordados y establecidos junto con la autoridad local, y mantenidos por el operador del proyecto durante la vida operacional del mismo -o sea, sin costo para las comunidades, ni
para los gobiernos, que no tienen por qué asumir esos costos. Pero aún así, aunque la gestión que se describe en el documento sea muy buena, hay cosas que la misma autoridad simplemente prohíbe. Les cuento un par de ejemplos:

Para el CSP de Kathu, en Sudáfrica, hubo que
modificar el tamaño del proyecto en algo más de 6 hectáreas (un chingo de terreno para un CSP) porque había vestigios de un cementerio de 3500 años de antigüedad dentro del predio original.

Y aunque habíamos propuesto proteger la zona desde el inicio, rehabilitar algunas cosas
y no construir nada a menos de 200 metros (“qué a toda madre somos”, pensamos nosotros), la autoridad a cargo de la preservación del acervo cultural e histórico nos dijo “pues mire usted, señor desarrollador... nos parece muy bien su desmadre, pero hay antepasados nuestros
descansando ahí desde hace miles de años, y ese es un lugar sagrado, así que, o reduce usted su proyecto y se olvida del cementerio, o no hay proyecto”... sólo nos pidieron que arregláramos un poco el acceso -a mano, porque no se puede usar maquinaria en suelo sagrado- y punto.
El otro es un ejemplo de protección de la fauna: resulta que la zona del proyecto es territorio de -entre otras cosas- un grupo de 14 avestruces, y como el terreno pertenece a los avestruces (cosa que es cierta), teníamos prohibido hacer nada con ellos, así que vagaban
alegremente por el proyecto entre grúas y maquinaria, y nosotros no podíamos hacer nada, pero sí teníamos que protegerlos, y -por ejemplo- si se acercaban había que detener lo que fuera que se estuviera haciendo hasta que se fueran. Aguantamos -y protegimos- a los avestruces
cuatro años, y al final todo salió bien, pero fui el hazmerreír del proyecto porque -evidentemente- los avestruces iban a donde querían sin usar casco, ni chaleco, ni guantes, ni botas... Y por si se lo preguntaban, no es buena idea acercarse a un avestruz macho para tratar de
que no vaya a algún lugar... esos bichos miden casi 3 metros, pesan más de 150 kilos, y tienen un pinche genio que casi conceden deseos y todo, así que, si algo no les parece, lo persiguen a uno... y no sólo muerden, sino que patean (y duro).

Y todo eso que les cuento estaba
incluido en los programas y los planes que se generaron a partir de los estudios que se hicieron antes de iniciar el proyecto (MIA/ESIA), y que no fueron aprobados hasta que a la autoridad le pareció que estábamos haciendo lo suficiente para proteger los ecosistemas de su país.
Además, teníamos inspecciones cada mes, y auditorías cada 3 meses para asegurar el cumplimiento de parte de la autoridad, y cada 6 meses desde el World Bank y el gobierno Sudafricano (uno de los más duros del mundo en términos ambientales y de protección cultural).
Y no sé a ustedes, pero a mí me parece razonable y necesario hacerlo así. Si uno dice algo porque la ley lo requiere, hay que cumplirlo, y ya está.

O sea que ahí lo tienen, Ese Personal... para eso sirve la MIA (o el nombre que quieran)... no es “un papelito”, ni “un reporte”...
es un documento legal, contractual, oficial y regulado que garantiza el compromiso de quien desarrolla el proyecto de asegurar no solamente que gestionará lo necesario para no afectar más que lo indispensable, sino que además generará beneficios para los ecosistemas que el
proyecto afecta, en todas sus formas.

Por eso, si me preguntan a mí, permitir que un proyecto arranque sin la MIA -y por lo tanto sin los programas y planes que se diseñan para garantizar la gestión adecuada de los riesgos e impactos potenciales- es, sin más ni más, un crimen.
Resumiendo, le van a dar en la madre a la selva, y ni siquiera están haciendo la finta de que pidieron permiso.

Mil millones de gracias por leer, Ese Personal. Son el sol, la luna y las estrellas.

Con saludos a @WeTweetEnergyMx y a los maestros y maestras @vicfc7 @erickussalas
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