Mucho para cualquier individuo.
Suficiente para casi cualquiera empresa.
Muy poco para un país.
El Comunidad Económica Europea marcaba el rumbo hacia una mayor integración, y Norteamérica tenía el buen juicio de seguirle.
Algunos, los menos, eran reticentes por mi edad. Todos me dieron el chance de crecer.
A todos les cumplí.
Se llenaron de fabricas limpias, obvio, pero también de universidades; de hoteles; de plazas comerciales; y, sobre todo, de gente chingona que venía de todas partes del mundo a trabajar, a estudiar y a hacer huesos viejos.
Alcanzó para mucho, y quien lo aprovechó lo puede dejar ir hoy como quien se quita por última vez unos zapatos muy cómodos y bien hechos: con gratitud y cariño.
Habrá nuevas epopeyas.
Los héroes serán otros.
Y aunque cueste trabajo verlo ahora, eso es bonito y está bien.
Lo fue. No para todos, pero sí para muchos. Yo estoy satisfecho.