La COVID-19 ha hecho muchísimo daño a otras enfermedades; a su detección, a su seguimiento y a su curación.
Abro hilo.
El 9 de junio de 2020 me diagnosticaron un cáncer gástrico con metástasis abdominal. Estadio IV. No me sorprendió; llevaba un año yendo de médico en médico porque no me encontraba bien.
Su respuesta era siempre la misma: "eres joven; será una celiaquía, una gastritis, una úlcera... ". Hasta me recomendaron ir al ginecólogo porque quizás, y cito textualmente "estaba confundiendo dolores abdominales con dolores menstruales".
Febrero de 2020. Pido la baja. Me traslado a Euskadi, mi comunidad autónoma. Necesito saber qué es lo que me estaba pasando. Analítica: un poco de anemia y la B-12 baja. Nada relevante. O por lo menos no para los médicos que me atendían.
Me dan hora para una gastroscopia. Pienso: "¡por fin!". Volante ordinario. ¿Ordinario? Después de un año de molestias, dolores, pérdida de peso... ¿Ordinario? "No te preocupes, probablemente sea una celiaquía". La cita es el 22 de abril.
20 de marzo de 2020. Suena el teléfono: "Debido a la alerta sanitaria hemos decidido retrasar tu gastroscopia al 9 de junio". Les pido que reconsideren mi caso. Su respuesta: "Olatz, no te preocupes, hemos estudiado tu historial clínico y tú no tienes nada grave".
Dos visitas a Urgencias hasta la prueba: en una me diagnostican "flojera extrema". En otra, tras una placa, dos ecografías y un TAC, una enfermedad pélvica inflamatoria. Me derivan a la ginecóloga: "Olatz, no sé lo que tienes pero una enfermedad pélvica inflamatoria no".
9 de junio de 2020. Por fin la gastroscopia. Pienso que esa prueba marcaría el final de un año y medio de constantes molestias, dolores y malestar. Pero no. Era solo el principio de algo peor. "Olatz, hemos encontrado varias úlceras tumorizadas en tu estómago".
Le pregunto si tengo cáncer. Me dice que hay que esperar a los resultados de la biopsia, pero que "su aspecto no era bueno". "Me dijisteis que era joven y que no tenía nada grave". Baja la mirada. Salgo de la consulta. Me caigo al suelo. Grito. Lloro. Rabia, impotencia, dolor.
Y hasta hoy. Más de dos meses después y dos ciclos de quimioterapia a mis espaldas, todavía no entiendo cómo el factor joven es determinante para descartar si tienes una enfermedad grave.
Sé que parte de mi "mala suerte" viene de tener que haber vivido esta enfermedad grave en mitad de una pandemia. La COVID-19 está ahí, pero el cáncer también, y un diagnóstico precoz es la mejor cura para esta enfermedad.
• • •
Missing some Tweet in this thread? You can try to
force a refresh
Nunca había tenido tantas ganas de despedir un año como a éste. 2020 ha sido, sin duda, el peor de mi vida. Me encantaría poder olvidarme de él, pero me ha condenado a recordarlo toda la vida.
Abro hilo.
19 de enero.
Después de más de un año separados, Urko y yo retomábamos nuestra relación.
20 de febrero.
Cada día me sentía más débil y pensé que me vendría bien retomar el deporte. Dos días a la semana, antes de entrar al trabajo, @MonicaEgido_ me daba clases de yoga en su casa.