Un principio básico, para cualquier ser humano, es que no le gusta descubrir y reconocer que le vieron la cara de imbécil.
Es horrible, me consta.
Es por eso que el fanatismo se enquista en grupos enteros. Se rehúsan a reconocer que les están viendo la cara.
Pero el "Pueblo Bueno" es antijurídico. No le importa la ley.
Se convierte en Amlover. Ama a AMLO. Lo idolatra. Es una esperanza.
De esa manera se deja ver la cara: el autoengaño se completa.
Recibe dinero de su inversión aunque ese dinero también sea producto de la corrupción.
El pobre se convierte en miserable pues no entiende las relaciones de causa y efecto respecto a cómo se está gastando el dinero López Obrador.
Si encima siente el desprecio de la "clase alta", como cuando el idiota de Carlos Castañeda llamó a Putla, Puebla,
Por eso celebra que los insulten: son los malosos.
Él o ella y su familia tienen hambre, y punto.
Al pobre amlover le da igual.
Lo peor ocurre cuando miembros de la clase media y la "clase alta" se unen al coro de ataques ¡contra la clase media y la "clase alta"!
Se vuelven voceros de las líneas de acción del Mesías, traicionan a su país con tal de apoyar al movimiento y que no los arrase.
Porque además, es verdad: la "clase alta" se apaña de mucho de ese dinero y no lo regresa, no invierte en las zonas más remotas del país, a diferencia del narco que sí lo hace.
De ahí que si el gobierno apoya al narco, pues al "Pueblo Bueno" no le importa.
De esa forma, se unen el poder fáctico de los narcos y el poder del Estado encarnado por su Mesías.
Nada entonces le dice al fanático, al amlover que recibe dinero, de parte de la 4T, que las cosas van mal. Vive en una burbuja.
De esa manera, para ese Pueblo Bueno, la resistencia es inútil.
Curiosamente, han sido Twitter y Facebook los medios de resistencia más efectivos para la clase media.