Hoy ha habido otro suicidio entre los componentes de las FCSE. Otro más. Otro latigazo de dolor que atraviesa a una familia, a compañeros, a amigos. Y una pregunta que siempre queda en el aire: “¿Por qué?”. Me animo a contarles una experiencia personal que sigue escociendo.
X era mi amigo. No éramos de la misma promoción pero habíamos coincidido de capitanes en la misma unidad y en varias “movidas” después. Él me metió en eso del Cross Fit y nos unía la pasión por las motos. Conectamos desde el primer momento y nos reíamos mucho cuando nos veíamos.
Hace un año lo ficharon para un trabajo en la vida civil. Un puesto de responsabilidad, acorde con sus conocimientos. Se abría un nuevo futuro y le veía ilusionado. Desgraciadamente llegó la COVID y se interrumpieron las quedadas regulares que hacíamos.
Pero hace un par de meses me llamó. Me hizo muchas ilusión. Seguía encantado con el curre, nos echamos unas risas telefónicas y nos emplazamos para vernos cuando la fase 2 en Madrid lo permitiese. Fue la última vez que hablé con él. Ahora pienso si fue su despedida...
Poco después, justo antes de las vacaciones, recibí la llamada de un amigo común. X se había suicidado. Como lo hacen los que no quieren fallar, metiéndose una bala del 7,62. Me quedé helado. Y varias noches, después de rezar por él, resonó esa maldita pregunta: “¿Por qué?”.
No es el primer suicido cercano que he vivido (especialmente recuerdo aquí a mi cabo S., que, ya de guardia civil, saltó al vacío) pero sí el que más me ha afectado. Ayer estaba haciendo limpia de contactos en WhatsApp y llegué al suyo. ¡Joder, me ha costado borrarlo!
Creo que hay que dar más visibilidad al suicido pero, para ello, harían falta medios de comunicación responsables que no cayeran en el morbo fácil. Y es obvio que el periodismo no está en su “edad de oro”. A mí sólo me queda mirar una foto y preguntarme por qué...
Ayer escribía esto y hoy lunes, el primer parte de fallecimiento que entra, es otro suicidio. Ya lo habéis dicho varios; son muchos, son demasiados. Descansa en paz, soldado.
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Hay frases que, a pesar de su origen incierto, son demoledoras. Para mí, esta es una de ellas:
“Los tiempos difíciles crean personas fuertes, las personas fuertes crean tiempos fáciles, los tiempos fáciles crean personas débiles y las personas débiles crean tiempos difíciles”.
Me da igual si es del escritor G. Michael Hopf o si su origen está en un proverbio árabe, pero lo cierto es que este jodido texto da mucho que pensar. Y lo da, porque sin desechar el peligro que tienen frases tan generales -saben que no me gustan-, hay mucho de verdad en ella.
Dejo a la íntima reflexión de cada uno decidir en qué punto del ciclo estamos -porque cada uno cuenta la fiesta según le va-, pero yo, como jefe del Departamento de Liderazgo en la Escuela de Guerra y Liderazgo del Ejército de Tierra, tengo que hablar de mi libro… de liderazgo.
Tenía ganas de contar esto. A veces la rancia historia de uno, la familiar, esa del señor de grandes bigotes que te mira muy serio desde una fotografía en blanco y negro colocada en la librería, a veces, digo, esa pequeña historia se cruza con la gran Historia de nuestra Patria.
Soy militar y, por suerte o por desgracia, mi pasado familiar nada tuvo que ver en ello. No tuve un padre o un abuelo que me iluminara sobre la carrera de las armas. Mis antepasados militares son de los que miran, hieráticos, desde esa foto descolorida de la que hablaba antes.
Pero, a veces, alguno de esos tipos encerrados en la cárcel amarillenta de su retrato, no sabe quedarse quieto y agita con vehemencia las ramas del árbol genealógico. Ese es el caso del hijo de estos señores tan serios. El caso del teniente José Sebastián de Erice.
Queridos amigos virtuales o, simplemente, usted, que pasa por aquí. En las redes hay muchos militares. Anónimos o dando la cara. Retirados, en la reserva o en activo. Aparte de un derecho, creo que es bueno, porque darnos a conocer, con nuestras virtudes y defectos, es positivo.
Pero también hay mucho fraude. Mucho tipo que dice ser lo que no es… y presume de ello. La milicia sigue siendo una gran desconocida, por eso es un campo abonado para estas cuentas falsas y para que los lectores de buena voluntad caigan en sus engaños.
Por eso, si a usted le gusta navegar por cuentas castrenses, le doy algunos consejos para que no se la claven estos tipos. 1. En temas militares, las cuentas oficiales siempre son la referencia. Obviamente, están limitadas en su alcance, pero su información es veraz y de calidad.
Sí, últimamente escribo poco. Lo he puesto muchas veces, la vida manda. Pero hoy me apetece traerles aquí una curiosa costumbre militar -traída de fuera y sólo en parte generalizada en España- que me atrae por su significado y su ejecución. Esto va de monedas militares.
Sobre monedas militares conmemorativas podríamos hablar largo y tendido. Historias de legionarios romanos, pilotos en la I GM o universitarios en la II GM. De primas encubiertas, de homenajes o de victorias (o no). La moneda “me vengo arriba” del Admiral Vernon es memorable…
Pero yo quiero hablarles de algo mucho más moderno y prosaico. Una historia de orgullo, hermandad y camaradería que, como pasa muchas veces, acaba -o empieza- con unas rondas de cervezas o unos “chatos” de vino en la cantina de cualquier base del mundo.
Con este hilo me salgo de mi esfera de confort, pero las jornadas de liderazgo de la Escuela de Guerra del @EjercitoTierra de las que ya hablé me han dado unos recursos que no puedo desaprovechar. Hoy toca hablar de psicología social y de un controvertido experimento. Al hilo…
Veo determinados sucesos y me pregunto: ¿Podría repetirse una “solución final” en país occidental, en una democracia, en España? ¿Nuestro vecino, la “buena gente”, podría ser cómplice del asesinato de miles de personas? En 1961 algunos empezaron a hacerse la misma pregunta…
El 15 de diciembre de 1961, Adolf Eichmann, el ideólogo de la “solución final” nazi, era condenado a morir en la horca en Jerusalén. En mayo del año anterior, la operación “Garibaldi” llevada a cabo por el Mossad capturaba a Ricardo Kliment, nombre con el que emigró a Argentina.
He finalizado unas excelentes jornadas de liderazgo en la Escuela de Guerra del @EjercitoTierra. Hemos hablado, entre otras muchas cosas, de autoridad, y he decidido traer aquí una de las referencias que fugazmente aparecieron. Son las “12 reglas para criar a delincuente juvenil”
El origen de esta lista no es reciente. Se encuentran en las redes desde al menos 1998 y su primera versión fue un panfleto que hizo el Departamento de Policía de Houston en 1959. Estaba dirigido a los padres y fue elaborado tras hacer un estudio sobre la delincuencia juvenil.
Fue rápidamente publicado en prensa bajo el título: “La mejor forma de criar a un delincuente”. Las reglas son (traducción libre mía): 1. Empiece desde pequeñito dando a su hijo todo lo que pida. De esta forma crecerá creyendo que todo le pertenece y todos le deben hasta la vida.