Hola niños, hoy vengo a contaros la historia de una dama noble, hermosa y popular del París de Luis XIV. ¡Ah sí! También fue envenenadora, satanista, parricida y en cierto modo, iniciadora del Asunto de los Venenos que sacudió Versalles. Os presento a la Marquesa de Brinvilliers.
Marie Madeleine Marguerite d’Aubray nació en 1630. Era de familia acomodada aunque no nobiliaria, ya que su padre era el lugarteniente civil de París. Desde pequeñita destacó por su vivacidad, su energía y su atractivo físico, un cóctel explosivo en la época.
Siendo la mayor de cuatro hermanos, se esperaba de ella lo obvio: que se casara con alguien que elevase socialmente a la familia todo lo posible. Para ello, Papá d’Aubray no reparó en gastos, introduciéndola en los más selectos círculos de la corte de Luis XIV.
Funcionó bastante bien, y a los 21 años Marie se casó con Antoine Gobelin, un rico comerciante de tintes que poco después sería agraciado por el rey con un marquesado. Con menos de 25 años, Marie se había convertido en la marquesa de Brinvilliers.
También había adquirido un gusto preocupante por el despilfarro, los excesos y la vida disoluta de la corte de Versalles. Y claro, tanto vicio y tanto cachondeo no se pagan solos.
Poco después de casarse, Marie y Antoine deciden demostrar lo mucho que se quieren y empiezan a coleccionar amantes por todo París sin que les importe mucho que lo sepa hasta el tato. Papá d’Aubray se agarra un cabreo de tres pares de narices, pero Marie sigue a lo suyo.
Y es aquí cuando entra en la vida de Marie un tipo digamos poco recomendable: Jean Baptiste Godin de Sainte-Croix, de profesión vividor, mantenido y estafador ocasional. Vamos, una joyita. Y claro, Marie lo ve y sus enaguas entran en combustión espontánea.
Desde 1660, Marie y Sainte-Croix pasean su romance por todo París, convirtiéndose en la comidilla de la alta sociedad. Ni los enredos amorosos de Luis XIV suscitan tanto interés. Versalles entero está sentado comiendo palomitas ante el espectáculo.
Los que no están tan contentos son Papá d’Aubray y los dos hermanos de Marie, a los que esto de que el personal se descollone de la risa con su reputación familiar no les hace ni puñetera gracia. Lo cual, como veremos después, es lo que se dice irónico.
Una llamadita por aquí, un soborno por allá, y hete aquí que un día que Marie y su amante van en carruaje por París, un puñado de guardias aparecen con una lettre de cachet* y se llevan a Sainte-Croix a rastras hasta la Bastilla.
[con voz de Loquendo] *Lettre de cachet: carta especial que servía para transmitir órdenes directas del rey. Su uso más popular, y con el que la mayoría de la gente la relaciona aún hoy, era el de la orden de encarcelamiento o destierro directo sin pasar por juicio previo.
Se podría decir que Marie estaba ligeramente cabreada con su padre y hermanos. Ligeramente, tampoco vayamos a exage—
Pero en una vuelta de tuerca de esas que tanto le gustan al karma, resulta que Sainte-Croix hace un amiguete en la Bastilla: un señor italiano llamado Edigio Exili, que cumplía condena por asesinato y brujería. Un señor que sabía un huevo sobre un tema concreto.
En las seis semanas que Sainte-Croix pasa en la Bastilla se dedica a tomar notas, y cuando sale hace dos cosas:
1) reanudar su relación con Marie inmediatamente. 2) sugerirle que se carguen a Papá d’Aubray para que deje de dar el coñazo y, de paso, heredar.
Por supuesto, la cosa tiene que salir bien para que parezca que Papá d’Aubray ha muerto de enfermedad, así que los tortolitos deciden practicar. Durante meses, Marie visita el Hôtel Dieu, un hospital público cercano a Notre-Dame, y reparte pasteles y mermeladas a los enfermos.
También probó los venenos con varios de sus sirvientes, más de uno de los cuales estuvo a punto de no contarlo (pero sin pasarnos, que encontrar personal de servicio es un coñazo). Así nos plantamos en 1666: ha llegado el momento de que Papá Aubray diga adieu.
Marie planta a un cómplice en la casa paterna que se integra en el servicio y empieza a envenenar a Papá d’Aubray. Cuando este empieza a encontrarse mal, su solícita hija mayor se traslada a la casa familiar para “cuidar” a su padre.
Ocho meses más tarde, el 10 de septiembre de 1666, Papá d’Aubray muere entre terribles dolores, fiebres y vómitos. Marie consigue su parte de la herencia (dividida entre los cuatro hermanos) y se dedica a vivir la vida loca junto a Sainte-Croix.
Apenas tres años más tarde, ya no les queda un duro. Algo habrá que hacer, digo yo.
Pues resulta que los dos hermanos varones de Marie viven juntos, lo cual soluciona mucho las cosas de cara a dispensar más “cuidados familiares”. Problema: uno de ellos está casado y su mujer odia a Marie, con lo que no puede pasear por la casa sin levantar sospechas.
Marie planta nuevamente a un cómplice, en este caso un tal La Chaussée, conocido de Sainte-Croix. El tipo empieza a envenenar simultáneamente a los dos hermanos con terrorífica eficiencia: el mayor muere en junio de 1670, y el menor, en septiembre.
Totalmente desatada, Marie planea asesinar también a su hermana, monja en un convento de clausura, y a su marido, para poder casarse con Sainte-Croix. A este le saltan todas las alarmas, y empieza a administrar antídotos al marqués de Brinvilliers, que salva la vida de chiripa.
Y en estas estamos cuando todo salta por los aires: el 30 de julio de 1672, Sainte-Croix está en su laboratorio trasteando con los venenos cuando un fatal accidente se lo lleva por delante.
Como le debe dinero a un montón de gente, varios oficiales se personan en la casa para hacer inventario de sus posesiones y solventar sus deudas. Y vaya que si da de sí el inventario.
Además de los venenos, documentos y otras lindezas, también encuentran un pergamino sellado llamado “Mi Confesión”, y una caja con el nombre de Marie e instrucciones de que le sea entregada inmediatamente en caso de que él muera.
La policía entra en escena, se comprueba que los productos químicos del laboratorio son venenos, y queda claro que Marie está implicada hasta las trancas. Su cuñada decide acusarla de asesinato, y La Chaussée, al que atrapan, canta La Traviata.
Marie hace lo que tiene que hacer y se entregJAJAJAJAJAJAJA NO. Huye del país como alma que lleva el diablo y se pasa los siguientes tres años paseándose por toda Europa escapando de sus perseguidores hasta que al final se refugia en un convento en Lieja.
Para sacarla de allí tienen que acabar jugando con sus reglas: un agente de policía que en mi cabeza tiene la pinta de Paul Newman se infiltra disfrazado de sacerdote, se liga a Marie y la convence para que salga del convento. La mitad de la policía de París le salta encima.
Una vez en París, y después de haberse intentado suicidar varias veces, Marie se enfrenta a los tribunales. Y ahora es cuando empieza la mandanga, porque resulta que cuando arrestaron a Marie también encontraron una confesión escrita, y no sólo hablando del tema de los venenos.
La confesión de la marquesa incluye todo lo que os podéis imaginar en materia venenil o de su lío con Sainte-Croix, peeeeero también GREATEST HITS tan pasados de vuelta como asegurar que perdió la virginidad a los siete años… CON UNO DE SUS HERMANOS.
De hecho, la acusación de incesto continuado con sus dos hermanos varones es tan extrema que hoy día se considera que bien podríamos estar ante un caso de abuso sexual infantil. Obviamente, en su día la gente se limitó a comer palomitas mientras se agarraban el collar de perlas.
Marie lo negó todo y dijo que había escrito la confesión sin estar en sus cabales. No es que le sirviera de mucho, sobre todo cuando empezaron a declarar los testigos hablando de su obsesión con los venenos y de sus amenazas de usarlo con cualquiera que le tocara las narices.
El testigo estrella fue Briancourt, ex amante de Marie y tutor de sus hijos, que montó tremendísimo show en el juicio acusandola de todo lo acusable mientras lloraba como una plañidera en Semana Santa y aseguraba que la quería. Yo qué sé ya.
Uno de los cargos más cuestionables de los que se acusó a Marie fue de satanismo. No está especialmente claro si realmente lo practicó, pero en la época el envenenamiento y la brujería solían ser acusaciones que iban de la mano, así que quién sabe.
En cualquier caso, el 16 de julio de 1676, Marie fue declarada culpable de sus crímenes y sentenciada a muerte, no sin antes pasar por la tortura para dar los nombres de sus cómplices, no fuera a ser que los verdugos se aburriesen.
Al día siguiente, Marie soportó cuatro horas de tortura, atada a un potro y tragando litro tras litro de agua, sin señalar más culpables por mucho que le preguntaran. Después, fue llevada a la Place de Grève, decapitada, quemada y sus cenizas esparcidas al viento.
Y es aquí cuando una de las comentaristas sociales más famosas de la época hizo una de las predicciones más acertadas de su vida:
Madame de Sévigné acababa de predecir el Asunto de los Venenos: la conspiración (por llamarla de algún modo) de envenenamientos, satanismo (ahora sí del de verdad) y otras prácticas siniestras que salpicaron hasta la cama del mismísimo Luis XIV.
Y es que poco después de la muerte de la marquesa, la detención de una comadrona conocida como La Voisin destapó todo un entramado de crímenes que llevaron los bajos fondos de París a la corte real, llena de nobles dispuestos a apuñalarse entre ellos literalmente.
La sospechosa estrella del Asunto de los Venenos no fue otra que Madame de Montespan, la amante más famosa (y poderosa) de Luis XIV, a la que se acusó de intentar envenenar a la competencia, e incluso de darle filtros amorosos al propio rey.
Nunca se pudo demostrar, aunque lo cierto es que Luis se deshizo de ella, y que el tribunal designado para la investigación, conocido como la Cámara Ardiente, fue desmantelado cuando el nombre de la Montespan empezó a aparecer repetidamente.
Y así, niños, termina la historia de la Brinvilliers: asesina, bon vivant, y quién sabe si inspiradora de numerosos nobles que no tenían nada mejor que hacer que sacarse los higadillos para conseguir favores reales.
Espero que os haya gustado. Otro día, si os portáis bien, os explico la historia de cómo un grupo de mujeres de un pueblecito perdido en el corazón de Centroeuropa hizo lo que la Primera Guerra Mundial no pudo y exterminó a todos los hombres del pueblo.
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Tyburn, Londres, 23 de noviembre de 1499. Un joven de apenas 25 años es ahorcado sumariamente. Con él acaba una conspiración que ha durado seis años y ha puesto en jaque a la reciente dinastía Tudor. Esta es la historia de Perkin Warbeck, aquel que dijo ser Ricardo de York.
Para saber quién fue Perkin Warbeck y su relevancia en la historia inglesa tenemos que retroceder hasta el final de la Guerra de las Rosas y uno de sus hechos más trágicos: la desaparición de los Príncipes de la Torre.
Tras el auge y caída de Ricardo III la guerra quedó finiquitada. Su gran vencedor: aquel príncipe casi irrelevante llamado Enrique Tudor, el último rey de Inglaterra en ganar el trono por derecho de conquista y que la historia conoce hoy como Enrique VII.
Hola crêpes Suzette, hoy volvemos a Francia para terminar la historia de esa follonera extraordinaria que fue Marie de Rohan-Montbazon, la duquesa de Chevreuse. La semana pasada vimos sus movidas con el duque de Buckingham y Ana de Austria, pero lo mejor está por llegar.
Y es que apenas se había apagado el fuego provocado por Buckingham cuando Marie, que se aburría con facilidad, decidió meterse en un nuevo fregao. Bienvenidos a la conspiración de Chalais, cuquis.
La conspiración de Chalais se llama así por Henri de Talleyrand-Périgord, conde de Chalais, novio de Marie y figura central de toda esta historia, que básicamente fue un intento de cargarse a Richelieu y, ya de paso, reemplazar a Luis XIII por su hermano, Gastón de Orleans.
Hola crêpes Suzette, empezamos la temporada en la Francia del siglo XVII. Conspiraciones palaciegas, aventuras, gente liada con otra gente y una mujer que estuvo en el cogollo de todas las intrigas durante medio siglo. Hoy: Marie de Rohan-Montbazon, la duquesa de Chevreuse.
Marie Aimée de Rohan-Montbazon nació en París en diciembre de 1600, en la más alta nobleza francesa: su padre, Hercule de Rohan, duque de Montbazon, era gobernador de la capital, par de Francia, Gran Cazador y ‘prince étranger’* en la corte de Enrique IV.
*Lo de los ‘princes étrangers’ es complicado de explicar, pero baste decir que los Rohan eran descendientes directos de los duques de Bretaña, que habían sido gobernantes independientes hasta el siglo XV.
El 16 de enero de 1977 dos excursionistas ascendían el Pinnacle, en la Ruta de los Apalaches al este de Pennsylvania. Vieron una cueva y, al echar un vistazo, encontraron el cadáver congelado de un hombre.
Su identidad ha sido revelada 47 años más tarde, hace solo tres días.
El cadáver fue trasladado al hospital de Reading y la autopsia determinó que era un hombre blanco de entre 25 y 35 años, de ojos azules y pelirrojo, con el pelo rizado y largo. La causa de la muerte había sido una sobredosis de fenobarbital y pentobarbital, tal vez un suicidio.
¿El problema? No llevaba nada encima que pudiera identificarle y nadie reclamó el cadáver. Se le tomaron huellas dactilares y dentales, y se realizó un retrato robot muy… bueno, muy de los años 70.
Hola medoviks, hoy os traigo una historia con muchos protagonistas que dicen ser el mismo. Un señor que se murió, pero en realidad no, pero luego sí, pero resulta que no y… ya me entendéis. Vámonos a la Rusia del siglo XVII para conocer al Falso Dimitri. A TODOS ELLOS.
Empecemos por decir que sí hubo un Dimitri real: se llamaba Dimitri Ivánovich, nació en 1582 y fue el último hijo de ese señor encantador y para nada turbio que la historia conoce como Iván IV el Terrible. Su madre fue la última esposa de Iván, María Nagaya.
La cosa con Dimitri el Auténtico es que: A) Técnicamente el matrimonio de sus padres era ilegal ya que la iglesia ortodoxa solo reconocía los cuatro primeros, y María fue la sexta (otros dicen que la octava) esposa de Iván; B) Su padre murió cuando él solo tenía 2 años; y C) Los hijos de Iván tendían a morirse mucho*.
Hola galletas de jengibre, hoy tenemos una historia de lo más dulce. Y pegajosa. Y es que si pensábais que la ola de cerveza que arrasó Londres* fue mala, lo de esta semana es la versión turbopringosa de esa historia. Hoy: la Gran Inundación de Melaza de Boston.
*¿Una ola de cerveza arrasando Londres? ¿De qué hablas, Wurtzel?
Nuestro escenario es la ciudad de Boston, capital del estado de Massachusetts y lugar de nacimiento de Edgar Allan Poe. Que llevaba casi cien años muerto para cuando sucede nuestra historia, pero menudo cuento de terror se podría haber marcado con ella, amics.