¿Uds piensan que los chavistas operaron un desfalco sin precedentes a la economía de Vzla? Eso es porque ignoran lo que ocurrió en la «independencia». Pónganse los cinturones (atención, a cada cifra en pesos españoles que verá a
continuación agréguele 2 ceros y léala en euros):
No se los voy a relatar yo sino un venezolano a quien no se lo contaron, sino que presenció los acontecimientos de la susodicha «revolución patriota» de 1810, liderada por Simón Bolívar.
(Recuerden: de pesos a euros, con 2 ceros adicionales para redondear —hacia abajo—.)
Porque 1 «peso» (en realidad 1 «peso fuerte», q equivaldría a 20 reales de 6,375 euros cada uno) equivaldría hoy a 127,5 euros.
Ejemplo: 30.000 pesos = 3.825.000 euros.
Simplificando con un redondeo muy generoso, muy hacia debajo:
30.000 = 3.000.000
¿Ok, listos? 👇
«Bien os acordaréis, aunque con el sentimiento más penetrante, que hasta 1810 las rentas de nuestras provincias daban un sobrante anual de mucha consideración, a pesar de sus gastos ordinarios y de grandes y continuos extraordinarios que los acontecimientos particulares hacían
muchas veces erogar. Estas cantidades eran entregadas a nosotros y a los europeos residentes en nuestro suelo, para reintegrarlas en Europa a ciertos y cómodos plazos, en cuya operación no es necesario que os recuerde los beneficios que eran y debían ser consecuentes. Así
pues, apenas visteis las riendas del gobierno puestas en las manos de los que tantos abusos os ponderaron y tantas reformas os prometieron, cuando creísteis que iba a aumentarse asombrosamente este sobrante para el provecho y la utilidad común. Pero vuestras esperanzas se
desvanecieron con la ligereza del humo, y quizá muchos de vosotros aún ignoraréis la causa. Los gastos tan ponderados no se minoraron, ni los miembros de la facción pensaron jamás en minorarlos. Su aumento fue escandaloso, fue tan escandaloso que se os hará increíble.
La administración pública de Caracas no importaba anualmente sino cuarenta y cinco mil pesos fuertes (4.500.000 €), entendiéndose por ella la Capitanía General, la Intendencia, la Audiencia del distrito y la Auditoría, con sus respectivas secretarías.
Estos eran parte de los gastos declamados, gastos que no podían minorarse sino estableciendo en nuestra patria el gobierno de un corregidor, que era quizá muy bastante para regirla en justicia. Mas no sucedió de esta manera. Vosotros visteis establecer un gobierno para un
grande y rico Estado y unos gastos de noventa y cuatro mil pesos fuertes (9.400.000 €) en sólo las tres corporaciones que lo componían y que llamaron Congreso, Poder Ejecutivo y Alta Corte de Justicia, sin incluir catorce mil (1.400.000 €) que importaban anualmente los de la
casa destinada para la primera y que consistían en plumas, papel, tintero, tinta, obleas, luces, agua y demás. En consecuencia fue el aumento de los gastos en sólo este ramo de sesenta y tres mil pesos fuertes (6.300.000 €).
El batallón Veterano de Caracas importaba en aquella ciudad, hasta 1810, de 8 a 9.000 pesos (800 a 900.000 €) mensuales; el de la Reina, en los últimos años, de 3 a 4.000 (300 a 400.000 €); el cuerpo de artillería, de 3 a 4.000 (300 a 400.000 €), y las planas mayores de
los cuerpos de milicias de la provincia, y los oficiales de pardos, sargentos y tambores de estos cuerpos, de 5 a 5.500 (500 a 550.000 €), lo que formaba un total en sus términos medios de 20.725 pesos fuertes (2.072.500 €) al mes o de 243.800 (24.380.000 €) al año.
Mas después que nuestros novadores se apoderaron de su presa, el batallón Veterano de Caracas importaba mensualmente la misma cantidad; el cuerpo de artillería de 7 a 8.000 (700 a 800.000 €); el de zapadores de 2 a 3.000 (200 a 300.000 €), y las planas mayores de los
cuerpos militares que formaban nuestro inmenso ejército escrito 17.200 pesos (1.720.000 €), lo cual, en su término medio, formaba un gasto de 35.700 (3.570.000 €) al mes, o de 428.400 (42.840.000 €) al año. Había, por
consiguiente, un exceso anual de 184.600 pesos (18.460.000 €).
Nada pretendo recordaros sobre otros más numerosos gastos militares de la misma naturaleza, porque deben seros igualmente conocidos que escandalosos. Deseo que olvidéis los sueldos del
gobernador militar de Caracas, que ascendía a tres mil pesos anuales (300.000 €), y los de aquel enjambre de brigadieres, coroneles y tenientes coroneles que formaban el Estado Mayor de aquel ejército invisible, que ascendía a algunos miles de
pesos, y cuya suma exacta aún entonces llegaba a ser inaveriguable.
Menos pretendo traer a vuestra memoria los enormes y crecidos gastos erogados en ciertos proyectos ridículos e impracticables, porque ignoro si excitaré en vosotros la risa o la indignación. […]
Solamente en los gastos referidos habéis ya observado un exceso de 187.600 pesos (18.760.000 €) anuales (excluyendo los del Estado Mayor y proyectos) hechos a nuestra vista y sin que hubiésemos tomado una sangrienta satisfacción del engaño.
No eran, sin embargo, estas las solas cantidades que formaban el exceso, había otros ramos peregrinos y que sólo pudo establecer la audacia más descarada. Sumas consumidas en convites a extranjeros y por cualquier especioso motivo en comisiones particulares, en
embajadas y, últimamente, en los pingües gastos secretos. Creedme, no os engaño, hubo comisión de pocos días y a poca distancia que importó catorce mil pesos (1.400.000 €), y los gastos reservados desde 19 de abril hasta 31 de diciembre de 1810 ascendieron a setenta mil
(7.000.000 €), entregados solamente a dos personas depositarias del misterio de su inversión [una de ellas don Simón Bolívar: 3.000.000 €]. Así se burlaban de nuestra buena fe, y se engrosaban con vuestra sustancia.
Para realizar estas dilapidaciones y la de otras
cantidades que ignoramos, sin que los reclamos legítimos llegasen a publicarlas, era indispensable derogar la responsabilidad de los ministros de Hacienda, cuyas tres protestas en gastos ilegítimos eran hasta entonces su única salvaguardia. Ordenaron, en consecuencia,
el 22 de abril de 1810 a los de La Guaira que entregasen sin réplica ni protestas las cantidades que librase el comandante de aquella plaza. Así sucedió que en el espacio de dos meses desaparecieron de aquella Tesorería más de trescientos mil pesos (30.000.000 €),
fruto de una economía que ellos, para engañaros, llamaron disipación.
Con este orden de cosas en poco más de un año habían desaparecido todos los fondos públicos y privados, aun los más piadosos y privilegiados, aquellos mismos que, teniendo dueños particulares,
no pertenecían al Estado. Las rentas corrientes de Hacienda y tabaco, la de correos, la de hospitales, la de diezmos, los novenos de los curas, los demás depósitos de este ramo, los de redención de cautivos, de ánimas, de la casa santa, de Inquisición, de fábricas de iglesia;
aun los del montepío ministerial, los de testamentarías particulares, todo desapareció e hizo necesaria la creación de papel moneda, de cuyas consecuencias debéis acordaros. […]
Un asunto de tanta gravedad en que estribaban la prosperidad y confianza pública estuvo mucho tiempo puesto en lo más principal de su elaboración en las manos de jóvenes de poca responsabilidad y de esclavas, y de los cuales aquellos numeraban los billetes y estas ponían
las firmas de las estampillas que guardaban sin formalidad, ni orden establecido para su indispensable seguridad, siendo la casa y domésticos de uno de los comisionados la oficina de esta operación.
Los resultados fueron los más conformes al objeto del 19 de abril.
El impresor encargado de la formación de los billetes entregó en todo el tiempo que circularon dos millones cuatrocientos mil pesos (240.000.000 €) a las diversas comisiones que estuvieron encargadas de darle su complemento. En Tesorería sólo entraron un millón ochocientos mil
(180.000.000 €), de modo que entre las manos y a beneficio de algunos de los primeros comisionados se quedaron seiscientos mil (60.000.000 €).
Dije primeros comisionados, porque es constante que los últimos dieron todo el orden, arreglo y seguridad que este negocio exigía.
No fue esta la sola dilapidación del papel. El diputado de la provincia de Mérida pidió y se le entregaron treinta y seis mil pesos (3.600.000 €) para los gastos de su provincia; mas esta cantidad no llegó al lugar de su destino, ni supo de ella la Junta que lo gobernaba, como
hizo constar posteriormente el individuo que la presidía en la época de la entrega».
Vamos a dejarlo hasta aquí porque es una dilapidación interminable, verdaderamente orgiástica, cuya lectura atenta contra nuestra salud física y mental. Y nos recuerda demasiado a la Venezuela
actual. Estamos hablando de la famosa «gesta» de independencia (apenas en sus comienzos), la que nos han enseñado a venerar por doscientos años cuál borregos, pero relatada —para nuestro tardío despertar— en todo su «esplendor» por el venezolano médico, filósofo y cronista
contrarrevolucionario José Domingo Díaz, testigo presencial de la barbarie secesionista mantuana que nos separó de la madre España y fundó a la fuerza una falsa república,
mediante la violación y el saqueo de una apacible y próspera provincia hispanoamericana. Cualquier parecido con la actualidad no tiene un céntimo de casual.
X. P.
(Fuente: José Domingo Díaz, Recuerdos Sobre la Rebelión de Caracas, 1829).
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Marx tenía 12 años a la muerte de Bolívar. Era, pues, contemporáneo suyo. En 1858, al escribir su artículo sobre él, tenía 40 años. Contaba con bibliografía fresca y de 1ª mano, externa al bolivarismo. Estas fuentes negaban cualquier legitimidad revolucionaria del mantuano. Es
así como para la izquierda actual es un dilema querer apoyarse en ambos personajes históricos. Para salvar a Bolívar tendría que acusar a Marx de intelectual ingenuo y deshonesto (un sacrilegio para ella), y para salvar a Marx tendría que apoyarlo en su vehemencia contra Bolívar.
Para los venezolanos que actualmente se dicen de derecha, y que defienden a Bolívar tanto como los izquierdistas, apoyar al mantuano parece más simple. Les basta con desechar en bloque a Marx y a la izquierda y decir que Bolívar no tenía nada que ver con el socialismo, sino con
MANIFIESTO DEL PUEBLO VENEZOLANO DIRIGIDO A LA COMUNIDAD INTERNACIONAL POR UNA DEPOSICIÓN DEL RÉGIMEN DE NICOLÁS MADURO POR LA FUERZA
Los venezolanos que el 28 de julio de 2024 democráticamente elegimos de manera abrumadora y comprobable a Edmundo González Urrutia como nuestro
presidente, hoy nos vemos obligados a recurrir a los países de la comunidad internacional para manifestarles:
1. Que nuestro país se encuentra secuestrado por una espantosa tiranía ante la cual los venezolanos ya agotamos en vano repetidamente todos los recursos democráticos,
incluyendo la vía electoral.
2. Que, tal como era absolutamente previsible, los venezolanos mediante esta vía (que tanto nos ha sido recomendada a través de los años por la comunidad internacional) nuevamente no pudimos liberarnos de tan espantosa tiranía, sólo exponerla una
Bolívar confesó a Luis P. Delacroix no ser estéril y tener «prueba de lo contrario». Presuntos hijos: Flora Tristán, Simoncito Briffard, Manuela Caro Ibáñez, José Secundino Jácome, Miguel Simón Camacho, Manuela Josefa Bolívar Cuero, José A. Costas, Rudesindo Caicedo y Mosquera.
Pero serían muchos más, porque a Bolívar se le han llegado a atribuir hasta 29 hijos.
La confesión entera de Bolívar reza así: «No soy estéril y tengo pruebas de lo contrario… El Potosí tiene para mí tres recuerdos: Allí me quité el bigote, allí usé vestido de baile, y allí
tuve un hijo».
Por cierto, el último Virrey peruano, Pío Tristán, que fue nombrado al cargo como virrey interino, y que no ejerció realmente su mando para pasarse cobardemente al bando republicano y así poder ser también el primer presidente tras la «independencia», sería tío
El pueblo lo sabe y por ello se ha crecido: que el régimen se convirtió en un esclavo de su poder y que para permanecer en él está obligado al fraude, lo cual en circunstancias habituales suele resultarle placentero, pero no en las actuales, que lo acorralan y lo hacen tocar
fondo, porque no sólo se trata de perpetrar cualquier fraude, sino el fraude de todos los fraudes, el que por respeto a sí mismos ni los peores estafadores hacen.
Así de mal el régimen está, obligado más que nunca a perpetrar lo inocultable y lo insostenible. Por ende a
exponerse y a asumirse abiertamente como tiranía, y a atenerse a las consecuencias sociales que inmediatamente se le vendrán encima.
No, esta votación en tiranía no será un pecado de legitimación por parte de la ciudadanía, será un desafío de la realidad a la teoría. Esto
Sonará como un exabrupto, pero el argumento de la legitimación de la tiranía mediante el voto ya no tiene vigencia en las actuales circunstancias venezolanas, porque su legitimación por esa vía no es un hecho automático. Los comicios, que
de manera general requieren de un mínimo de condiciones, como observancia, verificación, igualdad y transparencia, en Venezuela son un chiste cruel, abierto a los ojos del mundo. Basta con oír por unos segundos, sin necesidad de traducción, al rector del CNE.
Tales condiciones brillan por su ausencia desde los inicios de la presente contienda, y no son susceptibles de aparecer en ella por arte de magia el día del escrutinio.
Al régimen no lo legitima aquello que lo arrincona, devela, desenmascara, desprestigia, enchaba, tacha,
Ahora la mayoría de los voto-escépticos que opinan a diario desde los canales de sus redes tienden a invitarse unos a otros a sus programas. Ya parecieran necesitarse entre sí para darse fuerza, sus argumentos se están agotando frente
a una realidad que ha ido evolucionando y que contradice sus tesis. En pleno padecimiento de una crisis argumentativa, lógicamente comienzan a buscarle cinco patas al gato y a intentar malabarismos que no consiguen convertir en reales premisas. Sus intercambios se empobrecen,
vuélvense repetitivos, claros signo de debilidad, tozudez, arrogancia, sobre todo de incapacidad para refrescar su percepción de la realidad y traducir con apertura de espíritu los eventos, que se empeñan en seguir viendo a través de un prisma discontinuado,