No sé si estamos entendiendo que TODOS los cuidadanos de la Comunidad de Madrid DEBEMOS minimizar las salidas y primar aire libre.
Da igual que te confinen o no.
TODOS.
Y debemos evitar aglomeraciones.
LAS DE ANTES Y LAS DE AHORA.
TODAS.
O nos enteramos o nos seguimos hundiendo.
Entiendo absolutamente la frustración, los errores, las incongruencias, las metidas de pata, la falta de previsión, las medidas erróneas e inútiles, la brecha social que se está consolidando, la ausencia de credibilidad en los políticos...
Pero DEBEMOS MINIMIZAR SALIDAS.
Tal y como está la cosa en Madrid no es razonable alentar a nadie a que se junte y aglomere.
Aunque sea en la calle y al aire libre.
Por favor.
Vamos a dar la brasa para que los que mandan o dimitan o se vayan o abran los ojos de una vez.
Que nos han fallado.
Todos.
Con el nivel de transmisión comunitaria que hay en la Comunidad de Madrid las medidas tomadas tendrán un efecto mínimo.
Ínfimo.
Vamos muy tarde.
Debemos cambiar habitos y EXIGIR que se protejan y potencien YA primaria y salud pública.
En caso contrario seguirán confinando.
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El doctor Finlay espera un barco en la Habana.
Acuna su tesis mientras lee el libro que fue su semilla.
En él François Bally narra la catástrofe que sesenta años atrás asoló Barcelona.
Aquella que empezó con el chapoteo de un cuerpo tirado por la borda...
29 de junio de 1821
... el capitán del "Gran Turco" mira el cuerpo caer.
Son muchos los marineros muertos desde la Habana. Incontables los lanzados al agua.
Siente la fiebre y camina hacia su camarote.
Hombre grande, piel morena.
Cuando se tumba escucha un grito.
- ¡Barcelona!
30 de junio
El "Gran Turco" descansa en el puerto de la Barceloneta.
Imponente junto a los pesqueros.
Los marinos regresan a sus familias en tierra.
El capitán, amarillo y cansado, dormirá la fiebre en casa Paca.
Ha pedido a los calafateros que revisen y limpien el barco.
El 7 de abril de 1912, en Luisiana, un párroco y un chamán observaban un cuerpo dormido bajo la luna.
Se miraron y asintieron.
Después clavaron una estaca en su pecho.
El hombre abrió los ojos, pidiendo clemencia.
El párroco y el chamán no se detuvieron hasta romper su corazón.
En Nueva Orleans la primavera de 1912 fue pegajosa.
La gente sudaba sal.
Humanos con sed entre moscas.
Y así, envueltos por el calor que todo lo pudre, surgió la primera víctima.
Una mujer joven.
La encontraron tras la puerta de una habitación en una pensión sucia y mugrienta.
Buscaba un mejor futuro.
Encontró la muerte.
Desnuda y desmembrada.
Sin sangre en su cuerpo.
Tres hombres para cambiar la vida de 3000 niños.
Padre.
Médico.
Amigo.
Esta es un #HiloYTalRevisitado que comienza con frío, un frenazo y un grito...
New York, Invierno de 1960
Hace frío, la gente al respirar crea fantasmas con su aliento.
Pocos pasean y las calles parecen vivir de los coches.
Llama la atención una pareja con un carrito.
Exploradores bajo el abrigo de la felicidad.
Su bebé.
Cruzan la calle.
Sonríen.
El viernes 5 de noviembre de 1976 Geoffrey Platt manipulaba muestras de laboratorio procedentes de individuos africanos.
Estos habían sufrido una mortal enfermedad hemorrágica.
En un descuido se pinchó.
Se quedó quieto.
Sabía que algo terrible le acababa de ocurrir.
Su mente dio un salto en el tiempo.
Él, inmóvil, y todo vibrando alrededor.
Retrocedió apenas 10 años, momento en el que se había iniciado una cuenta atrás inexorable y, por supuesto, absolutamente imperceptible para la mayoría de la población.
En 1967, fallecieron 7 personas producto de una rara enfermedad.
Se aisló el ARN de un virus desconocido. Unos monos procedentes de Uganda fueron el origen del brote.
Los casos ocurrieron mayoritariamente en Marburg, Alemania.
Se describe así la enfermedad de Marburg.