Este virus ha atacado duramente a la Humanidad por distintos frentes, sirviéndose de sus múltiples vulnerabilidades para extenderse por el mundo.
¿Cómo hemos respondido en cada uno de esos frentes?
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ORGANIZACIÓN.
Vivimos en círculos cada vez más pequeños en un mundo cada vez más grande (accesible).
Esos grupúsculos son acaudillados por individuos que necesitan circunscribir cada vez más el gobierno para poder multiplicar cada vez más a los gobernantes.
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Sin embargo, un virus no entiende de países, administraciones ni fueros. No le importan las competencias, y mucho menos las arengas populistas que voceaban la invulnerabilidad de sus dominios frente a ese enemigo extranjero que no llegaría jamás.
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Algunos creyeron que los caudillos y minicaudillos sabían lo que hacían, sin recordar que para ser conserje de una sede presidencial se exige un conocimiento de las leyes mucho mayor que para ocupar el despacho de la presidencia.
Ni sabían, ni hicieron por enterarse...
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Muchos no lo entienden aún hoy.
Daba igual caudillo o minicaudillo, todos querían ejercer su poder, legítimamente adquirido, no para controlar la crisis, sino para controlar los daños electorales que pudieran derivarse de ella.
Y así se hizo. Y al virus le vino bien.
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SANIDAD.
En España, la mejor sanidad del mundo demostró ser mucho peor de lo que nos habían hecho creer, pero mucho mejor de lo que nos merecíamos.
Para los caudillos y minicaudillos, los sanitarios somos como preservativos que reutilizan hasta que se rompen finalmente.
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Sin embargo, de algún modo, consiguen que la culpa de lo que ocurre después de su rotura, no sea de quien los usaba de forma incorrecta, sino de los propios preservativos por no ser de titanio gratuito.
Conocíamos bien los números. Deberíamos haber conocido la capacidad de nuestro sistema. Tuvimos 3 meses antes de la primera ola, y después, otros tres meses de subida sostenida desde mayo. Pudimos prepararnos en ambos casos.
Y no se hizo. Y al virus le vino bien.
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SOCIEDAD.
Nos dijeron que saldríamos mejores... y falta nos habría hecho..., pero creo que nunca hubo ninguna posibilidad de que eso fuera cierto.
Demostramos ser una sociedad infantil, que prefiere no saber antes que asumir cualquier responsabilidad.
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Demostramos ser una sociedad egoísta, que sólo valora la vida ajena en función de la molestia que requiera protegerla.
Buscamos bajo los cimientos de la RAE hasta encontrar algún eufemismo que justificara que nuestros mayores morían, pero eran muertes banales.
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Aceptamos el confinamiento sin saber qué estaba pasando. Lo entendimos como una especie de castigo y queríamos negociar con los caudillos y minicaudillos la libertad por buen comportamiento. No queríamos entender que los virus no negocian, ni empatizan, ni dan tregua.
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Y, cuando la cosa volvió a empeorar, nos comportamos como un niño que, después de jugar un rato, pierde, se enfada y dice que no juega más
Pudimos cambiar un poco más nuestra forma de vivir, para no tener que hacerlo muchísimo más
Y no se hizo. Y al virus le vino bien.
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INTELIGENCIA.
La Humanidad avanza en muchos aspectos, entre ellos el tecnológico, que podrían habernos ayudado mucho contra el virus.
Algunos países se sirvieron de estos avances para controlar la pandemia. Y les fue bien.
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En otros, sin embargo, pensamos que la Edad Media marcó el máximo de la capacidad humana para luchar contra las epidemias.
Pudimos aplicar muchos de los avances que hemos conseguido desde entonces.
Y no se hizo. Y al virus le vino bien.
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COMUNICACIÓN.
Otro de los pilares de nuestra civilización. Okupada por intereses espurios, la prensa colaboró con una campaña de mitigación de la alarma basada una sustracción tal de información, que la realidad quedaba desvirtuada.
Pero no empezó con ellos. El organismo que teóricamente nos protegía de este tipo de problemas, la OMS, se comportó desde el principio como un aliado imprescindible del virus, no sólo luchando contra la escasa evidencia que iba surgiendo o el sentido común, basado...
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... en la experiencia previa, sino, sobre todo, confundiendo a la población con sus mensajes.
Los caciques y minicaciques debían sopesar el riesgo electoral de las medidas y de las consecuencias de la pandemia. Como lo segundo lo ignoraban, se centraron en lo primero.
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Deberían haber buscado el asesoramiento de personas no ligadas a su minipoder, cuyas opiniones no pudieran poner en riesgo su posición.
Deberían haber establecido una relación de confianza mutua con la población.
Deberían haberse enterado de lo que pasaba...
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... y de lo que podía pasar.
Deberían haber establecido una estrategia clara y habérsela explicado cada día a la gente. Detallando la utilidad de cada medida, la participación necesaria, los resultados de la misma.
Y no se hizo. Y al virus le vino bien.
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FUTURO.
Este virus nos ha robado mucho tiempo. A algunos incluso todo el resto de su tiempo.
El fracaso de muchos caciques y minicaciques por todo el mundo para establecer esa relación de cooperación con su población está orientando la estrategia hacia lo más fácil.
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Que el virus haga lo que quiera hacer, que muera quien tenga que morir, que sufra quien tenga que sufrir.
Con todo esto, no sé qué pasará en el futuro, pero sí tengo claro que, aunque no somos culpables de la pandemia, sí lo seremos de muchas de sus consecuencias
Quizás tomemos conciencia de lo que pasa. Y al virus le vendrá mal.
Seamos realistas, responsables e inteligentes
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LO BUENO es que la proporción de complicaciones ha disminuido tanto, que a pesar de tener una transmisión descontrolada e incentivada, DE MOMENTO, no tenemos un problema en los hospitales comparable a momentos previos.
Esto es completamente indiscutible.
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También es bueno que se vayan abandonando medidas efectistas cuyo objetivo no era salvar vidas, sino salvar la imagen pública de los gestores.
La mascarilla en exteriores es una de ellas, pero también otras más polémicas, como el rastreo de casos en los centros de salud.
Hace unas semanas, la ministra ordenó a la chusma votante llevar la mascarilla que ella no usa en un lugar en el que puede contagiar y contagiarse (véase la foto), en los lugares en los que menos posibilidades tenemos de hacerlo nosotros.
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Al mismo tiempo, su ministerio informa de que ómicron es más leve y su presidente refiere que debemos "gripalizar" la pandemia desde el estudio de una radio (pocos lugares más cerrados habrá) en el que, por supuesto, tampoco usa mascarilla.
¿ESTAMOS APRENDIENDO A CONVIVIR CON EL CORONAVIRUS?
Más allá de la idea que cada uno pueda tener acerca de qué estrategia deberíamos seguir (o haber seguido) para controlar la pandemia, hay un concepto que se repite desde el principio: la CONVIVENCIA con el virus.
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Hace más de un año escribí este hilo en el que reflexionaba acerca de la diferencia, en mi opinión, entre convivir con él como si nada pasara y adaptarnos a su existencia, porque puede ser, al menos, prolongada (si no permanente).
Dado que los humanos coexistimos en un sistema que contiene innumerables elementos, fenómenos y relaciones, todos ellos dinámicos, nuestro devenir depende de la capacidad de adaptarnos de la manera más provechosa posible a las distintas situaciones que nos encontramos.
Gran parte de los acontecimientos pasados ilustran cómo el futuro acaba siempre convirtiéndose en presente transcurrido el tiempo suficiente, pero no siempre mantiene la misma apariencia que tenía cuando aún no lo era.
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Conocer esa distorsión que inducen en lo que va a pasar las circunstancias relativas al hecho de no haber pasado aún, es una de las claves de la "presbicia de sucesos", que nos hace ver a veces las cosas muy claras de lejos, pero muy borrosas cuando se acercan.
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Es una presbicia del ánimo, además, porque ver de lejos incluso más allá de nuestra capacidad sensorial sólo es posible si ésta se ve intensificada por nuestra capacidad emocional, que es mucho más extensa en recorrido, pero mucho menos neutral en percepción.
Hace poco se publicaron 2 estudios que me llamaron la atención, no por sus resultados, sino por las interpretaciones que se hicieron de ellos.
Sé que tienen ya tiempo, pero es que tengo que ir a otro trabajo además de Twitter...
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EL PRIMERO es uno más de los artículos que demuestran que la probabilidad de contagio en vacunados es algo menor que en no vacunados, aunque, una vez contagiados, las posibilidades de contagiar son similares para ambos.
Una vez que ha quedado suficientemente acreditado que esta pandemia no nos ha hecho mejores, las siguientes cuestiones que deberíamos plantearnos son…:
¿Nos ha hecho peores?
¿Nos ha cambiado de alguna forma?
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Sin duda habrá tiempo para que los poliexpertos engorden su vaca y su vena yugular externa sosteniendo debates encendidos al respecto, pero yo, que sólo he estudiado, me he fijado en una actitud que me genera IgE como el polen de olivo:
EL REGOCIJO CON EL MAL AJENO.
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Desde el principio hemos asistido a distintas consideraciones de por qué NO DEBERÍAMOS PREOCUPARNOS, centradas alrededor una presunción de ajenidad del virus.
Es cosa de chinos, coreanos, italianos… Luego de ancianos, de gente enferma...