Tales of Two Cities: Race and Economic Culture in Early Republican North and South America de Camille Townsend
Camille Townsend compara la cultura económica de 2 ciudades entre los años 1820-1835, Baltimore y Guayaquil. Ambas ciudades tenían una estructura muy similar: eran puertos mercantiles que dependían de la exportación de productos básicos, estaba rodeadas de un interior agrícola
Ambas tenían una limitada industria y compartían un declive del trabajo esclavo. Pero Baltimore se desarrolló y Guayaquil se estancó. Mientras que los comerciantes y dueños de negocios en Baltimore entendieron que al pagar un mejor salario a sus empleados...
estos podrían convertirse en consumidores de sus propios productos, en Guayaquil no se permitía que los trabajadores puedan escalar socialmente, por lo que se pagaba un sueldo lo suficientemente bajo como para que tengan que comer pero no para poder escalar.
De hecho, si era necesario contratar trabajadores para un trabajo específico, en vez de contratar mano de obra, le pedían a un amigo hacendado que le preste sus esclavos para hacer estos trabajos. El pobre tenía que mantenerse pobre.
Es por ello que solo podían acceder a servicios muy baratos o gratis. Obras de teatro o de ópera eran impagables y solo iban si eran gratis.
Es decir, se desarrolló una cultura que devaluó al trabajador (no al trabajo) creando una sociedad excluyente donde las riquezas y recompensas eran solamente para una pequeña élite.
En Baltimore solamente una pequeña parte de la población quedó excluida de las recompensas del desarrollo económico. La mayoría de la población se veía a sí misma cómo ciudadanos que con mucho trabajo podían alcanzar el éxito y beneficiarse de este desarrollo económico.
En Baltimore se construyó una cultura de aprendizaje prometiendo una movilidad ascendente para los trabajadores, reduciendo así el recurso a delitos menores. En Guayaquil no existía eso, un ayudante de artesano seguía siendo ayudante y los delitos menores eran rampantes.
En Baltimore las élites y clase media contribuyeron al mejoramiento de la infraestructura de la ciudad porque creían todos podían beneficiarse y el mercado de consumidores era lo suficientemente grande para asegurar esos gastos.
En Guayaquil las élites y la pequeña clase media no apoyaron las mejoras internas de la ciudad dado que el mercado de consumo interno era muy limitado y consideraban a la gran mayoría como beneficiarios inapropiados.
Estas decisiones moldearon una cultura económica que podemos ver hoy 200 años después. A pesar que muchas cosas han mejorado en derecho laboral, se sigue pagando lo mínimo, no existe un sistema de aprendizaje que permita escalar al trabajador y somos malos consumidores.
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